Capítulo 11: La sombra del olvido

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Julián había decidido llevar a Enzo a Majadahonda, el lugar donde su recuperación había comenzado y donde tantos momentos importantes habían ocurrido. Enzo había estado en su vida durante las últimas semanas, y aunque su presencia le había dado algo de alivio, todavía había algo en el aire que Julián no podía ignorar. No dejaba de pensar en Robin, en lo que habían compartido durante su rehabilitación. Pero ese día, Julián intentaba dejar esos pensamientos a un lado. El centro de entrenamiento estaba lleno de compañeros, y lo último que quería era verse envuelto en tensiones innecesarias.

Cuando llegaron, Enzo se mostró relajado, como si Majadahonda le resultara un lugar familiar, aunque no lo fuera. Julián, por su parte, sentía el peso de los recuerdos en cada rincón. No solo por los duros momentos de la recuperación, sino por la conexión que había construido con Robin en ese tiempo. Era imposible ignorar que el defensor había estado a su lado en los peores momentos, ayudándolo a levantarse, a soportar el dolor y a encontrar su fuerza de nuevo. Y ahora, con Enzo caminando a su lado, el contraste era palpable.

Los compañeros comenzaron a reunirse poco a poco en la sala principal. Estaba claro que era un buen día para reencontrarse con el equipo, y la charla se tornaba animada a medida que todos preguntaban por su progreso. Enzo, fiel a su estilo, no tardó en acaparar la atención.

—Tuvimos algunos días duros, ¿eh? —dijo Enzo con una sonrisa segura, colocándose frente a Julián mientras todos escuchaban—. Pero al final, con paciencia y constancia, logramos que Julián mejorara. Me costó convencerlo de que no se apresurara, ¿verdad, Juli?

Julián sintió una punzada incómoda en el pecho. "Me costó convencerlo". Esas palabras lo descolocaron. No había sido Enzo quien lo convenció de nada, sino Robin. Pero antes de que pudiera decir algo, Enzo continuó hablando.

—Es cierto que había días en los que parecía que no avanzaba, pero le dije que lo importante era no rendirse. Y bueno, aquí está ahora, casi listo para volver a darlo todo en el campo —añadió Enzo con una sonrisa que parecía reclamar el mérito de cada paso en la rehabilitación de Julián.

Los compañeros asentían, algunos sonriendo, otros comentando sobre lo impresionante que había sido su progreso. Pero entre las caras, Julián vio a Robin. Estaba de pie al fondo, los brazos cruzados y una expresión seria en su rostro. Sus ojos estaban fijos en Enzo, y aunque no decía nada, la tensión en su postura era evidente.

Julián sintió una mezcla de culpa y enfado. Quería detener a Enzo, quería corregirlo, decir que Robin había sido quien realmente lo ayudó, quien estuvo con él desde el principio. Pero las palabras no salían. Era como si estuviera atrapado en medio de dos mundos, entre la amistad que había desarrollado con Enzo y la relación compleja y llena de emociones no resueltas con Robin.

—Sí, ha sido un proceso difícil —respondió finalmente Julián, su voz apenas audible, sintiéndose dividido entre lo que quería decir y lo que sentía que debía hacer para no causar más problemas.

Enzo, ajeno a la incomodidad de Julián, siguió hablando, ahora girándose hacia los demás compañeros.

—Lo mejor de todo fue ver cómo fuimos progresando juntos. Día tras día, le decía a Julián que tenía que confiar en su cuerpo, en el proceso. Al final, acá estamos, celebrando su regreso. Me alegra haber podido ser una parte tan importante de esto.

"Fuimos progresando juntos". Julián sintió que su paciencia se agotaba. No podía soportar escuchar más, pero antes de que pudiera intervenir, notó cómo Robin dio un paso adelante, con el ceño fruncido y la mandíbula apretada.

—¿Una parte importante? —interrumpió Robin, su voz fría y cargada de tensión—. ¿En serio, Enzo?

La sala se sumió en un silencio incómodo. Todos los ojos se dirigieron a Robin, que ahora avanzaba hasta quedar frente a Enzo y Julián. La calma habitual de Robin había desaparecido, y lo que quedaba era una mezcla de ira contenida y resentimiento.

—Estuve con Julián desde el primer día, cuando apenas podía moverse sin dolor —continuó Robin, sin apartar la mirada de Enzo—. Fui yo quien lo levantó, quien lo empujó cuando quería rendirse. No sé dónde estabas tú, pero no fue aquí.

El aire en la sala se volvió denso. Julián miraba a Robin, incapaz de decir nada. Sabía que Robin tenía razón, que lo que estaba diciendo era la verdad, pero ver cómo esas palabras se lanzaban frente a todo el equipo lo dejó en shock.Enzo, por su parte, intentó mantener la compostura.

—Bueno, Robin, no digo que no hayas estado allí. Solo que, en las últimas semanas, he estado ayudando mucho, eso es todo.

—No se trata de las últimas semanas —cortó Robin, su tono firme—. Se trata de todo el proceso. No puedes simplemente aparecer al final y tomar el crédito.

El ambiente se volvió aún más tenso, y Julián sintió el peso de las miradas de todos sobre él. Había permitido que Enzo se apropiara de algo que nunca le había pertenecido, y ahora Robin estaba pagando el precio de su silencio.

Finalmente, Robin dio un paso atrás, respirando profundamente para calmarse. Dirigió una última mirada a Julián, una mezcla de decepción y algo más que Julián no pudo descifrar.

—Espero que lo que estés buscando, lo encuentres —dijo Robin en voz baja, antes de girarse y salir de la sala, dejando a Julián con el peso de sus palabras y el eco de lo que nunca se dijo.Mientras Robin se alejaba, Julián sintió que algo se rompía dentro de él. Sabía que debía haber dicho algo, detener a Enzo antes de que las cosas llegaran a ese punto. Pero no lo hizo. Y ahora, el daño estaba hecho.

El arte de defender(te) // Robin Le Normand y Julián ÁlvarezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora