Cuando Mechas y yo regresamos al deshuesadero, el ambiente había cambiado. La emoción de la aventura, la adrenalina que había sentido mientras huía del perrero, todo se había desvanecido. Mechas caminaba delante de mí, su paso firme y pesado. No decía nada, pero podía sentir la tensión en el aire. Finalmente, cuando llegamos a un rincón apartado del lugar, se dio la vuelta y me miró. Su expresión era seria, más seria de lo que jamás la había visto antes.
"Lo que hiciste fue una estupidez," dijo con una voz grave, casi un gruñido.
Yo no supe qué responder de inmediato. Me sentía confundido, atrapado entre lo que creía querer y lo que acababa de suceder. "Yo solo quería hablar con ella," murmuré, tratando de justificarme.
Mechas resopló, sacudiendo la cabeza con desprecio. "Hablar con ella... ¿para qué? Angela no vale la pena, cachorro. Ella quiere depender de los humanos. No entiende lo que significa ser libre, como nosotros."
Me mordí el labio, mi mente aún revuelta. "Pero... no lo sé, Mechas. Ella solo quería que volviera, que dejara las calles, pero todo lo que me decía me hacía sentir como si fuera malo estar aquí." Mi voz temblaba un poco. Aún estaba confundido, aún me preguntaba si había tomado la decisión correcta al alejarme de todo lo que conocía.
Mechas me miró por un momento, luego se sentó, relajando un poco su postura. "Escucha, Scamp. Lo que no entiendes es que no puedes vivir entre dos mundos. O eres un perro callejero, o eres un perro casero. Y créeme, lo último que quieres es volver a esa vida doméstica. ¿No recuerdas todo lo que odiabas de ser un perro casero?"
Lo miré, recordando con claridad los días en los que me sentía atrapado. Todo en esa vida me parecía una jaula. La rutina, las reglas, los humanos siempre diciéndome qué hacer y cuándo hacerlo. Nunca podía correr libre, siempre con una correa atada al cuello. La comida, aunque abundante, no sabía a nada comparada con la emoción de encontrar algo en la basura. Y la seguridad, esa constante sensación de estar vigilado, de no poder ser yo mismo.
"Sí... lo recuerdo," dije con una voz baja. "Odiaba todo eso. Odiaba sentirme atrapado."
Mechas asintió. "Exactamente. Aquí en las calles, eres libre. Nadie te dice qué hacer. Nadie te pone una correa. Comes lo que quieres, corres cuando te apetece, y nadie te controla. Pero también hay algo que debes aprender rápido, Scamp."
Me quedé en silencio, esperando lo que venía a continuación. Sabía que no iba a ser algo fácil de escuchar.
"En las calles, cada perro se defiende solo," continuó Mechas, su tono más duro ahora. "No tienes a nadie que te cuide, y eso incluye a mí. La próxima vez que cometas una estupidez como la de hoy, no dudes ni por un segundo que te dejaré atrás. Aquí no puedes depender de nadie. Si no aprendes eso, no durarás ni un día más en estas calles."
Sus palabras me golpearon como un ladrillo. Mechas no estaba jugando. Las calles eran duras, y aunque él me había salvado esta vez, no podía esperar que lo hiciera de nuevo. En ese momento, comprendí la gravedad de lo que significaba ser un perro callejero. No había margen para errores. Si no aprendía rápido, me las vería solo.
Asentí lentamente, sin decir nada. La verdad me pesaba en el pecho.
Mechas me observó un rato antes de continuar. "Y otra cosa, Scamp. Olvida a Angela. Ella no vale la pena. No sabe lo que es ser un perro. Para ella, la vida depende de los humanos, de estar bajo sus reglas y su protección. No es como nosotros. No es libre. Y tú tampoco lo serás si sigues pensando en ella."
Mi estómago se retorció al escuchar esas palabras. Había algo en Angela que me atraía, algo en su dulzura y en su deseo de protegerme. Pero Mechas tenía razón. Angela veía la vida de una forma diferente. Ella no comprendía la libertad que yo buscaba, la vida que quería llevar. Para ella, la vida estaba en una casa, con una familia, con humanos que la cuidarían. Y para mí, eso era todo lo que quería dejar atrás.
Pero aun así... sentía algo. No podía dejar de pensar en la forma en que me había mirado antes de irse, la tristeza en sus ojos. Aunque sabía que Mechas tenía razón, aún había una pequeña parte de mí que no podía ignorarla.
"Tal vez tienes razón," dije finalmente, mi voz apenas audible. "Tal vez ella nunca entenderá lo que es ser como nosotros."
Mechas me miró con una expresión de satisfacción. "Así es, cachorro. Esto es lo que significa ser un perro callejero. Ahora olvídala, y concéntrate en lo que tienes delante."
Asentí, aunque una parte de mí aún dudaba. Sabía que tenía que dejar atrás mi vieja vida, que no había espacio para los errores o los sentimientos si quería sobrevivir en las calles. Pero algo en mi interior, esa pequeña chispa de duda, seguía encendida.
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Sí, Padre
FanfictionQué pasaría sí el plan de Mechas, para vengarse de Golfo, no hubiese sido permitir que un perrero capturara a Scamp sino algo mucho peor. Recordemos a Scamp, el hijo de Golfo y Reina, quien huyó de casa luego de estar harto de ser un perro casero, s...