La noche estaba impregnada de tensión, y el eco de la pelea entre Enzo y Robin aún resonaba en el aire. Robin Le Normand se encontraba en un torbellino de emociones, su mente atrapada entre la rabia y la confusión. Había cruzado un límite que nunca debió tocar, pero la provocación de Enzo había sacado a relucir un odio que ardía en su interior. Cada palabra de Enzo lo empujaba más allá de sí mismo, y en medio de todo, la presencia de Julián era una constante, un ancla en un mar agitado.
Después de que Enzo se marchara, Robin se sintió vacío, y su corazón latía con fuerza mientras Julián se acercaba lentamente. Los pasos de Julián resonaban en la mente de Robin como un tambor que marcaba el compás de su ansiedad. No sabía qué esperar de ese encuentro, temía que Julián viera en él solo a un provocador irreflexivo, a alguien que había desatado una tormenta. Si Julián lo rechazaba y le decía que todo lo que había hecho no valía la pena, que su reacción había cruzado una línea irreparable, Robin no podría soportarlo.
Pero cuando Julián se detuvo frente a él, la mirada cansada y profunda de este sorprendió a Robin. No había reproches en sus ojos, no había enfado. En su lugar, había un entendimiento silencioso que hizo que el pecho de Robin se apretara aún más.
Robin—comenzó Julián—su voz traía consigo una mezcla de preocupación y confusión. No era decepción, pero tampoco alivio. Era algo más complejo.
Robin, sintiendo el nudo en su garganta, intentó encontrar las palabras adecuadas, pero lo único que pudo hacer fue permanecer en silencio. Antes de que pudiera decir algo, Julián lo abrazó. Fue un gesto inesperado que desarmó por completo a Robin. La calidez de Julián lo envolvió, y en ese instante, el mundo exterior desapareció. Era como si todo lo que había estado a punto de desmoronarse encontrara un momento de calma.
El abrazo no solo lo reconfortó; también le permitió a Robin entender que, a pesar de la tormenta, había un refugio en Julián. Se aferró a él, sintiendo cómo el peso de la culpa y la rabia comenzaban a desvanecerse. En ese momento, Julián representaba todo lo que realmente importaba, lo que había estado intentando proteger en medio de su confusión y descontrol.
—Lo siento —susurró Robin, con la voz quebrada por la emoción. Las palabras salieron de su boca con una carga de dolor. Había puesto a Julián en el centro de su furia, arriesgando lo que ambos habían estado construyendo.
—Yo tampoco quiero esto—respondió Julián
La cercanía de Julián hizo sentir a Robin un escalofrío de alivio y tristeza. Cuando Julián apoyó su frente en su hombro, sintió cómo el nudo en su pecho se intensificaba. La conexión que compartían era palpable, y por un momento, todo lo que les había separado se desvaneció.
Se quedaron abrazados, atrapados en una burbuja de silencio, donde los ruidos del mundo exterior se desdibujaban. Robin sabía que debía ser él quien diera el primer paso hacia la conversación que necesitaban, pero la agotadora carga emocional lo mantenía inmóvil. Estaba emocionalmente roto, y no sabía cómo formular sus pensamientos en medio de esa tormenta interna.
Después de lo que parecieron eternos minutos, Julián se separó un poco, mirándolo a los ojos. La mirada de Julián estaba cargada de preguntas, y Robin sentía que cada una de ellas era un recordatorio de la fragilidad de su situación.
—Vamos a tu casa —dijo Julián, rompiendo el silencio.
La propuesta era simple, pero el significado detrás de ella era profundo. Robin asintió, consciente de que estaban en un punto de no retorno. Había abierto una puerta que ya no podía cerrarse. La idea de enfrentarse a lo que había sucedido entre ellos y a la ira que sentía hacia Enzo lo llenaba de incertidumbre, pero también de determinación.
Caminaron hacia el coche de Julián en un silencio reflexivo, pero la sensación de que estaban juntos en esto se intensificaba. No sabían cómo manejar el caos, las emociones desenfrenadas ni lo que les esperaba. Pero había algo claro: no estaban dispuestos a perderse el uno al otro.
Mientras el coche se alejaba del lugar donde todo había comenzado, Robin sintió que el miedo y la rabia se desvanecían un poco. La determinación de no enfrentar nada de esto sin Julián a su lado lo llenaba de esperanza. En ese momento, se dio cuenta de que, pase lo que pase, quería luchar por lo que tenían, y eso, en medio del caos, era lo único que realmente importaba.
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El arte de defender(te) // Robin Le Normand y Julián Álvarez
FanfictionRobin Le Normand y Julián Álvarez llegan al Atlético de Madrid con expectativas altas y una rivalidad inesperada. Robin, un defensor imponente, es conocido por su frialdad y dedicación al equipo, mientras que Julián, un delantero apasionado, trae co...