Consecuencias

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Las ventanas golpeaban contra las paredes, la fuerte lluvia era lo único que podía escucharse entre los pasillos. Desde que ambos salieron de los aposentos de Aena el silencio era lo único que había entre ellos.

Aena sentía una extraña sensación en su estómago con cada paso que daba por aquellos pasillos oscuros, no sabía a dónde iba ni porque razón, pero de lo que podía estar clara, era que no sería nada bueno, y ella podía sentir eso.

Sus ojos se abrieron con sorpresa cuando el guardia se detuvo frente a la puerta de la reina, su hermana Helaena.

Aena abrió la puerta entrado con prisa a la habitación, lo primero que sus ojos pudieron observar fue la silueta de Helaena en su cama, se veía pálida, más de lo que solía estar; sus manos estaban cubiertas de... ¿Eso era sangre acaso?.

Sintió como un escalofrío recorrió toda su espalda al percatarse que, en efecto, era eso. La pequeña jaehaera quien había estado en un rincón de la habitación, corrió hacia ella, aferrandose a su pierna con fuerza, las lágrimas mojaba la tela de su vestido y su cuerpo tembloroso la hacía temblar a ella.

--¿Que ocurrio aquí?-- pregunto a uno de los maestres junto al lecho de su hermana.

El hombre pareció titubear por unos segundos mientras mantenía su mirada alejada de la platinada. Aena sentía una extraña desesperación por saber que era lo que ocurrió.

--La reina intento quitarse la vida, princesa-- para Aena aquellas palabras fueron como una daga en su corazón. El hombre observo como está palideció y lágrimas comenzaron a acumularse en sus ojos.

--¿Que..? No... ¿Cómo?-- la pequeña mano de jaehaera se aferró a la suya, esto fue como un consuelo para ella.

--Una de las sirvientas fue quien la encontró cuando venía a dejar a la princesa. La reina tenía cortadas en sus muñecas mientras estaba estaba tendida en el suelo-- explico.

Aena sintió como su estómago dolía y las ganas de vomitar la invadía. Las puertas detrás de ella fueron azotadas dejado ver a la reina viuda entrar en estado de pánico a los aposentos.

Un grito desgarrado salió de los labios de la mujer quien corría hasta llegar junto a su hija, dejándose caer de rodillas a su lado --Mi bebé... Mi niña-- fue lo único que logro decir antes de llorar desconsoladamente.

Aena tomo a jaehaera en sus brazos, recostando su cara sobre su hombro, impidiendo que está observará lo que pasaba frente a ella.

--Tengo miedo tia...-- le susurró.

--No lo tengas... No hay de que temer-- aunque sus palabras fueron para la pequeña, ella misma intentaba convencerse a ella misma de eso.

--¿Mi madre morirá? No quiero quedarme sola..-- aquellas palabras fueron como una bofetada para Aena. Jaehaera había perdido a su hermano, su padre estaba moribundo y, ¿Ahora también Helaena?.

--Jamas estarás sola, no mientras yo aún esté aquí--

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--¡Todo esto es tu maldita culpa!-- las puertas se azotaron con fuerza contra la pared despertado de un sobresalto al platinado quien yacía dormido en su lecho.

Aemond observo como aena entraba en la habitación, su semblema fruncido y sus ojos rojos por ¿Llorar?.

--¿Que mierda te pasa ahora?--

Aena no dejo que termina de levantarse de la cama cuando ella ya estaba frente a el --¿¡Que que me pasa!?-- Aemond retrocedió ante la cercanía de su rostro al de su hermana --¡Jaehaerys está muerto, Aegon moribundo, y ahora Helaena intento quitarse la vida. Y todo es tu maldita culpa!-- le reprocho en la cara.

Amor en guerra Donde viven las historias. Descúbrelo ahora