El sol de la mañana caía a plomo sobre el césped del campo de entrenamiento. Era mi primer día en el Atlético de Madrid, y aunque había imaginado este momento mil veces, la realidad lo superaba todo. Sentía la expectación en el aire, el murmullo de los aficionados y las miradas de los compañeros de equipo. La presión era palpable, pero también lo era la adrenalina que recorría mis venas. Sabía que este era el comienzo de algo grande.
No pude evitar fijarme en él. Robin Le Normand, el fichaje estrella de la defensa, se movía con una seguridad casi insultante. Caminaba por el campo como si le perteneciera, manteniéndose alejado de todos, centrado en su propio entrenamiento. Esa actitud tan fría, tan distante, me irritaba ¿Quién se creía que era?
Yo, en cambio, estaba dispuesto a demostrar de qué estaba hecho. Entré al entrenamiento con toda la energía que tenía. Cada toque del balón, cada carrera, llevaba mi sello de pasión y entrega. Así era yo, un delantero que jugaba con el corazón y con un fuego interior que a veces podía ser difícil de controlar. Pero al parecer, eso no era suficiente para él.
Desde el primer momento, noté la forma en que me miraba. No eran simples miradas; eran juicios en silencio, evaluaciones constantes de cada uno de mis movimientos. Era como si esperara que fallara, como si quisiera ver en mí algo que no estuviera a la altura. Y eso, por supuesto, solo me hizo querer demostrarle que se equivocaba.
El primer enfrentamiento directo con Robin llegó durante un ejercicio de partido reducido. Me tocaba enfrentarlo, y me preparé mentalmente para el desafío. Intenté usar mi velocidad para superarlo, pero él estaba ahí, cerrando cada espacio, anticipando cada movimiento. Cada choque con él era como chocar contra un muro. Lo peor no era la resistencia física, sino la maldita calma con la que lo hacía. Su rostro no mostraba ninguna emoción, ni frustración ni enfado. Solo esa maldita tranquilidad.
—¿Qué haces? —le espeté, frustrado, después de que un roce fuerte me hiciera perder el equilibrio.—¿Te crees el rey del campo o qué?
Él ni siquiera se detuvo para mirarme.
—Solo estoy haciendo mi trabajo —respondió con una frialdad que solo sirvió para hacerme hervir la sangre.
El entrenador intervino, intentando poner paz, pero sus palabras se sintieron como una reprimenda hacia ambos.
—¡Concédele un poco de espacio, Robin! —gritó Simeone—. Y Julián, menos show y más precisión.
Sentí las miradas de mis compañeros. Algunos parecían divertidos, otros preocupados. Me di cuenta de que nuestra rivalidad ya había empezado a hacer ruido, y no solo en el campo. Pero, ¿cómo iba a ceder? No podía dejar que alguien como Robin me intimidara.
El resto del entrenamiento fue una batalla constante. Cada vez que lo tenía cerca, sentía la necesidad de superarlo, de demostrar que no era solo un delantero rápido, sino un jugador que podía marcar la diferencia. Y a pesar de que no lo admitiría en voz alta, había algo en esa tensión que también me motivaba. Robin era un rival formidable, y eso me obligaba a elevar mi nivel, a no dar nada por sentado.
Al final del entrenamiento, el vestuario estaba cargado de tensión. Nos cruzamos un par de veces sin intercambiar palabras, pero las miradas eran suficientes. Había algo en la forma en que nos desafiábamos que no solo se trataba del juego. Me daba cuenta de que Robin no era solo un defensor más; era alguien que, de alguna manera, se había convertido en mi obstáculo personal.
Mientras me cambiaba, no pude evitar pensar en cómo esta rivalidad iba a marcar mi tiempo en el Atlético. Sabía que la temporada sería un campo de batalla, no solo contra los rivales en la liga, sino también contra él. ¿Podría aprender a trabajar con él, o estábamos condenados a chocar hasta el final? Fuera como fuese, una cosa estaba clara: esta era solo la primera semana, y lo que había comenzado como una simple rivalidad estaba a punto de volverse mucho más complicado.
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El arte de defender(te) // Robin Le Normand y Julián Álvarez
FanfictionRobin Le Normand y Julián Álvarez llegan al Atlético de Madrid con expectativas altas y una rivalidad inesperada. Robin, un defensor imponente, es conocido por su frialdad y dedicación al equipo, mientras que Julián, un delantero apasionado, trae co...