Capítulo 1: Nuevas incorporaciones

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El sol de la mañana reflejaba su resplandor en el césped recién regado del campo de entrenamiento del Atlético de Madrid. Era el primer día de entrenamiento para los nuevos fichajes, Robin Le Normand y Julián Álvarez, y el aire estaba cargado de expectación. Ambos jugadores habían llegado al club con altas expectativas, pero lo que prometía ser una nueva etapa en sus carreras también traía consigo una dosis de rivalidad inesperada.

Robin Le Normand se movía con la calma de quien ha visto y hecho casi todo en el fútbol. Su presencia en el campo era imponente; cada paso que daba parecía resonar con la seguridad de un defensor experimentado. Con su actitud distante, se mantenía apartado, concentrado en perfeccionar su técnica. Su mirada fría y calculadora era el reflejo de su total dedicación al juego, y aunque sus compañeros intentaban acercarse, él parecía estar en su propio mundo.En contraste, Julián Álvarez irrumpió en el campo con una energía casi eléctrica. Su forma de entrenar era frenética, con una pasión que se notaba en cada toque del balón y en cada carrera hacia la portería. Era el tipo de delantero que no solo jugaba con el corazón, sino también con un temperamento explosivo que lo hacía tanto temido como amado por los aficionados. La diferencia entre él y Robin era palpable; si Robin era la calma en la tormenta, Julián era el rayo que la desencadenaba.

Desde el primer minuto, la tensión entre ellos era evidente. Robin observaba con desdén la actitud desmedida de Julián, mientras este último consideraba a Robin como un rival arrogante. Durante el calentamiento, Robin se movía con precisión metódica, mientras que Julián, con su carácter impulsivo, cometía errores que le valieron algunos murmullos de desaprobación por parte de Robin.

El primer enfrentamiento entre ellos llegó durante un ejercicio de partido reducido. Robin, como defensor, se encargó de marcar a Julián, y la batalla entre ellos fue incesante. Julián intentaba penetrar la defensa con rapidez y astucia, mientras que Robin lo frenaba con su robustez y técnica. Cada choque y cada disputa de balón parecía aumentar la animosidad entre ambos.

-¿Qué haces? -exclamó Julián, tras un roce fuerte que le hizo perder el equilibrio. -¿Te crees el rey del campo o qué?

-Solo estoy haciendo mi trabajo -respondió Robin con frialdad, sin detenerse.

El entrenador, consciente de la tensión, se dirigió a ambos con un tono que intentaba ser conciliador pero que solo sirvió para aumentar la frustración.

-¡Concédele un poco de espacio, Robin! -ordenó. -Y Julián, menos show y más precisión.

Al final del entrenamiento, el vestuario estaba impregnado de un aire denso. Los jugadores se dispersaron, y Robin y Julián intercambiaron miradas cargadas de resentimiento. Sin embargo, a pesar de la hostilidad, había una especie de admiración subyacente; ambos sabían que el otro era una amenaza real para sus propios objetivos.

Con el inicio de la temporada acercándose, el destino parecía estar preparado para enfrentar a estos dos jugadores en un duelo no solo de habilidades, sino también de egos. La competitividad era alta, y la necesidad de demostrar su valía se convertía en una constante.Mientras los aficionados y los medios esperaban con ansias el debut de estos fichajes, Robin y Julián se encontraron en una situación que parecía imposible de manejar. Lo que había comenzado como rivalidad y desconfianza pronto se transformaría en una historia mucho más complicada, una que se desarrollaría en el fragor de la competición y bajo la mirada implacable de todos.

La primera semana en el Atlético de Madrid había sido solo el principio.

El arte de defender(te) // Robin Le Normand y Julián ÁlvarezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora