El primer partido de la temporada se acercaba a velocidades de vértigo, y la tensión en el vestuario era casi tangible. El ambiente estaba cargado de ansiedad y expectativas, y sabía que el juego no solo se trataba de fútbol, sino también de demostrar nuestra valía.
Durante la reunión previa al partido en la sala de tácticas, el entrenador Diego Simeone nos dirigió unas palabras. Mientras hablaba, no pude evitar lanzar miradas desafiantes a Robin, que estaba al fondo de la sala. Parecía concentrado, como si todo el mundo a su alrededor fuera un simple ruido de fondo. No soporto su actitud distante y calculadora.
—El rival de esta semana no será fácil —empezó Simeone—. Pero tenemos un equipo sólido. Robin, confío en ti para mantener la defensa firme. Julián, necesitaré tu velocidad y precisión frente a la portería.
Las palabras de Simeone resonaron en mi mente. Sabía que tenía que estar a la altura de las expectativas. Me miré en el espejo imaginario de mi mente, visualizándome en el campo, haciendo las jugadas que necesitaba para brillar. Pero también noté cómo Robin mantenía esa expresión imperturbable, como si estuviera en un partido de ajedrez.
Ángel Correa, siempre animado y con una sonrisa, hizo un comentario que me hizo recordar la importancia del equipo.—Y no olvidemos a Koke y a Saúl. Si Koke nos da la creatividad y Saúl el músculo en el centro del campo, deberíamos estar bien.
Koke, el capitán, asentía con seriedad. Su papel en el equipo era crucial, y entendía la importancia de cada uno de nosotros. Saúl, conocido por su determinación en el medio campo, también estaba listo para cumplir su parte.
—Exactamente —dijo Koke—. Saúl y yo estaremos ahí para recuperar balones y distribuirlos. No hay lugar para errores.Las palabras de Koke eran un recordatorio de que el éxito del equipo dependía de todos nosotros, no solo de los nuevos fichajes. Mientras el equipo se preparaba para el entrenamiento, el ambiente era un cóctel de nervios y expectativas. Vi como Mario Hermoso se acercaba a Robin y trataba de hablarle amablemente mientras me miraba de reojo. Como no, Le Normand solo asentía.
El entrenamiento comenzó con un ejercicio de posesión y presión. Nos dividieron en grupos, y de inmediato me encontré marcando por Robin. La intensidad del ejercicio reflejaba la rivalidad existente. Cada vez que intentaba avanzar, Robin se mantenía pegado a mí, cerrando cada espacio con una firmeza implacable. No me dejaba intimidar. Cada regate, cada movimiento que hacía era una respuesta a su desafío.
En un rincón del campo, Carlos Martín nos observaba con admiración mientras hablaba con Riquelme, un chico bastante reservado. Sabía que estaba frente a un desafío, pero también veía el potencial en nuestra competencia.
El entrenamiento se extendió hasta el final de la tarde, y la tensión entre Robin y yo seguía palpable. Mientras nos dirigíamos al vestuario, Koke nos reunió a todos para una charla final.—Hemos entrenado duro y estamos listos para el partido —dijo Koke con firmeza—. Recordad, somos un equipo. Necesitamos dejar nuestras diferencias afuera y enfocarnos en lo que realmente importa: ganar.
A medida que el día del partido se acercaba, me di cuenta de que nuestra rivalidad podría tener repercusiones en el equipo. La expectativa crecía, y con ella, la conciencia de que el éxito del Atlético dependía de nuestra capacidad para superar nuestras diferencias y trabajar juntos. El primer partido de la temporada no solo sería una prueba de nuestras habilidades individuales, sino también de nuestra capacidad para encontrar un terreno común en medio de la competencia feroz.
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El arte de defender(te) // Robin Le Normand y Julián Álvarez
FanfictionRobin Le Normand y Julián Álvarez llegan al Atlético de Madrid con expectativas altas y una rivalidad inesperada. Robin, un defensor imponente, es conocido por su frialdad y dedicación al equipo, mientras que Julián, un delantero apasionado, trae co...