Capítulo 11: La sombra del olvido (Le Normand's pov)

7 1 0
                                    

Observaba desde el fondo de la sala, con los brazos cruzados y el ceño fruncido. Julián había traído a Enzo Fernández a Majadahonda, y la tensión en el aire era palpable desde el momento en que entraron. Traté de mantenerme tranquilo, de no dejar que las emociones me superaran, pero cada palabra que salía de la boca de Enzo me hacía hervir la sangre.

"Tuvimos algunos días duros, ¿eh? Pero al final, con paciencia y constancia, logramos que Julián mejorara."

¿"Logramos"? Sentí cómo mi estómago se revolvía. Esa palabra resonaba en mi mente como un eco vacío. Todo lo que había hecho por Julián, las horas que habíamos pasado juntos, los momentos en los que le había sostenido, física y emocionalmente, se estaban borrando de un plumazo con esas declaraciones. Era como si Enzo hubiera decidido reescribir la historia y borrar mi presencia. Y lo peor de todo es que Julián no decía nada. Le dejaba hablar, sin corregirle, sin detenerle.

Apreté los puños, tratando de controlar mi respiración. No quería armar una escena, no quería perder el control frente a todos. Pero cada frase que Enzo soltaba me hacía sentir que algo dentro de mi se rompía un poco más.

"Me costó convencerle de que no se apresurara. Le dije que lo importante era no rendirse."

Sentía que ya no podía contenerme más. Yo había sido quien estuvo con Julián desde el principio, quien lo animó cuando quería rendirse, quien lo empujó a seguir adelante cuando el dolor era insoportable. Y ahora, Enzo se estaba apropiando de esos momentos, hablando como si él hubiera sido el pilar fundamental en la recuperación de Julián, y borrando los instantes que nos habían acercado tanto.

"Fuimos progresando juntos."

Esas palabras fueron el detonante.Sentí una ira profunda que nunca antes había experimentado, mezclada con una tristeza que parecía ahogarme. ¿Cómo había llegado a esto? ¿Cómo era posible que Julián se quedara callado, permitiendo que Enzo distorsionara la realidad? Yo había estado ahí, día tras día, sacrificando mi tiempo, mis emociones, mi energía. Y ahora, todo parecía desmoronarse. Me sentía completamente traicionado. Esto era por lo que nunca dejaba que nadie se acercara a mi.

Miré a Julián con la esperanza de ver alguna reacción, alguna señal de que reconocía lo que estaba pasando, que corregiría a Enzo. Pero Julián permanecía en silencio, casi incómodo, pero sin hacer nada al respecto, como si le debiera algo a ese sustituto de mi. Ese silencio era lo que más me dolía.

Respiré hondo, sintiendo cómo la tensión se acumulaba en mi pecho. No podía quedarme callado. No esta vez. Ya había comprobado que consecuencias tenía no expresarme y no ser sincero conmigo mismo y con los demás.

—¿Una parte importante? —interrumpí, mi voz resonó en la sala, más fría y firme de lo que había planeado.

Todos los ojos se volvieron hacia mí, Enzo me miró casi con sorpresa, sin esperarse la confrontación. Di un paso adelante, con los ojos fijos en él.

—¿En serio, Enzo? —mi tono era una mezcla de desafío y amargura.

El silencio en la sala se hizo aún más denso, y sentía cada mirada clavada en mi espalda. Pero ya no me importaba. Necesitaba decir la verdad. Necesitaba que todos supieran lo que realmente había pasado.

—Estuve con Julián desde el primer día, cuando apenas podía moverse sin dolor. Fui yo quien lo levantó. Yo lo empujé cuando quería rendirse. No sé dónde estabas tú, pero no fue aquí.

Las palabras salieron de mi boca como una descarga. Sentía cómo cada frase que pronunciaba estaba cargada de toda la frustración, el dolor y el cansancio acumulados durante esos meses. Había soportado mucho, había mantenido la compostura, pero no podía permitir que Enzo se llevara el mérito por algo que no le pertenecía y que eliminara mi paso por la vida de Julián, por efímero que este fuera.

Miré a Enzo, y luego a Julián, esperando alguna respuesta. Algo. Pero Julián seguía ahí, sin moverse, sin hablar. Sentí que el vacío entre nosotros era aún mayor que cuando nos habíamos conocido, y que este crecía más con cada segundo que pasaba.

Sabía que mis palabras eran duras, pero también eran necesarias. Alguien tenía que decir la verdad, y si Julián no iba a hacerlo, entonces lo haría él. No quería ningún reconocimiento de nadie por haber ayudado a Julián, quería que se acordara de todo lo que habíamos vivido juntos, que volviéramos a compartir esa intimidad y que me mirara otra vez con admiración. Por un momento, esperé que Julián me apoyara, que diera un paso adelante y reconociera lo que había hecho. Pero cuando no lo hizo, cuando Julián se mantuvo en ese incómodo silencio, sentí que algo se rompía dentro de mí.

Miré a Julián una última vez. Su expresión, mezcla de confusión y culpa, no me daba ninguna respuesta. Ahora era él el inquebrantable, el que no permitía leer su interior. Había esperado más de Julián, y esa decepción era más profunda de lo que nunca me había imaginado.

—Espero que lo que estés buscando, lo encuentres —dije en voz baja, sabiendo que esas palabras eran tanto para Enzo como para Julián.

Sin decir nada más, me di la vuelta y salí de la sala, con el eco de mis propias palabras resonando en mi mente. Había dicho la verdad, pero en el proceso, me había dado cuenta de que tal vez lo que había sentido por Julián no era recíproco. Tal vez, todo el esfuerzo, el tiempo y las emociones que había invertido no significaban lo mismo para Julián.

Mientras caminaba hacia la salida, sentía cómo la ira se disipaba lentamente, dejando en su lugar una tristeza profunda. Había perdido a Julián, o al menos, la idea de lo que había imaginado que podían ser juntos. Y ahora, mientras me alejaba, entendía que dejar ir también significaba aceptar que, tal vez, Julián había encontrado algo en Enzo que nunca encontró en mí.

El arte de defender(te) // Robin Le Normand y Julián ÁlvarezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora