El Gaznate

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Cuando el sol apenas amenazaba por salir, unas suaves pisadas se detuvieron fuera de los aposentos de la joven princesa, seguido de la puerta siendo abierta y los pasos entrado en la habitación. Las sábanas que cubrían su cuerpo fueron quitadas, despertado a Aena, cuando su mirada se giro, pudo ver parado a su hermano, Aemond, junto a ella. Su semblema estaba serio y solo le indicaba que saliera de la cama.

Sus pies descalzos tocaron el frío suelo bajo de ellos, causados un escalofrío por todo su cuerpo. Aemond se había estado moviendo por sus aposentos, buscando dentro de sus armarios; Aena lo miraba confundida, aún algo desorientada por el sueño aún en su cuerpo. Se froto sus ojos mientras se acercaba hasta el en uno de los armario, cuando estuvo detrás de el, aemond se dió la vuelta con una armadura en una de sus manos.

Sus ojos se abrieron con sopresa ante las palabras que habían salido de sus labios; cuando intento decir algo, el ya había pasado junto a ella y había dejado la armadura sobre una silla junto al armario. Aena tomo la armadura en sus manos, giraron su cabeza sobre su hombro, observado como aemond estaba parado al pie de su cama, observando a jaehaera sobre la cama. Con su pulgar acaricio el metal de la armadura, y una extraña sensación en su pecho se hizo presente, una que por mucho tiempo no había sentido.

-¿Cuidaras de ella mientras no esté?- su voz salió en un suave susurro mientras salía de detrás de su armario con la armadura puesta.

Aemond quien la había estado esperado sentado en la orilla de la cama, giro su cabeza hacia ella, de sus labios no salía alguna respuesta y solo se puso de pie, caminado hacia ella.

Sus ojos la recorrieron de arriba a abajo, algo que le dió una extraña sensación.

-Ten cuidado, hermana- sus palabras salieron con aquel tono frío que aemond solía tener cuando hablaba con cualquiera, pero está vez tenía una chispa de nervios.

-Lo tendré- contesto mientras se daba la vuelta para salir de la habitación.
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El cielo comenzaba a tener aquel color amarillo indicando que el sol estaba saliendo; sus pasos eran rápidos y firmes, aemond a su lado no había dicho ni una sola palabra desde que habían abandonado sus aposentos, y ella tampoco

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El cielo comenzaba a tener aquel color
amarillo indicando que el sol estaba saliendo; sus pasos eran rápidos y firmes, aemond a su lado no había dicho ni una sola palabra desde que habían abandonado sus aposentos, y ella tampoco. Cuando las puertas principales estuvieron a algunos metros de ellos, Aena pudo observa a dos personas parados a sus lados.

Cuando estuvieron frente a las puertas, alicent se apresuro a abrazar a su hija, sus brazos se aferraron a ella con fuerza, como si no quisiera soltarla. Otto a su espalda solo miraba en silencio.

-Cuidate, vuelve con la victoria- aquellas palabras de su madre resonaron una y otra vez en su cabeza.

Cuando alicent se separó de ella, pudo notar el miedo en su rostro a pesar de que trataba de esconderlo detrás de un semblema serio.

Las dos grandes puertas se abrieron y aena paso a través de ellas junto a su hermano. Fuera habían dos guardias con dos caballos a sus lados, aemond camino hacia ellos y aena lo siguió detrás.

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