Capítulo 1: Nuevas incorporaciones (Le Normand's pov)

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Primer día en el Atlético de Madrid. No era la primera vez que llegaba a un nuevo equipo, pero había algo diferente en esto, no era solo ser el nuevo, era también mi equipo de procedencia. Sentía las miradas sobre mí, las expectativas, el juicio. Nada que no pudiera manejar, pero lo suficiente como para mantenerme alerta. En momentos como estos, la concentración era clave.
Recorrí el campo con la mirada, evaluando el terreno y a mis nuevos compañeros. La mayoría de ellos ya estaban en sus rutinas, algunos me dirigieron una sonrisa o un saludo breve. Y ahí estaba él. Julián Álvarez, el chico prodigio. El nuevo delantero, cargado de energía como si cada movimiento suyo tuviera que demostrar algo. Se movía por el campo como una corriente eléctrica, demasiado intenso, demasiado... ¿inmaduro?

No tenía nada contra él personalmente, pero ya veía por dónde iban las cosas. Su estilo de juego era todo lo contrario al mío. Mientras él se lanzaba al ataque sin pensarlo dos veces, yo prefería la paciencia, la calma, la táctica. Podía entender su enfoque, pero eso no significaba que lo aprobara. Vi cómo erraba un pase durante el calentamiento. Empezamos bien pensé.

El entrenamiento empezó de verdad, y el primer choque directo no tardó en llegar. Nos tocó enfrentarnos en un ejercicio de partido reducido. Estaba preparado para todo lo que él lanzara. Cada intento de superarme, cada amague, lo neutralicé con precisión. No era solo cuestión de defender; era cuestión de leer sus movimientos, de anticipar cada uno de sus pasos. Cada vez que lo detenía, sentía su frustración crecer.

—¿Qué haces? —me soltó en un momento, con el rostro encendido por la rabia. —¿Te crees el rey del campo o qué?

¿Rey del campo? No pude evitar una sonrisa. Qué ingenuo. Lo miré por un segundo, sin detenerme realmente.

—Solo estoy haciendo mi trabajo —respondí con calma. No necesitaba decir más.

El entrenador nos interrumpió, claro. No quería que las cosas se salieran de control en el primer día. Pero sus palabras fueron igual de inútiles. Julián era un torbellino, y yo no tenía ninguna intención de dejarme arrastrar por su caos. Sin embargo, noté algo mientras entrenábamos: había algo más detrás de su actitud. Un impulso, un fuego que lo hacía diferente. No era solo rabia; era algo más profundo, más complejo.

El entrenamiento terminó, y el vestuario estaba en silencio, salvo por las conversaciones esporádicas. Nos cruzamos un par de veces, él con esa mirada intensa, yo manteniendo mi expresión neutral. Sabía lo que estaba pensando. Creía que yo era el obstáculo, el defensor arrogante que estaba ahí para frenarlo. Pero lo que él no entendía era que no se trataba de él. Se trataba del equipo, del juego. Yo no estaba aquí para competir con él; estaba aquí para hacer mi trabajo.

Sin embargo, mientras me cambiaba, no pude evitar sentir un ligero desconcierto. Julián no era como los demás delanteros a los que me había enfrentado. Había algo en su manera de encararme, de desafiarme, que me hacía cuestionarme. ¿Por qué me afectaba tanto? ¿Era realmente su estilo de juego?

La temporada estaba a punto de comenzar, y sabía que esto era solo el principio. Aunque no lo admitiría, había una parte de mí que sentía una extraña curiosidad por lo que vendría después.Mientras salía del vestuario, sentí que este enfrentamiento con Julián iba a ser más que una simple lucha de egos. Había algo más en juego, algo que todavía no lograba comprender. Pero lo que sí sabía era que esto apenas comenzaba, y que nuestra historia estaba a punto de volverse mucho más complicada.

El arte de defender(te) // Robin Le Normand y Julián ÁlvarezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora