Capítulo 16: El día que todo se derrumbo (Le Normand's pov)

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Después de aquella conversación con Julián, no pude dejar de pensar en lo que estaba ocurriendo entre nosotros. Las cosas habían llegado a un punto en el que no podía seguir ignorándolo. Aunque habíamos hablado, no sentí que hubiéramos resuelto nada. Julián seguía siendo una constante en mi mente, y mi rabia hacia Enzo, por su cercanía con él, solo iba en aumento.

Los días posteriores al derbi habían sido extraños. Había tensión en el ambiente, no solo en el equipo, sino en mi interior. Había intentado centrarme en los entrenamientos, como siempre lo hacía cuando las cosas se volvían difíciles, pero no podía sacudirme la sensación de que algo estaba por explotar.

Una tarde, después de una larga sesión en el gimnasio, recibí un mensaje. El teléfono vibró en mi bolsillo y, cuando lo saqué, vi el nombre de Enzo en la pantalla. Mi primer impulso fue ignorarlo, pero algo en mí sabía que no podía dejarlo pasar.

Enzo Fernández: "Supongo que ya habrás notado que Julián siempre vuelve a mí, ¿verdad? No te hagas ilusiones, Le Normand. Al final, él sabe lo que le conviene. No te preocupes, seguiré cuidándolo. Aunque me pregunto... ¿alguna vez lo tendrás tú?"

La rabia me golpeó como una bofetada. ¿Qué demonios se creía? Ese mensaje no solo era provocador, era cruel. Había jugado con mis inseguridades, con mi miedo a perder a Julián, y lo sabía perfectamente. Cada palabra era un recordatorio de que Enzo siempre había estado cerca de Julián, y yo, a pesar de todo, me sentía cada vez más lejos.

Apreté el teléfono en mi mano, sintiendo el calor de la ira creciendo en mi pecho. No podía dejar que Enzo ganara. No esta vez. Sabía que si dejaba pasar este comentario, solo seguiría alimentando sus provocaciones.

Tomé aire y le respondí, mi mensaje corto y directo.Robin Le Normand: "Quedemos. Hablemos de esto en persona."

Sabía que lo que iba a hacer no era lo más racional, pero en ese momento no me importaba. Necesitaba confrontar a Enzo, y, sinceramente, parte de mí quería descargar toda la frustración acumulada en una conversación que probablemente no acabaría bien.

Enzo respondió casi al instante, con su habitual actitud de superioridad.

Enzo Fernández: "Perfecto. ¿Dónde y cuándo?"

Quedamos en vernos en un café discreto de las afueras de Madrid al día siguiente. Durante la noche, mis pensamientos giraban en torno a lo que podía salir mal, pero también a lo que necesitaba decirle. No podía permitir que Enzo siguiera metiéndose entre Julián y yo. Esto tenía que parar.

Cuando llegué al café, Enzo ya estaba allí, sentado con una expresión relajada y una sonrisa que me provocó náuseas. Sabía que estaba disfrutando de todo esto, de la pelea por Julián, de la tensión que había generado.

Me acerqué a la mesa y me senté frente a él, sin decir una palabra al principio. El silencio entre nosotros fue tenso, pero finalmente Enzo rompió el hielo con un tono de burla.

—Bueno, parece que finalmente tienes algo que decir, ¿eh? —dijo, con una sonrisa burlona—. ¿Vas a admitir que nunca podrás estar a la altura?

Su tono me encendió al instante. Pero no iba a dejar que me dominara con sus provocaciones. En lugar de responder a su ataque, mantuve la calma, aunque mis manos temblaban ligeramente bajo la mesa.

—Esto tiene que acabar, Enzo —dije en voz baja, mirándolo a los ojos—. No sé qué estás buscando con esto, pero Julián no es un trofeo por el que puedas pelear. Esto no es un juego.

Su sonrisa se desvaneció ligeramente. Sabía que lo que estaba haciendo no tenía sentido, pero Enzo era de esos que no aceptaban perder, sobre todo cuando creían tener ventaja.

—¿Un juego? —repitió, inclinándose hacia adelante—. Mira, Robin, sé que Julián y vos tienen algo, lo veo. Pero al final, él siempre viene a mí. Siempre ha sido así. ¿De verdad crees que puedes cambiar eso? Solo mírate, enloqueciste en el campo el otro día por él. Todo esto te está afectando más de lo que crees.

Apreté los puños, luchando por mantener la calma. Sabía que Enzo estaba tratando de manipularme, de usar mis emociones contra mí. Pero ya había llegado demasiado lejos.

—Si vuelves a hablarme así, o si vuelves a usar a Julián para provocarme, te lo juro, Enzo, te arrepentirás —dije en voz baja, pero firme—. Te doy esta advertencia solo una vez. No me importa lo que haya entre tú y Julián, pero si sigues jugando con esto, vas a tener un problema mucho más grande que una simple conversación.

Enzo me miró fijamente, su sonrisa completamente desaparecida ahora. Sabía que no me estaba tomando a la ligera, y aunque su orgullo no le permitiría admitirlo, por fin había logrado tocar un punto sensible.

—No me amenaces, Le Normand —respondió, aunque su voz sonaba menos segura que antes—.Me levanté de la mesa, tratando de dejarle allí, pero me siguió hasta el aparcamiento, donde todo se desencadenó.

El arte de defender(te) // Robin Le Normand y Julián ÁlvarezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora