Capítulo 9: El peso del silencio

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Le Normand no solía salir mucho fuera de los entrenamientos y partidos. Sin embargo, las últimas semanas lo habían empujado a buscar un escape, algo que lo distrajera de la extraña sensación que le revolvía el estómago cada vez que pensaba en Julián. Fue en una de esas salidas que conoció a María. Ella no tenía nada que ver con el fútbol ni con ese mundo de presión constante y expectación, lo que la hacía refrescante. Era tranquila, inteligente y siempre tenía una sonrisa lista, una que, al principio, le ayudaba a despejar la mente.

Sin embargo, cuando estaba con ella, Robin no podía evitar que su mente vagara hacia otro lugar, hacia alguien más. Cada sonrisa que le devolvía a María estaba teñida con una sombra, y cada conversación ligera terminaba con una imagen de Julián apareciendo en su mente, ese Julián que día tras día se había vuelto más distante.

Robin intentaba negar lo que sentía, diciéndose que María era lo que necesitaba. Pasaban tardes en pequeños cafés y paseos por el parque, compartiendo risas que a veces se sentían forzadas. Pero, por las noches, cuando intentaba dormir, su cabeza volvía siempre al mismo lugar: a la casa de Julián, a sus ejercicios de rehabilitación, a esos silencios cómodos que compartían. Era imposible de ignorar.

Una tarde, tras un entrenamiento, Robin se encontró mirando su teléfono más de la cuenta. No había ningún mensaje de Julián. De hecho, hacía días que Julián apenas se comunicaba con él, y esa ausencia empezaba a pesarle. Robin intentó justificarse, diciéndose que Julián necesitaba espacio para concentrarse en su recuperación, pero en el fondo sabía que algo más estaba ocurriendo. Julián se había enterado de su relación con María, y eso había cambiado algo entre ellos. Lo sentía en cada mirada esquiva, en cada mensaje que quedaba sin respuesta.

El alejamiento dolía más de lo que esperaba. Robin nunca había sido de depender emocionalmente de alguien, pero la relación que había construido con Julián durante la rehabilitación era diferente. Y ahora, parecía que todo estaba en peligro de romperse.

El día del partido, la tensión en el aire era palpable. Robin no podía dejar de pensar en Julián, en el vacío que había dejado su distancia. Mientras el partido se desarrollaba, sus pensamientos estaban en todas partes menos en el campo, hasta que, casi de casualidad, un balón suelto cayó a sus pies. Sin pensar demasiado, remató con fuerza, y para su sorpresa, el balón entró en la portería con un gol perfecto.

La adrenalina recorrió su cuerpo, y antes de que pudiera detenerse, algo impulsivo se apoderó de él. Corrió hacia la banda, y levantando el brazo, trazó una "J" en el aire. Fue un gesto rápido, casi inconsciente, pero tan claro que era imposible no verlo. Al instante, todo el estadio se sumió en el murmullo de confusión, mientras los comentaristas y aficionados intentaban descifrar el significado de aquella letra. La "J" no tenía sentido para nadie... salvo para Robin. Ni siquiera la chica que estaba viendo podía relacionarse con ese gesto, porque su nombre no comenzaba por "J".

Al final del partido, los medios de prensa no tardaron en lanzar especulaciones. ¿A quién estaba dedicando Robin ese gol? Las cámaras se enfocaban en él mientras caminaba hacia el vestuario, pero en su mente solo había una imagen: Julián. Ese gol no había sido para María. Nunca lo había sido.

Mientras tanto, en el otro lado de la ciudad, Julián había visto el partido en su sala de estar, el aire cargado de emociones contenidas. Cuando Robin dibujó esa "J", su corazón dio un vuelco. Era imposible no sentirse aludido. Pero en lugar de aliviar el creciente abismo entre ellos, el gesto lo confundió aún más. ¿Qué significaba realmente para Robin? ¿Qué estaba intentando decirle con ese acto público cuando en privado parecía estar distanciándose?

Robin, por otro lado, sabía que las preguntas sobre la celebración no tardarían en aparecer. Y no solo eso, había algo más que lo había estado carcomiendo desde el incidente: lo que Vinicius le había hecho a Julián. Decidió que era hora de hacer algo al respecto. Había contratado en secreto a un periodista, alguien que podría hacer las preguntas que él no podía formular en público sin levantar sospechas. Sabía que tenía que ser sutil, pero también sabía que Vinicius merecía ser cuestionado. Y en la rueda de prensa siguiente, el plan se puso en marcha.

El periodista elegido levantó la mano en la sala de prensa después de que Vinicius hablara del partido y, con una expresión tranquila, hizo la pregunta que todos habían evitado hasta entonces:

—Vinicius, hay rumores sobre la entrada que hiciste a Julián Álvarez en el partido anterior. ¿Tienes algo que decir sobre eso? ¿Crees que tu acción fue intencionada?

El rostro de Vinicius se tensó por un segundo, visiblemente incómodo. Miró al periodista con una mezcla de incredulidad y molestia, como si esa pregunta no tuviera lugar en una rueda de prensa, pero todos los ojos estaban sobre él ahora, esperando una respuesta.

Robin, al ver la transmisión, no pudo evitar una leve sonrisa. No había justicia suficiente para lo que Vinicius le había hecho a Julián, pero al menos, por ahora, alguien lo estaba poniendo en la mira. Mientras tanto, la incógnita de la "J" seguía rondando, y la distancia con Julián crecía, aunque la conexión entre ellos nunca había sido más evidente.

El arte de defender(te) // Robin Le Normand y Julián ÁlvarezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora