Por fin llegaba el primer partido. Las gradas estaban llenas de seguidores ansiosos por vernos debutar, sobre todo a los nuevos fichajes. Mientras me preparaba para el partido, me esforzaba por mantener mi concentración, evitando cualquier tipo de interacción innecesaria con Robin, ya sentía bastante peso de las expectativas sobre mis hombros como para tener que lidiar con su calma y su seriedad que tan nervioso me ponían.
Aunque saltamos con fuerza al campo, la desconexión entre defensa y ataque era más que evidente. Los balones que Robin despejaba no llegaban a mí, y mis carreras por la banda eran frenadas por la defensa rival.
En el minuto 30, el equipo contrario realizó un contragolpe que casi termina en gol si no llega a ser por la actuación de Le Normand. El tipo era muy bueno, había que reconocerlo. Solo la intervención salvadora de Robin evitó el desastre. Me sentía frustrado; miraba hacia Robin con exasperación. Parecía que había una barrera invisible entre nosotros, y no podía entender cómo romperla.
Al medio tiempo, el marcador seguía 0-0, y la tensión en el vestuario era evidente. Simeone, normalmente tranquilo, se dirigió a nosotros con un tono más severo.
—¿Queréis seguir así? —bramó—. Sois dos de los mejores en vuestras posiciones. Pero esto es un equipo, y estáis jugando como si tuvierais algo que demostrar el uno al otro. ¡Dejad vuestras diferencias y jugad juntos!
Koke, tratando de calmar la situación, añadió:—Confiad en el otro. Robin, dale la pelota a Julián. Julián, busca los espacios que Robin pueda crear para ti.
Las palabras de Koke se sintieron como un terremoto para mí. Cuando la segunda mitad empezó, fue como si ambos estuviéramos reseteados. Robin comenzó a lanzarme pases largos y aunque la coordinación no era perfecta, con cada intento nos acercábamos más a los 3 palos rivales.
El reloj avanzaba y el marcador seguía sin moverse. Y en el minuto 85, llegó el corner. Teníamos una oportunidad con ese saque de esquina y no podíamos fallar.
El balón voló hacia el área tras el envío de Koke. Robin saltó, superando con facilidad la defensa contraria y, en vez de intentar rematar él mismo como habíamos practicado en los entrenamientos, cabeceó el balón hacia atrás para mi, que ante la mirada de todos conecté un disparo preciso al fondo de la red ante el que poco pudo hacer el guardameta.
El estadio estalló en vítores, y el equipo corrió a celebrar. Me encontré con la mirada de Robin. No necesitábamos palabras. Me asintió y yo sonreí levemente devolviéndole el gesto, antes de que todos nuestros compañeros nos rodearan para celebrar.
En las entrevistas postpartido, los periodistas se apresuraron a preguntar sobre la recién nacida dupla defensa-ataque y ambos respondimos lo que pudimos, saliendo de la pregunta de la manera más cordial y seca posible. No había ningún truco que desvelar ni ninguna explicación posible porque ni nosotros sabíamos como había pasado.
Esa noche no pude quitarme de la cabeza el momento en el que Robin me asistió. Me sorprendí devorando cada rastro de información que encontraba sobre él en internet. ¿Dónde había jugado antes? ¿Cuál era su historia? Había algo en él que me intrigaba, algo que no había percibido hasta ahora. No dormí nada aquella noche.
Al día siguiente, llegué al entrenamiento más temprano de lo habitual, sabiendo que él estaría allí. Nos encontramos en el campo vacío, y aunque no nos dirigimos la palabra, la presencia del otro ya no se sentía tan incómoda. Mientras los demás llegaban, aproveché para mirarlo fijamente, como si mi mirada fuera a desvelar todas las preguntas que tenía sobre él.
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El arte de defender(te) // Robin Le Normand y Julián Álvarez
FanfictionRobin Le Normand y Julián Álvarez llegan al Atlético de Madrid con expectativas altas y una rivalidad inesperada. Robin, un defensor imponente, es conocido por su frialdad y dedicación al equipo, mientras que Julián, un delantero apasionado, trae co...