Capítulo 15: El derbi madrileño (Julián's pov)

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El derbi madrileño siempre es un partido especial. La energía que se siente en el estadio es distinta, más intensa, más eléctrica. Aunque no estaba en el campo, esa electricidad llegaba hasta el palco donde yo me encontraba. No había forma de escapar a la emoción del momento. Pero lo que me hacía sentir más nervioso no era el ambiente ni la importancia del partido, sino lo que estaba ocurriendo con Robin.

Desde el inicio del encuentro, algo estaba mal. Lo noté de inmediato. Cada vez que Robin tocaba el balón, parecía inseguro, distraído. No era el defensor sólido y confiado que yo conocía. Y sabía perfectamente por qué. Era Vinicius. Siempre había algo entre ellos dos, una tensión latente, y esta vez parecía estar al borde de explotar.

Miraba a Robin desde el palco, deseando que se calmara, que recuperara su compostura. Sabía lo importante que era este partido para él, y también sabía que había estado entrenando sin descanso para llegar a este momento. Pero en cuanto vi a Vinicius acercarse a él y decirle algo, supe que las cosas iban a salir mal.

No pude escuchar lo que le dijo, pero por la expresión de Robin, no hacía falta. Vi el cambio en su rostro, el endurecimiento en su mandíbula, el fuego en sus ojos. Cuando Vinicius le lanzó ese comentario, fue como si algo dentro de él se rompiera. Lo empujó, y antes de que pudiera darme cuenta, lo derribó al suelo.

Sentí una mezcla de sorpresa, rabia y decepción. Robin era mejor que esto, lo sabía. No era alguien que se dejara provocar fácilmente, pero Vinicius había tocado un punto sensible. No tardó mucho en aparecer el árbitro, y la tarjeta roja fue inmediata. Expulsado del partido. Todo el estadio estaba en caos, pero lo único que podía hacer era mirar cómo Robin caminaba hacia el túnel con la cabeza baja.

Me dolió verlo así. No por el equipo, ni por el resultado, sino por él. Sabía que estaba sufriendo, que había mucho más detrás de ese momento de ira. La frustración, la duda, todo lo que llevaba cargando en silencio desde hacía semanas... y, en el fondo, también me sentía responsable.

Durante el resto del encuentro, mi mente no dejaba de dar vueltas. Tenía que hablar con Robin. Había estado evitando enfrentar lo que estaba ocurriendo entre nosotros, pero ya no podía hacerlo más. Necesitaba saber qué sentía él, pero también necesitaba explicarme. Estaba claro que todo lo que había sucedido entre Enzo, Robin y yo había llegado a un punto crítico, y no podía dejarlo así.

Tomé mi teléfono y le mandé un mensaje a Robin. "¿Podemos hablar cuando termine el partido?", le escribí. No quería esperar más. Tenía que arreglar esto, o al menos intentarlo.

Mientras esperaba su respuesta, Enzo entró en el salón de mi casa, con una sonrisa despreocupada en el rostro, como si nada hubiera pasado.

—Parece que tu amigo se ha vuelto loco hoy —dijo, dejándose caer en el sofá con esa confianza que siempre tenía—. ¿Ves lo que te dije? No puede manejar la presión.

Lo miré, cansado. No quería discutir con él, no hoy. Enzo había estado en mi vida mucho más de lo que me hubiera gustado últimamente, y aunque lo apreciaba, su presencia comenzaba a sentirse sofocante.

—Enzo, creo que deberías irte —dije, intentando que mi voz sonara lo más calmada posible.

Me miró con una ceja levantada, sorprendido por mi tono.

—¿Qué? ¿Por qué?

Suspiré, sabiendo que no sería fácil explicárselo. Pero necesitaba espacio, necesitaba claridad, y con Enzo alrededor, eso era imposible.

—Mira, has estado aquí mucho tiempo, y lo agradezco, de verdad. Pero necesito tiempo para pensar, para estar solo —le dije, intentando no sonar demasiado brusco—. Esto no es fácil para mí. Lo de Robin, lo de mi lesión... Todo se está complicando, y no quiero que te sientas atrapado en el medio de todo.

Enzo se levantó del sofá, su expresión pasando de la sorpresa a una especie de aceptación incómoda.

—¿Es por él, verdad? —preguntó, sin intentar disimular su disgusto—. Sabía que tarde o temprano iba a pasar. Siempre es él.

Negué con la cabeza, aunque parte de lo que decía era cierto. No era solo por Robin, pero su presencia, su relación conmigo, estaba afectando todo.

—Esto no es sobre Robin. Es sobre mí —le respondí, sintiéndome más firme en mi decisión—. Tengo que aclarar mis sentimientos, y no puedo hacerlo si estamos aquí, como si nada hubiera cambiado.

Hubo un largo silencio entre nosotros. Finalmente, Enzo asintió, aunque su mirada estaba cargada de resentimiento.

—Está bien, Julián. Me voy. Pero cuando todo esto termine, no me llames para recoger los pedazos —dijo antes de irse.

Cuando la puerta se cerró detrás de él, sentí una mezcla de alivio y culpa. No había sido fácil, pero sabía que era lo correcto. Necesitaba distancia, y necesitaba enfrentar lo que sentía por Robin sin la sombra de Enzo.

Robin y yo nos encontramos más tarde esa noche. Desde el momento en que lo vi, supe que algo había cambiado en él. Se veía agotado, pero también vulnerable, como si estuviera cargando el peso del mundo sobre sus hombros.

Nos sentamos en su apartamento, el ambiente pesado entre nosotros. No quería ir directo al tema, pero sabía que no podía evitarlo.

—¿Qué pasó ahí fuera, Robin? —le pregunté, mirándolo a los ojos, esperando que fuera honesto conmigo.

Él suspiró, llevándose una mano a la frente.

—Vinicius... me dijo algo. Algo sobre ti. Y... lo perdí —dijo, su voz cargada de frustración.

Lo observé en silencio, dejando que continuara. Sabía que había más.

—Dijo que nunca volverías a jugar al fútbol. Y no pude soportarlo. No sé por qué me afectó tanto, pero lo hizo —admitió, su mirada perdida en el suelo.

Sentí una punzada en el corazón. Sabía que mi lesión había sido dura para él, pero nunca imaginé que lo llevaría a este punto.

—No puedes dejar que Vinicius te controle de esa manera —dije, intentando mantener la calma—. Esto no se trata de él, ni de lo que diga. Se trata de ti, Robin. Y también de mí.

Robin levantó la mirada, su expresión llena de confusión.

—¿Qué quieres decir?

Suspiré, sabiendo que esto no iba a ser fácil.

—No sé qué está pasando entre nosotros, Robin. Pero lo que sí sé es que... esto nos está afectando a los dos. Y no podemos seguir así.

Su silencio fue la única respuesta que obtuve, pero no necesitaba palabras para saber que ambos estábamos en el mismo lugar. Perdidos, pero con una extraña sensación de conexión.

El arte de defender(te) // Robin Le Normand y Julián ÁlvarezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora