Capítulo 4: Más de lo que parece

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Julián había decidido que llegaría al entrenamiento antes que nadie. Después del partido, algo se había removido dentro de él, una curiosidad y un interés por Robin que no lograba explicar. Quería ver más allá de la frialdad que el defensor mostraba en el campo, así que esa mañana se levantó temprano y se dirigió al campo de entrenamiento.

Cuando llegó, el lugar estaba casi vacío, solo los empleados del club preparaban las instalaciones para el día. Julián se dirigió al vestuario, pero en el camino se detuvo al ver un coche acercarse al aparcamiento. Era un vehículo que reconocía: el coche de Robin. Sin embargo, lo que realmente llamó su atención fue ver que había otra persona en el asiento del copiloto.

La puerta del coche se abrió y Julián observó con sorpresa cómo Arthur Vermeeren, el joven fichaje belga del Atlético, bajaba del coche. Robin salió por el lado del conductor, intercambiando algunas palabras con él en un tono que, a pesar de la distancia, sonaba amistoso y relajado. Julián sintió un nudo en el estómago. No sabía por qué, pero ver a Robin con otro jugador le produjo una sensación incómoda. ¿Celos? Sacudió la cabeza, tratando de ignorar la punzada.

Los dos caminaron juntos hacia el campo de entrenamiento, Arthur riendo por algo que Robin le había dicho. Julián los siguió con la mirada, intentando escuchar su conversación. Alcanzó a captar algunas palabras en francés. Robin hablaba fluidamente, mientras Arthur asentía, agradecido por la ayuda. Julián se quedó allí, observando, mientras la confusión y la inquietud lo invadían. Hasta ese momento, había asumido que Robin era una persona fría, cerrada, alguien que mantenía a los demás a distancia. Pero aquí estaba, ayudando al nuevo integrante del equipo, tomándose el tiempo de hablar con él en su lengua materna.

Durante el entrenamiento, Julián no podía evitar mirar a Robin y Arthur. El joven belga parecía más confiado en la cancha que en las sesiones anteriores, y Robin se encargaba de guiarlo, indicándole posiciones y movimientos en francés, traduciéndole las instrucciones del entrenador cuando era necesario. La dinámica entre ellos era diferente a lo que Julián había imaginado. Robin no era solo el defensor implacable que él había conocido en el campo; era alguien que se preocupaba por los demás, que se tomaba el tiempo para ayudar a un compañero a integrarse.

En un descanso, Julián se acercó al grupo donde Robin y Arthur estaban hablando. Arthur, con una sonrisa agradecida, agradecía a Robin por la ayuda.

—Merci, Robin. Sans toi, ce serait vraiment difficile —decía Arthur con una expresión de alivio.

—Pas de problème —respondió Robin con un tono tranquilo—. J'ai été dans ta situation. C'est normal de se sentir un peu perdu au début.

Julián no entendía francés más allá de lo básico, pero captó la esencia de la conversación. Robin había estado en su lugar antes, siendo el nuevo en un equipo extranjero. Julián se sintió algo torpe, como un extraño que irrumpía en un momento privado. Sin embargo, Robin se dio cuenta de su presencia y, sorprendentemente, se giró hacia él con una leve sonrisa.

—Le estoy ayudando con el idioma —explicó Robin—. Sé lo difícil que puede ser adaptarse cuando no entiendes todo lo que sucede a tu alrededor.

Julián asintió, sin saber muy bien qué decir. Por primera vez, estaba viendo una faceta de Robin que desconocía. No era el rival arrogante que él había imaginado, sino alguien capaz de empatizar, de ofrecer su tiempo y esfuerzo para ayudar a los demás. Algo en el interior de Julián se suavizó.

—Eso es... genial de tu parte —respondió Julián finalmente, intentando ocultar su sorpresa—. Nunca lo hubiera imaginado.

Robin se encogió de hombros, restando importancia al asunto, pero había un brillo diferente en sus ojos, una calidez que Julián no había notado antes.

Sin embargo, cuando el resto del equipo llegó al entrenamiento, algo cambió. Robin, que había estado conversando relajadamente con Arthur, volvió a adoptar su actitud fría y distante. Se cerró en sí mismo, limitándose a dar indicaciones cortas y precisas en el campo. Arthur pareció percibir el cambio también. El joven belga bajó la cabeza y se dedicó a seguir las instrucciones de Robin sin cuestionar nada, como si se hubiera acostumbrado a esta dualidad en el comportamiento del defensor.

Julián observó este cambio con desconcierto. No podía entender cómo Robin podía pasar de ser una persona cálida y atenta a este muro de hielo en cuestión de minutos. Pero lo más extraño fue que Arthur no parecía sorprenderse. De hecho, cuando los demás estaban cerca, Arthur interactuaba con Robin como un jugador más, sin mostrar la camaradería que había tenido minutos antes. Fue entonces cuando Julián comenzó a entender: Robin tenía dos caras. Era alguien que, por algún motivo, se mantenía distante y reservado cuando había más ojos observando, pero se permitía ser diferente en momentos de privacidad o confianza.

Durante el resto del entrenamiento, Julián notó cómo Robin evitaba cualquier tipo de cercanía emocional, incluso con Arthur. Volvía a ser el defensor serio y concentrado, el que solo se comunicaba con gestos cortos y órdenes concisas. Era como si Robin construyera una barrera a su alrededor, una que Julián no había logrado romper del todo, y aparentemente, tampoco Arthur.

Después de la sesión, mientras todos se dirigían a las duchas, Julián se acercó a Arthur.

—Oye, antes... cuando estabais solo tú y Robin, parecía diferente —comentó Julián, tratando de obtener más información.

Arthur miró a Julián y luego echó un vistazo a Robin, que ya se había ido en dirección a los vestuarios.

—Sí, él... es así —respondió Arthur con una leve sonrisa, como si entendiera la confusión de Julián—. Robin es una buena persona, solo que... prefiere mantener las distancias cuando hay más gente. Me lleva a los entrenamientos y me ayuda con el español porque entiende lo difícil que es estar en un lugar nuevo. Pero cuando estamos con el equipo... bueno, es su forma de protegerse, creo.

Julián asintió lentamente, asimilando las palabras de Arthur. Había más en Robin de lo que él había pensado, y esa dualidad, esa manera de protegerse del mundo, lo hacía sentir más intrigado y atraído hacia él. Ahora, más que nunca, Julián quería conocer a la verdadera persona detrás de la máscara que Robin llevaba puesta en la mayoría de las ocasiones.

Esa noche, Julián no podía dejar de pensar en cómo había juzgado a Robin erróneamente. Cada día descubría más capas en él, y con cada descubrimiento, su interés crecía. No era solo una atracción superficial, sino una conexión más profunda que deseaba entender. Mientras tanto, se prometió a sí mismo que encontraría una forma de acercarse a Robin, de ver más allá de esa frialdad que mostraba al mundo y descubrir quién era realmente.

El arte de defender(te) // Robin Le Normand y Julián ÁlvarezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora