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Din se quedó dormido en algún punto del viaje. Las luces del hiperespacio lo habían calmado lo suficiente para que el letargo se apoderara de su cuerpo, dejándolo inconsciente. Al despertar, las luces aún adornaban su vista, pero había un niño de ojos verdes mirándolo fijamente.
—¡Hola! —El niño pelirrojo estiró los brazos hacia él, casi ordenándole que lo cargara—. ¡Arriba!
Din lo observo a través de su casco—. Eh... No puedo.
Adonai frunció el ceño al escucharlo—. ¿No? —Sus labios pequeños temblaron—. ¡Arriba! ¿Lek?
Din escuchó una risita frente a él. Se sobresaltó ligeramente al encontrar a la pelirroja mirándolo fijamente.
—Cárgalo —le pidió—. Tendrás que acostumbrarte después de todo.
Din no entendió muy bien ese comentario—. ¿Es tu hijo? —preguntó mientras, finalmente, se agachaba y sentaba al niño en su regazo.
—¿Mi hijo? —murmuró ella—. No, aún no —respondió—. ¿Quieres hijos, Din?
Un escalofrío recorrió la espalda del chico. La pelirroja era una mujer bastante extraña. Observó la hombrera de color vino tinto y recordó el raro intercambio que habían tenido antes. Ella dijo que sería su esposa, pero... ¿Por qué? —Eh... sí, creo que sí.
Bo-Katan sonrió, se quitó la diadema y acomodó su cabello hacia atrás. —Aún faltan tres horas para llegar a Coruscant —indicó—. ¿Tienes hambre, Din?
El niño se mordió los labios tras el casco—. Eh... ¿Sí?
—¿Haz comido sopa pog? —preguntó mientras se levantaba y le hacía una seña para que la siguiera.
—Creo no.
—¿Aprecias la ironía, cyar'ika? —bromeó ella mientras salían del cuarto de mando y entraban en una pequeña cocina.
Din se sintió desconcertado por el nuevo apodo. Esa mujer era realmente rara. Continuó caminando con el niño cargado entre sus brazos; pesaba un poco más de lo que esperaba. —Eh... ¿Pero él es tu familia, ¿verdad? —preguntó, refiriéndose a Adonai—. Y ese hombre, Din, y la mujer...
—No menciones a esa perra aquí —la advertencia fue cortante y clara—. Una puta permitida... eso no sucederá —escupió con furia.
Din guardó silencio ante las palabras llenas de odio de Bo-Katan—. Eh... él dijo que era su segunda esposa —murmuró.
—Esas cosas no existen —respondió ella mientras encendía un pequeño fogón y colocaba una cacerola con agua y unos polvos de color naranja—. ¿Por qué la curiosidad? No me digas que tú...
—Eh, no, no —Din ni siquiera supo por qué respondió tan rápido—. Yo quiero... una sola esposa. —Solo pensar en su tocayo lo hacía creer que dos esposas serían un caos. Din nunca había contemplado tener más de una.
—Perfecto —le guiñó Bo-Katan—. Solo me necesitas a mí.
Din hizo una mueca—. ¿Por qué quieres casarte conmigo? ¿Es una broma? —preguntó, confundido.
—Cyar'ika, soy mandaloriana. El credo es sagrado para mí —respondió ella.
Din escuchó la sopa burbujear y un delicioso olor a carne y verduras llenó la pequeña cocina.—Pero yo apenas soy un niño y...
—Según el credo, la edad legal para casarte es a los catorce. Solo tendría que esperar un año más, pero no soy una demente, Din —le susurró—. Te lo explicaré una vez que lleguemos a Coruscant.
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Our Own Way
Hayran Kurgu¿Y si Bo-Katan no hubiera visto al mitosaurio? ¿Y si el asedió pirata a Nevarro nunca ocurrió? ¿Y si la Armera jamás le dijo que podía caminar en los dos mundos? Una historia en la que Bo-Katan y Din se quedan en el encubierto y como poco a poco su...