No podía dejar de pensar en Julián desde aquella noche en el hospital. Las imágenes del partido, la brutalidad con la que Vinicius le había atacado, y luego la frialdad del hospital, se repetían una y otra vez en mi mente. Había algo más, algo profundo que me mantenía en vilo. No era solo el miedo a perder a un compañero de equipo o a un jugador clave. Julián me importaba de una manera que no podía comprender del todo, y eso me frustraba.
Desde el principio, había decidido estar a su lado, ayudarlo en su recuperación, pero con cada visita, cada conversación, esta decisión se sentía menos como una obligación y más como una necesidad. No podía dejar de ir. No podía dejar de buscar cualquier excusa para estar cerca de él.
Cada vez que cruzaba las puertas del hospital o la clínica de rehabilitación, un nudo de ansiedad y emoción se me formaba en el pecho. A veces, Julián me recibía con una sonrisa, otras veces, con el rostro tenso por el dolor y la frustración. Pero cada vez, sin importar cómo lo encontrara, sentía que estaba en el único lugar en el que debía estar.
Esta vez no fue diferente. Cuando llegué a la clínica, encontré a Julián terminando una agotadora sesión de fisioterapia. El sudor corría por su frente, sus músculos temblaban por el esfuerzo, y aun así, levantó la vista y me dedicó esa sonrisa cansada pero sincera. Me encontré a mí mismo fantaseando con ayudarle en los ejercicios pero me obligué a sacudir esos pensamientos de mi mente.
—No pensé que llegarías tan temprano —dijo Julián, su voz ronca y agotada. Me acerqué a él y mi corazón se aceleró tanto que tuve miedo de que Julián pudiera oírlo. Había algo en ver a Julián vulnerable, pero luchando con todas sus fuerzas, que me desarmaba por completo.
—Quería ver cómo te iba —respondí, mientras me esforzaba por mantener la voz neutral aunque cada vez me costaba más.
Julián asintió, pero yo podía ver en su mirada el cansancio. Sabía que la rehabilitación estaba siendo más dura de lo que él quería admitir y aunque Julían era fuerte, tanto física como mentalmente, había algo que lo estaba desgastando. El miedo. El miedo a no volver a ser el mismo en el campo, a no recuperar la magia que lo hacía destacar.
—Voy mejorando —dijo Julián, aunque su tono no sonaba del todo convencido—. Pero... a veces no puedo evitar pensar en si realmente volveré a ser el mismo.
Instantáneamente sentí una punzada en el pecho al escuchar eso. Era como si las palabras de Julián me llegaran demasiado cerca, demasiado profundo. Era como si su propia inseguridad se reflejara en mi. Pero, en ese momento, lo único que podía hacer era ser fuerte por ambos.
—Vas a volver —respondí con más firmeza de la que esperaba. Mis palabras no eran solo para Julián, también eran para mí mismo, como si al decirlo, pudiera creerlo aún más—. No sé cómo, ni cuándo, pero lo harás. Y no tienes que hacerlo solo.
Hubo un silencio que se alargó entre los dos, una pausa cargada de algo que no podía nombrar. Vi cómo los ojos de Julián me observaban, como si intentara descifrar lo que había detrás de esa promesa. Algo en él había cambiado desde la lesión, algo que yo no entendía del todo, pero que me obligaba a estar ahí, siempre.
—Gracias, Robin. De verdad. No sé qué habría hecho sin vos.
Esas palabras, simples y sinceras, me golpearon de una manera que no esperaba. Le daban más significado a lo que estaba haciendo, pero también complicaban lo que sentía. No quería admitirlo, pero cada vez que veía a Julián luchar por su recuperación, cada vez que veía su sonrisa o escuchaba su voz, me sentía más y más atrapado en una espiral emocional de la que no sabía cómo salir.
—No tienes que agradecerme nada —dije, aunque sabía que eso no era del todo cierto. Había algo que agradecía en esa relación, aunque no podía ponerlo en palabras.
Los días se convirtieron en semanas, y yo seguía encontrando excusas para estar cerca. Aunque las visitas no eran diarias, cada vez eran más frecuentes, y las conversaciones cada vez más largas. No era solo el fútbol lo que hablábamos, ni la recuperación de Julián. Había algo más. Y yo lo sabía, aunque intentara ignorarlo. Se sentía en casa cuando estaba con él, como si el mundo se desvaneciera un poco cada vez que intercambiábamos miradas.
Un día, mientras caminábamos juntos por los pasillos de la clínica después de una sesión particularmente dura, lo supe. Julián estaba agotado, pero su espíritu seguía tan intacto como siempre. Había algo en su determinación, en su manera de seguir adelante, que hacía que le admirara más de lo que debería. Y, de repente, todo se volvió más claro.
—Voy a estar aquí, pase lo que pase —dije, sin pensar demasiado en lo que sus palabras implicaban.
Julián se detuvo un segundo, mirándome directamente a los ojos, confundido, como si intentara entender el significado detrás de esa declaración. Y yo me dio cuenta de que había algo más en mi voz, algo que iba más allá de la simple amistad.
—Lo sé —respondió Julián, sin apartar la vista. Y en ese instante, ambos entendimos que algo había cambiado entre nosotros, algo que no podía retroceder.
Mientras continuábamos caminando, sentí todo el peso de lo que acababa de decir. No era solo un apoyo temporal, no era solo por la lesión. Estaba comprometiéndome a estar a su lado de una manera que nunca había imaginado antes. Y aunque me aterraba lo que eso significaba, también sentía una extraña paz al aceptarlo.Los días que seguirían serían más difíciles, tanto para Julián como para mí. Pero, por primera vez, supe que quería estar en ese camino, caminarlo junto a Julián, no solo como un compañero, sino como alguien que ya no podía ignorar lo que sentía.
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El arte de defender(te) // Robin Le Normand y Julián Álvarez
FanficRobin Le Normand y Julián Álvarez llegan al Atlético de Madrid con expectativas altas y una rivalidad inesperada. Robin, un defensor imponente, es conocido por su frialdad y dedicación al equipo, mientras que Julián, un delantero apasionado, trae co...