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Me senté, sin palabras, mirando todo a mi alrededor. Nunca había visto algo así. Yo, que solo conocía el lado salvaje de la calle, me encontraba en un lugar completamente distinto. Brutus, con su semblante tranquilo, se acercó a mí.

"¿Te gusta lo que ves?" me preguntó, su tono calmado mientras sus ojos observaban cada detalle, como si estuviera mostrándome algo más que simple ladrillos y perros.

Asentí, todavía sin poder procesar todo. "Es... increíble."

"Vamos, te mostraré más," dijo Brutus mientras comenzaba a caminar. Lo seguí, mis patas haciendo eco en el suelo del lugar. A medida que avanzábamos, veía más y más perros, todos viviendo en un ambiente que me resultaba completamente desconocido. Algunos comían restos de comida que los humanos les daban, otros dormían tranquilamente, sin una pizca de preocupación en sus ojos. Me sentía curioso, pero también algo fuera de lugar.

"¿Qué te trae por aquí, Marcas?" preguntó Brutus de repente, rompiendo el silencio.

"Solo curiosidad," respondí sin pensar demasiado. No era del todo mentira, pero tampoco era toda la verdad.

Brutus me lanzó una mirada inquisitiva. "¿Seguro que no es porque Mechas te ordenó venir?"Negué con la cabeza. "Mi padre solo sospechaba... Eran demasiados perros reunidos aquí, así que me ofrecí a venir a ver."

Continuamos caminando por el lugar, mientras mi mente seguía procesando todo lo que veía. 

"¿Qué es realmente este lugar?" pregunté, aún asombrado por la calma y la organización que se respiraba en el ambiente.

Brutus sonrió, pero con esa calma habitual que lo caracterizaba. "Es un refugio, ya te lo había dicho."

"No," lo corregí, aún desconcertado. "Mi manada es un refugio. Esto es diferente."

"Claro que es diferente," admitió Brutus, con esa misma sonrisa tranquila. "Porque esto no es una manada salvaje. Es un lugar donde ayudamos a los perros de la calle a sobrevivir... de otra manera."

Lo miré, intrigado. "¿Cómo es posible? Esto no parece algo que un perro callejero conocería."

Brutus asintió, como si ya esperara esa pregunta. "Porque yo también fui un perro callejero, Marcas. Hubo un tiempo en que escapé de mi hogar. Mis dueños no me trataban bien, así que huí. En la calle, tuve que valerme por mí mismo, aprendí a sobrevivir con lo poco que encontraba. No fue fácil, pero un día conocí a los dueños de esta empacadora. Me dieron comida, me ofrecieron un lugar para dormir, y vi que tenían otros perros como yo."

"¿Y ahora ayudas a los perros de la calle a sobrevivir?" pregunté, cada vez más confundido con esta nueva realidad.

"Sí," respondió Brutus. "Aquí les damos una oportunidad. No tienen que robar, ni pelear por comida. Aquí pueden estar en paz."

"Los perros callejeros se valen por sí mismos," dije, casi como un reflejo de todo lo que había aprendido de Mechas y la manada.

Brutus me miró con una mezcla de compasión y paciencia. "No siempre. No todos tienen la fuerza ni la suerte para sobrevivir en la calle. Aquí los ayudamos a encontrar otra forma de vivir."Nos quedamos en silencio por unos momentos, ambos sumidos en nuestros propios pensamientos. Yo, todavía atrapado entre las enseñanzas de Mechas y la realidad que Brutus me mostraba, no sabía qué pensar.

"¿Qué te trae por aquí realmente, Marcas?" insistió Brutus de nuevo, con una voz más suave. "Dijiste que solo era curiosidad, pero hay algo más, ¿verdad?"

Lo miré directamente a los ojos, y luego bajé la mirada, sintiendo una extraña mezcla de vergüenza y duda. "Quería hablar contigo."

Brutus arqueó una ceja, pero no dijo nada, esperando a que continuara.

"Quería saber... ¿por qué dejaste que mi padre te derribara?" solté, finalmente sacando la pregunta que me había estado carcomiendo desde aquella noche.

Brutus se quedó en silencio por un momento, su expresión seria. "¿Por qué crees que lo hice?" preguntó, como si la respuesta fuera evidente.

"Pensé que debías saber cómo atacaba, debiste anticiparlo," le respondí. "Pero no lo hiciste. ¿Por qué?"

Brutus me miró fijamente, sus ojos cansados pero llenos de determinación. "Lo hice por ti, Marcas."

Mis ojos se abrieron de par en par. "¿Por mí?"

"Sí," continuó Brutus, sin apartar su mirada de la mía. "Eres un muchacho confundido. Alguien que todavía no ha decidido quién quiere ser realmente. No eres como tu padre, no completamente."

Sentí un nudo en el estómago al escuchar esas palabras. "¿Qué quieres decir?"

Brutus se inclinó un poco hacia mí, su voz baja pero firme. "Sé que no eres como Mechas. Lo veo en la forma en que miras las cosas. Te veo luchar entre lo que crees que es correcto y lo que te han enseñado. Y sé que en el fondo, eres diferente."

No supe qué decir. Las palabras de Brutus resonaban en mi cabeza, desafiando todo lo que había conocido hasta ahora. Y por primera vez, me di cuenta de que, tal vez, tenía razón.

Sí, PadreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora