El día del partido inaugural llegó con un ambiente eléctrico en el estadio Metropolitano. Las gradas estaban llenas de seguidores ansiosos por ver a sus nuevos fichajes en acción. Robin y Julián, conscientes de la expectativa que pesaba sobre ellos, se enfocaron en sus rutinas prepartido, evitando cualquier tipo de interacción innecesaria.
El silbato inicial resonó en el aire, y el Atlético de Madrid salió con fuerza. Durante los primeros minutos, la falta de coordinación entre Robin y Julián era evidente. Robin se mantenía firme en la defensa, mientras que Julián luchaba por encontrar oportunidades en ataque, pero la desconexión entre ambos afectaba la fluidez del equipo. Los balones que Robin despejaba no encontraban a Julián, y las carreras de Julián por la banda eran frenadas por la defensa rival.
En el minuto 30, un contragolpe del equipo contrario casi resultó en gol. Solo la intervención salvadora de Robin evitó el desastre. Julián, exhausto por sus intentos fallidos de conectar con sus compañeros, lanzaba miradas frustradas hacia Robin. Sentía que no había manera de romper esa barrera invisible entre ellos.
Al medio tiempo, el marcador seguía 0-0, y la tensión en el vestuario era palpable. Simeone, en un tono más severo de lo habitual, dirigió su atención directamente a Robin y Julián.
—¿Queréis seguir así? —bramó—. Sois dos de los mejores en vuestras posiciones. Pero esto es un equipo, y estáis jugando como si tuvierais algo que demostrar el uno al otro. ¡Dejad vuestras diferencias y jugad juntos!
Koke, tratando de calmar los ánimos, añadió:
—Confiad en el otro. Robin, dale la pelota a Julián. Julián, busca los espacios que Robin pueda crear para ti.
La segunda mitad comenzó con un cambio en el aire. Robin y Julián, aunque seguían sin intercambiar palabras, parecían más conscientes de la necesidad de cooperar. La dinámica en el campo empezó a cambiar. Robin comenzó a lanzar pases largos hacia Julián, y aunque al principio la coordinación no era perfecta, con cada intento se acercaban más a la portería rival.
El reloj avanzaba y el marcador seguía sin moverse. En el minuto 85, llegó el momento decisivo. El Atlético tenía una oportunidad en un saque de esquina. Koke se preparaba para lanzar y los jugadores se colocaban en el área. Robin se adelantó a la línea defensiva, mientras que Julián se movía nerviosamente, buscando un espacio.
El balón voló hacia el área. Robin, con un salto poderoso, superó a los defensores y, en lugar de intentar rematar él mismo, cabeceó el balón hacia atrás, justo a la trayectoria de Julián. Julián, sorprendiendo a todos, reaccionó con rapidez y conectó un disparo preciso al fondo de la red.
El estadio estalló en vítores, y el equipo corrió a celebrar. Por un instante, Robin y Julián se quedaron mirándose. Había un reconocimiento silencioso en la mirada de ambos, un entendimiento que no necesitaba palabras. Robin dio un leve asentimiento, y Julián, con una sonrisa apenas visible, le devolvió el gesto antes de ser rodeado por sus compañeros.
La victoria del Atlético por 1-0 fue celebrada como un triunfo del esfuerzo colectivo. En las entrevistas postpartido, los periodistas se apresuraron a preguntar sobre la sorprendente conexión entre Robin y Julián. Ambos se limitaron a respuestas diplomáticas, conscientes de que lo que había sucedido en el campo.
Esa noche, mientras los aficionados discutían el partido y los medios elogiaban la actuación del equipo, Julián no podía quitarse de la cabeza el momento en el que Robin le había asistido. De camino a casa, se sorprendió a sí mismo buscando en su teléfono información sobre Robin. ¿Dónde había jugado antes? ¿Cuál era su historia? Había algo en él que lo intrigaba, algo que no había percibido hasta ahora.
Al día siguiente, Julián llegó al entrenamiento más temprano de lo habitual, fingiendo revisar sus botas y calentando en solitario. Pero no era el único. Robin también estaba ahí, practicando ejercicios de estiramiento. Los dos se encontraron en el campo vacío, y aunque no se dirigieron la palabra, la presencia del otro ya no se sentía tan incómoda como antes.
Mientras el equipo llegaba para la práctica, Julián observaba a Robin con disimulo, deseando entender más sobre ese hombre reservado que, en un instante crucial, había decidido confiar en él.
ESTÁS LEYENDO
El arte de defender(te) // Robin Le Normand y Julián Álvarez
FanfictionRobin Le Normand y Julián Álvarez llegan al Atlético de Madrid con expectativas altas y una rivalidad inesperada. Robin, un defensor imponente, es conocido por su frialdad y dedicación al equipo, mientras que Julián, un delantero apasionado, trae co...