Mientras me preparaba para el partido, me esforzaba por mantener la concentración y evitar cualquier tipo de interacción innecesaria con Julián, el peso de las expectativas estaba sobre nuestros hombros.
El silbato inicial resonó y salimos con fuerza. Desde el primer minuto, era evidente que la coordinación entre Julián y yo no era la mejor, todo culpa suya claro está. Sin embargo, ambos tratábamos de hacerlo lo mejor que podíamos, casi como si el rival no existiera, solo ser los mejores en nuestra posición. Yo me mantenía firme en la defensa, con la determinación de evitar cualquier fallo, mientras que Julián luchaba por encontrar oportunidades en ataque. Aún así, la desconexión entre nosotros estaba afectando la fluidez del equipo. Los balones que despejaba no encontraban a Julián, y sus carreras por la banda eran frenadas por la defensa rival.
En el minuto 30, el equipo contrario realizó un contragolpe que casi termina en gol. Solo mis reflejos y mi precisión salvadora evitaron el desastre. Miré a Julián y vi la frustración en sus ojos. Sentía que había una barrera invisible entre nosotros que no sabíamos cómo romper.
Al medio tiempo, el marcador seguía 0-0, y la tensión en el vestuario era evidente. Simeone, un hombre que normalmente se mantenía tranquilo ante un empate, se dirigió a nosotros con un tono más severo.
—¿Queréis seguir así? —bramó—. Sois dos de los mejores en vuestras posiciones. Pero esto es un equipo, y estáis jugando como si tuvierais algo que demostrar el uno al otro. ¡Dejad vuestras putas diferencias y jugad juntos!
Koke, tratando de calmar la situación, añadió:
—Confiad en el otro. Robin, dale la pelota a Julián. Julián, busca los espacios que Robin pueda crear para ti.
Las palabras de Koke resonaron en mí. Sabía que era crucial comenzar a cooperar. La segunda mitad comenzó. Aunque no intercambiamos palabras, ambos parecíamos más conscientes de la necesidad de trabajar juntos. Empecé a lanzar pases largos hacia Julián y aunque al principio la coordinación no era perfecta, con cada intento nos acercábamos más a la portería rival.
El reloj avanzaba y el marcador seguía sin moverse. En el minuto 85, llegó el momento decisivo. Teníamos un saque de esquina, era una jugada más que preparada. Koke lanzaría y todos nos elevaríamos en el aire para rematar. Koke caminaba hacia el corner y los jugadores se colocaban en el área, sin que nadie se fijara especialmente en mi me adelanté a la línea defensiva, mientras Julián se movía nerviosamente en el sitio, buscando un espacio ente los defensores.
El balón voló hacia el área. Me alcé con un poderoso salto, superando a los defensas. En lugar de intentar rematar yo mismo, cabeceé el balón hacia atrás, justo a la trayectoria de Julián. Inmediatamente vi cómo Julián, sorprendentemente rápido, conectaba un disparo preciso al fondo de la red.
El estadio estalló en vítores, y el equipo corrió a celebrar. Mientras la euforia nos rodeaba, me encontré con la mirada de Julián. Había un reconocimiento silencioso en nuestra conexión. Le di un leve asentimiento, y Julián, con una sonrisa apenas visible, me devolvió el gesto antes de ser rodeado por completo por nuestros compañeros.
La victoria del Atlético por 1-0 fue celebrada como un triunfo del esfuerzo colectivo. En las entrevistas postpartido, los periodistas se apresuraron a preguntarnos tanto a mi como a Julián sobre la sorprendente conexión entre nosotros. Ambos salimos del apuro con respuestas cortas y quitándole importancia, conscientes de que lo que había sucedido en el campo había sido una simple coincidencia.
Esa noche, me sorprendí pensando en el momento en el que asistí a Julián. Algo en ese instante me hizo reflexionar.
Al día siguiente, llegué al entrenamiento más temprano que el resto, como era habitual en mi ya desde que empecé en la Real. Soy una persona que disfruta de su propia compañía y me gusta levantarme temprano para entrenar por mi cuenta. Para mi sorpresa, Julián y yo llegamos prácticamente a la vez. Nos encontramos en el campo vacío, y aunque no nos dirigimos la palabra, la presencia del otro ya no se sentía tan incómoda. Mientras el equipo llegaba para la práctica, no pude evitar observar a Julián con disimulo, deseando entender más sobre que tipo de impulso había decidido por mí confiar en Julián en un instante tan crucial.
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El arte de defender(te) // Robin Le Normand y Julián Álvarez
FanfictionRobin Le Normand y Julián Álvarez llegan al Atlético de Madrid con expectativas altas y una rivalidad inesperada. Robin, un defensor imponente, es conocido por su frialdad y dedicación al equipo, mientras que Julián, un delantero apasionado, trae co...