Capítulo 8: Tiempo de recuperación

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La rehabilitación de Julián había comenzado oficialmente. Desde que salió de la clínica, Robin se había comprometido a ayudarlo, pasando por su casa casi todos los días para asistirlo en los ejercicios que el fisioterapeuta había recomendado. Al principio, todo era profesional: estiramientos, masajes en las zonas afectadas, ejercicios de movilidad. Pero con el paso de los días, el ambiente entre ellos empezó a cambiar, casi imperceptiblemente al principio.

La casa de Julián se había convertido en un espacio compartido. Robin llegaba por las mañanas con ropa deportiva y un semblante tranquilo. Siempre traía consigo una energía serena que contrastaba con la ansiedad de Julián, quien luchaba por recuperar su condición física y volver al campo cuanto antes. Las primeras sesiones de rehabilitación fueron un reto, no solo para su cuerpo, sino también para su orgullo. No era fácil para Julián depender de otro, y mucho menos de Robin, con quien había tenido una relación tan confusa y llena de emociones contradictorias.

Sin embargo, cada día juntos les permitía conocerse un poco más. Julián empezó a apreciar la paciencia de Robin, su capacidad para escuchar sin juzgar, su forma de observar cada detalle de sus movimientos, preocupado por cualquier indicio de dolor. Por su parte, Robin sentía una creciente admiración por la determinación de Julián. A pesar de la frustración de estar fuera de los terrenos de juego, Julián no se rendía. Luchaba por cada avance, por cada paso en su recuperación.

—Vamos, un poco más —le decía Robin, sosteniéndolo suavemente por el brazo mientras Julián intentaba un nuevo ejercicio—. Solo un poco más, lo estás haciendo bien.

Julián resoplaba, agotado pero agradecido. Había algo en la forma en que Robin lo apoyaba que iba más allá de la simple ayuda física. Había una conexión, una comprensión silenciosa que poco a poco fue construyéndose entre ellos. Mientras el dolor físico se suavizaba con el tiempo, algo más empezaba a crecer en su lugar. A menudo, cuando Robin se concentraba en los ejercicios o le daba algún consejo, Julián se encontraba mirándolo más de lo necesario, notando los pequeños detalles: la forma en que sus ojos brillaban bajo la luz, el modo en que su voz calmada tenía un efecto tranquilizador.

Robin también había comenzado a sentirse diferente. Pasar tanto tiempo con Julián le permitía verlo en su vulnerabilidad, algo que nunca habría imaginado en el campo de juego. El delantero argentino, que siempre había sido un rival aguerrido y confiado, ahora estaba expuesto, mostrando su lado más humano, más real. Y eso, en lugar de alejar a Robin, lo atraía aún más. Había momentos en los que el silencio entre ellos se sentía cómodo, como si no hicieran falta palabras para entender lo que el otro estaba pensando.

Un día, después de una sesión especialmente agotadora, se quedaron en el salón de Julián, ambos respirando pesadamente mientras recuperaban fuerzas. Robin se recostó en el sofá, mirando al techo, mientras Julián, aún con la toalla en el cuello, se dejó caer en la silla más cercana. El ambiente estaba cargado de algo que ninguno de los dos se atrevía a nombrar.

—No sé qué habría hecho sin tu ayuda, Robin —murmuró Julián, rompiendo el silencio, con una honestidad que lo tomó por sorpresa incluso a él mismo.

Robin lo miró, sorprendido por la sinceridad en la voz de Julián. Sintió una oleada de emociones mezcladas, entre orgullo por haberlo ayudado y algo más profundo, algo que hasta entonces había intentado ignorar.

—No es nada. Sabes que haría lo mismo por cualquier compañero —respondió Robin, aunque ambos sabían que no era del todo cierto.

Julián asintió, aunque en su interior sentía que esa declaración sonaba vacía. Había algo especial en la manera en que Robin lo miraba, en cómo se quedaba más tiempo de lo necesario después de las sesiones, en cómo lo observaba cuando creía que no se daba cuenta.

Con cada día que pasaba, esa barrera que los separaba se desdibujaba un poco más. Lo que empezó como un simple compromiso profesional se estaba transformando en algo más complicado, más íntimo. Robin empezaba a abrirse, a hablar sobre su vida fuera del fútbol, algo que Julián apreciaba enormemente. Y Julián, por su parte, se daba cuenta de que, aunque su cuerpo se recuperaba, su corazón comenzaba a sentir cosas que no esperaba.

Había algo en Robin, una mezcla de fortaleza y vulnerabilidad, que lo atraía irremediablemente. Al principio, Julián se decía a sí mismo que solo era admiración, gratitud por todo lo que Robin había hecho por él. Pero con el tiempo, esa atracción se hizo más clara, más palpable. En cada mirada, en cada toque durante los ejercicios, sentía que algo más estaba creciendo entre ellos, algo que ninguno de los dos parecía listo para admitir, pero que era innegable.

El tiempo que compartían juntos, los pequeños gestos de apoyo y las conversaciones que se volvían cada vez más personales, estaban llevando su relación a un nuevo territorio. Ambos lo sentían, aunque ninguno se atrevía a dar el primer paso para reconocerlo.

El arte de defender(te) // Robin Le Normand y Julián ÁlvarezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora