Habíamos ganado, nos habíamos clasificado para las semifinales de la Champions. El ruido era ensordecedor, los compañeros gritaban, saltaban, abrazándose unos a otros. Pero yo... no podía moverme. Estaba sentado en mi lugar, con la cabeza entre las manos, intentando procesar todo lo que acababa de pasar.
Debería estar contento, ¿no? Hice la jugada clave, salvé al equipo en el último minuto. Pero en lugar de sentirme satisfecho, había algo que me impedía disfrutarlo por completo. Y la razón era tan obvia como difícil de aceptar. Julián.
Desde el momento en que supe que estaba en el estadio, en el palco, viéndome jugar, todo cambió. Entré al partido ya nervioso, con la cabeza en cualquier lugar menos en el campo. Los primeros minutos fueron un desastre total. Cada toque, cada pase... todo me salía mal. Simeone me gritaba desde la banda, pero yo no lograba concentrarme. Era como si tuviera un peso invisible sobre mí, un peso que tenía nombre y rostro. Y cada vez que intentaba enfocarme, ahí aparecía Enzo, murmurando estupideces cada vez que nos cruzábamos.
"Menos mal que Julián ha venido a verme... así nos vamos juntos a casa", me soltó en un momento. Fue como un golpe bajo. Quería contestarle, decirle algo para callarlo, pero no pude. Las palabras se me atragantaron, y solo conseguí apretar los dientes. ¿Y si tenía razón? ¿Y si después de todo lo que había pasado, Julián y Enzo ya estaban demasiado cerca? Era una idea que no podía sacarme de la cabeza. ¿Me estaba reemplazando?
Los minutos pasaban y mi rendimiento seguía por los suelos. Cada error que cometía solo aumentaba mi frustración. Podía sentir las miradas de mis compañeros, y más aún, podía sentir la de Simeone. Sabía que mi lugar en el equipo pendía de un hilo. Me había matado entrenando para estar en este partido, rogándole a Simeone que me dejara jugar, y ahora estaba echando todo a perder.
Y entonces, cerca del final, pasó algo. No sé exactamente cómo, pero en medio de todo el caos, mis ojos encontraron a Julián en el palco. Estaba ahí, mirándome, animándome. En ese momento, algo dentro de mí cambió. Recordé por qué amo el fútbol, por qué me dejo la piel en cada partido. Era por él, por esa sensación de saber que él me estaba viendo, que le importaba lo que yo hiciera.
La jugada en el minuto 91 fue pura reacción. No tuve tiempo de pensar. Vi el balón, vi a Enzo preparándose para disparar, y simplemente me lancé. Cuando escuché el rugido de la multitud, supe que había hecho lo correcto. Había salvado al equipo, y por primera vez en todo el partido, me sentí presente, en control. Lo había hecho, pero no solo por el equipo. Lo había hecho porque Julián me estaba mirando.
Después, en el vestuario, todo el mundo seguía celebrando, pero yo me sentía agotado. El partido había terminado, pero mis pensamientos no me dejaban en paz. Julián había venido a verme, ¿y qué significaba eso? ¿Qué quería él? ¿Qué quería yo?
Griezmann y Witsel se me acercaron en medio de las celebraciones. Siempre estaban ahí cuando me veían decaído. Griezmann me dio una palmada en el hombro y sonrió.
—Buen partido, tío. Esa entrada nos salvó.Le sonreí de vuelta, pero fue una sonrisa forzada. Agradecí sus palabras, pero no me sentía satisfecho. Algo me faltaba, algo que no sabía cómo conseguir.
—¿Todo bien, Robin? —preguntó Griezmann, mirándome con algo de preocupación.
Antes de que pudiera responder, Witsel se unió a la conversación.
—Te hemos visto raro, amigo. Hoy no eras tú... al menos hasta ese último minuto.
Suspiré. No podía seguir evitando el tema. Desde que Julián había vuelto a mi vida, nada había sido igual. No podía concentrarme, no podía dejar de pensar en él. Y luego estaba Enzo. Todo se había vuelto una maraña de emociones confusas.
—Es complicado... —empecé a decir, sin saber bien cómo poner en palabras lo que sentía.
Griezmann me miró fijamente, como si ya supiera de qué iba todo esto.
—Es por Julián, ¿no? —preguntó sin rodeos.
No pude negarlo. Asentí, sintiendo un peso en el pecho al admitirlo.
—No sé qué quiero. No sé si estoy enfadado con él, o si quiero estar con él... y Enzo... —Hice una pausa, luchando por encontrar las palabras—. No sé si estoy siendo reemplazado.
Griezmann y Witsel intercambiaron una mirada, pero no dijeron nada. Sabían que esto iba más allá de un simple partido de fútbol. Era algo más personal, más profundo. Witsel asintió lentamente.
—Has vuelto cuando lo viste, eso fue evidente —dijo, dándome una pequeña sonrisa—. Pero tienes que aclarar tus sentimientos, amigo.
Y tenía razón. El problema no era Julián, ni siquiera Enzo. El problema era yo. No sabía lo que quería, y eso me estaba destruyendo por dentro.
En ese momento, mi teléfono vibró. Lo saqué del bolsillo y vi una notificación. Julián había subido una historia a Instagram. Era un video desde el palco, justo en el momento en que hice la entrada decisiva. El comentario debajo del video era simple, pero me golpeó de lleno: "Increíble, Robin".
Me quedé mirando la pantalla un largo rato, sin saber cómo sentirme. ¿Increíble? Sí, había sido una jugada increíble, pero ¿eso era todo? ¿Qué pensaba realmente Julián? ¿Qué quería él? Y, más importante, ¿Qué quería yo?
El partido había terminado, pero la confusión seguía. La verdadera lucha no estaba en el campo, sino dentro de mí.
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El arte de defender(te) // Robin Le Normand y Julián Álvarez
FanfictionRobin Le Normand y Julián Álvarez llegan al Atlético de Madrid con expectativas altas y una rivalidad inesperada. Robin, un defensor imponente, es conocido por su frialdad y dedicación al equipo, mientras que Julián, un delantero apasionado, trae co...