El ambiente en el Metropolitano era infernal, como siempre lo es en un derbi madrileño. Sabía que este partido no sería fácil, ni por lo que significaba para el equipo ni por lo que significaba para mí personalmente. Desde el momento en que supe que me enfrentaría a Vinicius, sentí esa presión extra en el pecho, una mezcla de rabia contenida y frustración que no lograba sacudirme.
Había entrenado como nunca. No solo para este partido, sino para cada segundo en el que pisara el campo. Después de la clasificación a semifinales de la Champions, no podía permitirme un mal rendimiento. Simeone lo sabía y mis compañeros también. Pero hoy... hoy había algo más en juego.
El pitido inicial sonó y, desde el primer minuto, Vinicius hizo lo suyo. Provocaciones, comentarios, miradas. Sabía exactamente cómo jugar conmigo, y cada palabra que me lanzaba me hacía perder un poco más el control. Intenté mantenerme firme, ignorarlo, centrarme en el partido, pero había algo en él, algo en la manera en la que me miraba, que me volvía loco.
La primera mitad fue un desastre. Estaba demasiado distraído, errando pases y perdiendo balones que normalmente dominaría sin esfuerzo. Simeone me gritaba desde la banda, pero yo no podía escucharlo. Lo único que oía eran las palabras de Vinicius en mi cabeza, repitiéndose una y otra vez, como una canción maldita.
"¿Todo bien, Robin?", me soltó cuando se cruzó conmigo en un contragolpe. No contesté. Mi mandíbula estaba tan tensa que apenas podía moverla. Solo quería concentrarme, pero él no dejaba de empujar.
Luego, en la segunda mitad, lanzó la frase que lo cambiaría todo: "Julián nunca volverá a jugar al fútbol". Ese fue el golpe que no vi venir. Sentí como si me hubieran clavado un cuchillo en el estómago. Me detuve en seco, incapaz de procesar lo que acababa de decir.
—¿Qué dijiste? —pregunté, con la voz temblorosa, pero intentando mantener la calma.
—Lo que oíste —respondió Vinicius, con una sonrisa burlona—. Tu amiguito se acabó. Nunca volverá a ser el mismo.
Fue como si el mundo entero se oscureciera a mi alrededor. Todo el trabajo, todo el esfuerzo por contenerme, desapareció. Sin pensarlo, me lancé hacia él. Primero lo empujé, con toda la fuerza que tenía, y luego lo derribé. Los gritos del estadio se volvieron ensordecedores, pero no me importaba. Solo veía su sonrisa, ese gesto arrogante que me estaba destrozando por dentro.
—¡Robin, no! —escuché a Griezmann gritar desde la distancia, pero ya era demasiado tarde.
Antes de que me diera cuenta, el árbitro estaba corriendo hacia nosotros con la tarjeta roja en la mano. Expulsión directa. Me quedé ahí, inmóvil, mirando el suelo, mientras el árbitro me señalaba la salida. Los abucheos del público se mezclaban con los gritos de mis compañeros, pero todo se sentía borroso. Había perdido el control. Y ahora, lo estaba pagando.
Mientras caminaba hacia el túnel, no pude evitar buscar a Julián en el palco. Sabía que estaba ahí, lo había visto antes del partido. Y cuando finalmente lo encontré con la mirada, vi la decepción en sus ojos. No podía culparlo. Lo había arruinado, y todo por culpa de Vinicius.
El vestuario estaba en silencio cuando llegué, solo el eco de mis propios pasos resonaba en la habitación vacía. Me senté en un banco, con la cabeza entre las manos, tratando de calmarme, pero cada vez que recordaba lo que Vinicius había dicho, la ira volvía a quemarme por dentro. ¿De verdad Julián nunca volvería a jugar al fútbol?
Pasaron unos minutos antes de que escuchara mi teléfono vibrar en el bolsillo. Lo saqué lentamente, temiendo lo que pudiera encontrar. Era un mensaje de Julián.
"¿Podemos hablar cuando termine el partido?", decía el mensaje.Sentí una mezcla de alivio y miedo. Sabía que Julián querría hablar conmigo, pero no estaba seguro de si estaba listo para enfrentar lo que me fuera a decir. Me quedé mirando la pantalla durante un buen rato, sin saber cómo responder, hasta que finalmente escribí un simple "Sí".
Más tarde esa noche, después de que el partido terminara, me encontré con Julián en mi apartamento. Apenas lo vi, la culpa se apoderó de mí. Había perdido el control en el campo, y eso me había costado más que solo el partido.
—Robin... —empezó Julián, mirándome con esa mezcla de preocupación y tristeza que tanto temía ver—. ¿Qué pasó ahí fuera?
Suspiré, sintiendo como todo el peso de mis acciones y decisiones caía sobre mis hombros.
—Vinicius... —empecé a decir, pero las palabras se me atragantaban—. Me dijo que... que nunca volverías a jugar. Y perdí el control.
Julián me observó en silencio por un momento, como si intentara procesar lo que acababa de decir. Luego, se acercó y puso una mano en mi hombro.
—No puedes dejar que te afecte de esa manera —dijo, con la voz más suave de lo que esperaba—. Vinicius siempre va a intentar provocarte, pero no puedes reaccionar así, Robin. Tienes que ser más fuerte que eso.
Quería decir algo, disculparme, explicarle que no podía soportar la idea de que él no volviera a jugar al fútbol, pero las palabras no salían. Lo único que podía hacer era mirar el suelo, avergonzado de mí mismo.
—¿De verdad crees que no volveré a jugar? —preguntó Julián, su voz cargada de una inseguridad que rara vez mostraba.
Lo miré a los ojos, sorprendido por la pregunta. Sabía que la recuperación de su lesión era complicada, pero nunca había dudado de que volvería a ser el jugador que siempre había sido.
—No... yo... —balbuceé—. No sé por qué lo dijo, Julián. No creo eso, de verdad.
Julián asintió lentamente, pero su expresión seguía siendo tensa. Sabía que esto no iba a ser fácil, ni para él ni para mí. Y mientras me sentaba allí, en su apartamento, todo lo que había pasado en el campo se sentía aún más lejano. Lo único que importaba ahora era lo que iba a pasar entre nosotros.
—Solo... no quiero que te pierdas por esto, Robin —dijo finalmente, con una mirada de sincera preocupación—. No por mí.
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El arte de defender(te) // Robin Le Normand y Julián Álvarez
FanfictionRobin Le Normand y Julián Álvarez llegan al Atlético de Madrid con expectativas altas y una rivalidad inesperada. Robin, un defensor imponente, es conocido por su frialdad y dedicación al equipo, mientras que Julián, un delantero apasionado, trae co...