Es mi hermana

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La noche iba cayendo, dejado que el cielo oscureciera a su par. Las nubes  oscuras terminaron de oscurecer la poca claridad en el cielo.

El viento frío golpeaba sobre su rostro; sus brazos recostados sobre el marco de la ventana. La habitación se mantenía en un oscuro silencio, dejado solo que el sonido de su propia respiración rompiera el silencio ahí.

Sus mirada estaba fija en el largo y estrecho mar atraves de esta, solo siendo distraída por las colinas cercanas. El silencio era cómodo y acogedor para la reina.

Sus manos jugaban con los anillos que solía tener en sus dedos mientras su mente estaba perdida en sus propios pensamientos. Su cuerpo se relajaba con cada oleada de viento que lo recorría y sus ojos se cerraban ante la tranquilidad que este le causaba.

Rhaenyra hacia tiempo no tenía algo de tranquilidad. En tiempos de guerra es algo que nadie tiene pero todos necesitan y ella lo necesitaba más que nadie, a cada minuto, de cada día y noche. La rubia rezaba por qué esto terminará, pero si debía pelear para que eso pasara, lo haría aunque no quisiera.

El sonido de golpes en la puerta hicieron que sus manos soltaran los anillos en ellas, su mirada se giro hacia la puerta que aún se mantenía cerrada.

—Adelante— el chillido de la puerta hizo que un escalofrío recorría cada centímetro de su cuerpo.

Rhaenyra pudo distinguir un cabello negro entrar en la habitación con una vela en las manos, iluminado la habitación.

—Majestad— la mujer hizo una corta reverencia antes de comenzar a acercarse a ella —¿Que se hará ahora que los verdes saben sobre sus nuevos jinetes y dragones?—

Rhaenyra dejo su lugar junto a la ventana, caminado a paso lentos hasta quedar frente a ella —Aemond debe estar enojado, tal vez aterrado. Sabe que tengo más dragones que el; uno igual de grande que el de su hermana. Tenemos que atacar mientras tengamos la ventaja—

—¿Cómo y cuando atacará, majestad?—

—Tengo que esperar que Daemon consiga mi ejército y los nuevos jinetes aprendan más sobre sus dragones, luego de eso atacaremos. Tengo que usar mi ventaja mientras la tenga—

Mysaria asintió levemente mientras pasaba junto a la rubia frente a ella. Rhaenyra siguió cada uno de sus movimientos, dándose vuelta para ver cómo está se detenía frente a una mesa, dejado la vela en sus manos sobre esta.

—Hay algo más, majestad— la rubia levantó una ceja confundida —Si usted llega a vencer a los verdes y tomar el trono ¿Que haría con ellos si los llegara a capturar vivos?—

Rhaenyra dio un paso al frente, había estado pensado en eso desde que usurparon su trono, pero nunca había llegado a una conclusión.

—Yo...—

—¿Los mataría?— Mysaria veía la duda en su mirada ante su pregunta.

—No, no a menos que deba hacerlo— declaro mientras se detenía frente a ella.

—Pero ellos usurparon su trono—

—Siguen siendo mi sangre, mi familia—

La pelinegra cruzó sus brazos sobre su pecho mientras se movía de un lado a otro entre la habitación.

—¿De verdad piensa eso o es por su media hermana?— Rhaenyra no contesto de inmediato y para Mysaria está fue una afirmación a su respuesta —Usted aún le tiene aprecio, a pensar de que ella fue parte de su usurpación—

— Ella sigue siendo mi hermana al igual que lo es  Helaena... Mis dulces hermanas—

—No se deje cegar por el apreció que alguna vez le tuvo, majestad. Ella podrán seguir siendo sus hermana, pero no le son leal a usted—

Amor en guerra Donde viven las historias. Descúbrelo ahora