El hospital tenía esa frialdad característica de los lugares que albergan sufrimiento, pero en la habitación de Julián había algo diferente. A pesar del dolor, a pesar de la incertidumbre, una conexión había comenzado a formarse, más fuerte y profunda que antes. Robin salió del hospital esa noche con una sensación que no podía describir fácilmente. Sabía que había dado un paso crucial, pero al mismo tiempo, se sentía inquieto. Lo que había comenzado como una rivalidad en el campo se estaba transformando en algo que no sabía cómo manejar.
Días después, el mundo del fútbol continuaba girando, imparable, mientras Julián enfrentaba su nueva realidad: una lesión grave, un largo proceso de recuperación por delante, y la ausencia de lo que más amaba, el fútbol. Se había acostumbrado a la rutina de los entrenamientos, los partidos, las victorias y las derrotas. Pero ahora, postrado en una cama y después, en rehabilitación, sentía que todo lo que daba por seguro se tambaleaba. Sin embargo, algo diferente había comenzado a arraigar en él. Robin no se había alejado ni un momento desde aquella visita al hospital. No solo lo apoyaba como compañero de equipo, sino que parecía estar ahí de una forma que nadie más podía estarlo.
Los días se convirtieron en semanas. La rutina de la rehabilitación era dura, pero Robin siempre encontraba un momento para aparecer. A veces solo era un mensaje, otras veces una visita inesperada, pero su presencia constante le daba a Julián una sensación de estabilidad. Algo que, aunque no lo reconociera fácilmente, necesitaba desesperadamente.
Por su parte, Robin intentaba no analizar demasiado lo que estaba haciendo. Ayudar a Julián en su recuperación era lo correcto, era lo que cualquier buen amigo haría, se decía a sí mismo. Pero conforme pasaban los días, esa explicación comenzaba a tambalearse. Las conversaciones casuales se tornaban más largas, las visitas se hacían más frecuentes, y la forma en que Julián lo miraba cada vez que llegaba al hospital o a la sala de rehabilitación hacía que Robin cuestionara sus propios sentimientos.
Un día, durante una de esas visitas, Robin llegó justo cuando Julián estaba terminando una sesión particularmente agotadora de fisioterapia. La sala estaba en silencio, excepto por el sonido del equipo de entrenamiento. Julián, sudoroso y exhausto, levantó la vista y lo vio entrar. A pesar del cansancio visible, sonrió, esa sonrisa pequeña y sincera que había comenzado a volverse habitual cuando Robin aparecía.
—No pensé que llegarías tan temprano —dijo Julián, su voz entrecortada por el esfuerzo.
Robin se encogió de hombros mientras se acercaba, su rostro serio, aunque con una pequeña sonrisa que no podía evitar.
—Quería ver cómo te iba. ¿Todo bien?
Julián asintió, aunque su expresión mostraba el desgaste. La rehabilitación estaba siendo un infierno, pero no era solo el dolor físico lo que lo afectaba. La incertidumbre sobre su futuro en el campo lo consumía. Pero cada vez que miraba a Robin, algo en su interior se calmaba.
—Voy mejorando. Pero... a veces no puedo evitar pensar en si realmente volveré a ser el mismo.
Robin lo miró en silencio por un momento, comprendiendo el peso de esas palabras. Sabía que una lesión como esa podía cambiarlo todo, y Julián, siendo tan competitivo como era, tenía miedo. Miedo de no recuperar lo que había perdido.
—Vas a volver —dijo Robin, su voz firme, con una convicción que sorprendió incluso a Julián—. No sé cómo, ni cuándo, pero lo harás. Y no tienes que hacerlo solo.
Julián lo observó, sintiendo una mezcla de gratitud y algo más que no podía nombrar. Robin había estado ahí en cada paso, no solo como un apoyo, sino como una presencia constante que lo empujaba a seguir. En el fondo, Julián sabía que no todos los compañeros de equipo habrían hecho lo mismo.
—Gracias, Robin. De verdad. No sé qué habría hecho sin vos.
Robin sintió un calor inesperado en el pecho ante esas palabras. Sabía que eran sinceras, y aunque no lo decía en voz alta, él también sentía que estar cerca de Julián, ayudarlo, le había dado algo a él también. Una sensación de propósito que iba más allá del fútbol.
—No tienes que agradecerme nada —dijo Robin, aunque sus ojos decían lo contrario.
Las semanas siguieron su curso, y aunque la recuperación avanzaba lentamente, los pequeños logros de Julián comenzaron a acumularse. Pasar de estar inmovilizado a caminar con ayuda, y luego, los primeros intentos de correr. Cada paso era una victoria en sí misma, y aunque Julián aún tenía un largo camino por delante, el apoyo de Robin se había vuelto indispensable.
A medida que Julián recuperaba su fuerza, Robin también se encontraba cambiando. Lo que comenzó como un acto de solidaridad había crecido en algo más profundo, algo que ya no podía negar. Ya no era solo preocupación por un compañero o amistad. Las emociones que sentía cada vez que veía a Julián superar un nuevo obstáculo, cada sonrisa de agradecimiento, cada mirada compartida, lo estaban llevando hacia un territorio que no había anticipado.
Y fue en uno de esos momentos, mientras caminaban juntos por el pasillo de la clínica de rehabilitación, que Robin lo supo. Julián lo miró con esa expresión mezcla de agotamiento y gratitud, y algo dentro de Robin se rompió. O quizás, por primera vez, se liberó.
—Voy a estar aquí, pase lo que pase —le dijo Robin, casi sin pensarlo.Julián se detuvo un segundo, mirándolo directamente a los ojos, intentando entender el trasfondo de esas palabras. Algo en la intensidad de la mirada de Robin le decía que no se refería solo a la rehabilitación.
—Lo sé —respondió Julián, sin apartar la vista. Y en ese silencio que siguió, ambos entendieron que algo había cambiado entre ellos, algo que iba más allá de las palabras, más allá del fútbol.
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El arte de defender(te) // Robin Le Normand y Julián Álvarez
FanfictionRobin Le Normand y Julián Álvarez llegan al Atlético de Madrid con expectativas altas y una rivalidad inesperada. Robin, un defensor imponente, es conocido por su frialdad y dedicación al equipo, mientras que Julián, un delantero apasionado, trae co...