Capítulo 12: La confesión de Robin

13 0 0
                                    

Le Normand llevaba semanas distraído. En los entrenamientos, su habitual precisión en la defensa se había vuelto errática, y su cabeza estaba en otro lugar. Durante los partidos, más de una vez perdió la marca de su hombre, y aunque nadie se lo dijo directamente, él podía sentir las miradas de su entrenador cada vez que fallaba en una cobertura o llegaba tarde a un cruce. Aquella tarde, el partido contra un rival de media tabla se estaba complicando más de lo debido, y Robin no estaba contribuyendo en lo más mínimo.

El gol que encajaron al final del primer tiempo fue el resultado de un error suyo. Un pase que normalmente habría interceptado sin problemas pasó rozándole el pie, y el delantero del equipo contrario no perdonó. Robin suspiró, consciente de que la falta de concentración le estaba costando caro.

Durante el descanso en el vestuario, mientras el entrenador daba instrucciones, Robin apenas escuchaba. Sus pensamientos estaban muy lejos del campo de juego, divagando sobre el momento en que vio a Julián en su casa, compartiendo risas con Enzo Fernández. Esa escena lo había dejado helado, incapaz de procesar lo que significaba ver a alguien más ocupar el lugar que, hasta hace poco, había sido suyo.

Al término de la charla táctica, Axel Witsel y Antoine Griezmann, dos de sus compañeros más cercanos en el equipo, se acercaron a él. Robin notó sus miradas, primero de preocupación, luego de curiosidad. Ambos hablaron en francés, conscientes de que la barrera idiomática ofrecería algo de privacidad en medio del bullicio del vestuario.

—Robin, ¿qué te pasa?—preguntó Witsel con la típica calma que lo caracterizaba—. No eres tú en el campo. No estás concentrado.

Griezmann, siempre más directo, se cruzó de brazos y lo miró fijamente.

—Lo sabemos, algo te tiene distraído. No es la primera vez que pasa estas semanas.

Robin soltó un suspiro. Sabía que no podía seguir guardándose todo para él. Witsel y Griezmann eran más que compañeros; con ellos podía ser honesto, y quizás eso era exactamente lo que necesitaba. Tras unos segundos de silencio, finalmente habló.

—Después del partido, venid a casa. Necesito hablar de algo.

Ambos asintieron, sin hacer más preguntas. Griezmann le dio una palmada en la espalda, como si quisiera transmitirle que todo estaría bien, mientras Witsel simplemente le dedicó una mirada comprensiva. No era el momento ni el lugar para profundizar, pero sabían que lo que fuera que tenía a Robin tan afectado, era importante.

Más tarde, en la casa de Robin, el ambiente era mucho más relajado, aunque tenso en el interior de Le Normand. Los tres amigos se sentaron en la sala, las luces bajas y el sonido tenue del tráfico nocturno de Madrid filtrándose por las ventanas. Había cervezas sobre la mesa, pero nadie las había tocado aún. Griezmann rompió el silencio.

—Vale, ya estamos aquí. ¿Qué está pasando, Robin?.

Robin se pasó una mano por el pelo, buscando las palabras adecuadas.

Finalmente, decidió ser directo. No podía seguir escondiéndolo más.

—Es por Julián —dijo, casi en un susurro—. Desde su lesión, he estado pasando mucho tiempo con él, ayudándole en la rehabilitación. Pensaba que lo hacía solo como su amigo, como su compañero. Pero... no es así. Me di cuenta de que siento algo más por él. Algo que no quiero admitir, pero que no puedo ignorar. Y ahora Enzo está con él, ayudándole en su recuperación, y me siento... reemplazado.

Witsel y Griezmann intercambiaron miradas, pero no interrumpieron. Sabían que Robin necesitaba desahogarse.

—No puedo concentrarme. Cada vez que estoy en el campo, mi cabeza está en otra parte, pensando en lo que está pasando entre ellos dos. Sé que no tiene sentido, Julián tiene derecho a estar con quien quiera, pero... me duele. Y no puedo evitarlo.

Griezmann, con su experiencia tanto dentro como fuera del campo, fue el primero en hablar.

—Robin, estás en una situación complicada. Es normal que te sientas así, pero tienes que separar lo que sientes por Julián de tu rendimiento en el campo. Tu cabeza tiene que estar aquí, en los entrenamientos, en los partidos. Si no, no solo te estás perjudicando a ti mismo, sino también al equipo.

Witsel asintió.

—Exactamente. Nadie dice que sea fácil, pero tienes que encontrar una manera de lidiar con esto fuera del campo. Lo que sientes por Julián es algo que solo tú puedes resolver, pero no puedes dejar que afecte a tu juego. Tienes que ser fuerte, Robin.

Robin sabía que tenían razón, pero eso no hacía que fuera más fácil. ¿Cómo se suponía que debía seguir adelante, cuando todo lo que quería estaba a su alcance y, al mismo tiempo, tan lejos?

—No sé qué hacer —admitió Robin, apoyando los codos sobre las rodillas y mirando el suelo—. Quiero hablar con Julián, decirle lo que siento. Pero también tengo miedo de lo que pueda pasar. Si le digo la verdad, podría arruinarlo todo.

Witsel tomó un sorbo de su cerveza, pensando en las palabras correctas.

—No tienes que tomar una decisión ahora. Pero sí tienes que ser honesto contigo mismo primero. Tal vez la solución no sea alejarte de Julián, sino enfrentarlo, decirle lo que realmente sientes. Y si no está de acuerdo o no siente lo mismo, al menos sabrás que hiciste lo correcto para ti. Y eso te permitirá seguir adelante, de una forma u otra.

Griezmann añadió, con una sonrisa comprensiva:

—Y no olvides que estamos aquí para lo que necesites, Robin. No tienes que cargar con esto solo.

Robin asintió, agradecido por el apoyo de sus amigos. Sabía que el camino por delante no sería fácil, pero tener a Witsel y Griezmann de su lado le daba algo de consuelo. Aún no estaba seguro de qué haría con Julián, pero al menos, después de mucho tiempo, sentía que no tenía que cargar con ese peso en soledad.

El arte de defender(te) // Robin Le Normand y Julián ÁlvarezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora