Capítulo 2: El desafío de la convivencia (Le Normand's pov)

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La tensión en el vestuario del Atlético de Madrid era palpable. Aunque la rivalidad entre Álvarez y yo era evidente, no era la única fuente de conflicto en el equipo. Todos parecían estar al borde de sus asientos, preparados para demostrar lo que valían. A mí, personalmente, me preocupaba más cómo íbamos a integrarnos como equipo que la competencia con Julián.

Durante la reunión previa al partido en la sala de tácticas, Diego Simeone nos dio un discurso motivador. Me encontré al fondo, observando cómo Julián me lanzaba miradas desafiantes. Intenté no dejarme afectar y concentrarme en el plan del partido.

—El rival de esta semana no será fácil —comenzó Simeone—. Pero tenemos un equipo sólido. Robin, confío en ti para mantener la defensa firme. Julián, necesitaré tu velocidad y precisión frente a la portería.

Las palabras de Simeone eran claras, y las responsabilidades estaban bien definidas. Aunque la mención de Julián me hizo pensar en cómo nuestras personalidades chocaban, no podía permitirme distraerme. Mi tarea era defender con rigor, y eso era lo que iba a hacer.

Ángel Correa, el delantero siempre optimista, añadió un comentario que me hizo reflexionar sobre el papel de todos en el equipo.

—Y no olvidemos a Koke y a Saúl. Si Koke nos da la creatividad y Saúl el músculo en el centro del campo, deberíamos estar bien.

Koke, el capitán, asentía con seriedad. Entendía su rol y la importancia de su experiencia. Saúl, conocido por su determinación, también estaba listo para darlo todo.

—Exactamente —dijo Koke—. Saúl y yo estaremos ahí para recuperar balones y distribuirlos. No hay lugar para errores.Mientras el equipo se preparaba para el entrenamiento, el ambiente era una mezcla de ansiedad y anticipación. Mario Hermoso, con su actitud relajada y su habilidad para leer el juego, se me acercó.

—Oye, Robin —dijo Mario con una sonrisa—, veo que tienes una energía interesante con Julián. No dejes que eso te distraiga.

Asentí en silencio, sabiendo que Mario tenía razón. La rivalidad con Julián no debía distraerme. Sin embargo, sus palabras me hicieron sentir una incomodidad que no podía ignorar.

El entrenamiento comenzó con un ejercicio de posesión y presión. Me tocó marcar a Julián una vez más, y la intensidad del ejercicio reflejaba la rivalidad entre nosotros. Cada vez que Julián intentaba avanzar, me aseguraba de cerrar los espacios con firmeza. No podía dejarlo ganar, pero al mismo tiempo, no quería que esta competencia se convirtiera en una distracción.

En un rincón del campo, el canterano Carlos Martín observaba nuestro enfrentamiento con una mezcla de admiración y curiosidad mientras charlaba con Riquelme.

El entrenamiento se extendió hasta el final de la tarde y, mientras nos dirigíamos al vestuario, Koke reunió a los jugadores para una charla final.

—Hemos entrenado duro y estamos listos para el partido —dijo Koke con firmeza—. Recordad, somos un equipo. Necesitamos dejar nuestras diferencias afuera y enfocarnos en lo que realmente importa: ganar.

Las palabras de Koke resonaron en mí. A pesar de que nuestras tensiones no se habían disipado, sus palabras recordaban la importancia de la unidad. El éxito del equipo dependía de nuestra capacidad para trabajar juntos, más allá de nuestras diferencias personales.

A medida que se acercaba el día del partido, me di cuenta de que nuestra rivalidad no podía verse reflejada en el juego del equipo. El primer partido de la temporada era una prueba de nuestras habilidades individuales, pero también de nuestra capacidad para encontrar un terreno común en medio de la competencia feroz. Lo que había comenzado como una rivalidad personal estaba a punto de convertirse en un desafío mayor, y por primera vez, me sentí nervioso.

El arte de defender(te) // Robin Le Normand y Julián ÁlvarezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora