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La rabia que siento es imposible de ignorar. Me esfuerzo por no pensar en lo que realmente me molesta, evitando decir en voz alta lo que llevo dentro: que Golfo, ese cobarde traidor, es mi propio padre. No puedo... no quiero admitirlo. Él se fue. Me dejó. Y ahora está ahí, sonriendo como si nada hubiera pasado, hablando con Brutus como si todavía fuera uno de nosotros.

Mi pecho arde de furia mientras me acerco un poco más, intentando escuchar lo que dicen, aunque no puedo ver bien entre la multitud de perros que están vigilando el lugar. Mis oídos están aguzados, pero antes de que pueda concentrarme, escucho algo que me detiene en seco.

"¡Scamp! ¡Scamp!"

Giro la cabeza rápidamente. Al otro lado de la construcción, a través de los escombros y las vigas, veo a Junior. Él me ha visto desde la entrada. Está ahí, junto a su padre, aunque el hombre ni siquiera se da cuenta, absorto en su maldito periódico, como si nada más en el mundo existiera.

Junior me mira con los ojos brillando de emoción, como si realmente me reconociera, como si supiera quién soy de verdad. Empieza a caminar hacia mí, intentando acercarse. Por un instante, pienso en dejar que lo haga. Pero entonces escucho la voz de su padre, distante y sin emoción, como si mi presencia no fuera más que un estorbo en su día.

"Junior, ese no es Scamp. Ya te lo he dicho."

El golpe de esas palabras es tan fuerte como si me hubieran dado una patada en el estómago. Mi piel se eriza y siento cómo mi rabia crece aún más. ¿Cómo puede decir eso? ¡Soy yo! Soy Scamp, pero ahora... ahora soy Marcas. Y no importa. Él ni siquiera se da cuenta.

Muerdo mis labios con fuerza, tratando de contenerme. No puedo concentrarme en Junior. No ahora. No después de lo que acabo de ver con Golfo y Brutus. Miro de nuevo hacia el punto que estaba vigilando. Pero cuando regreso mi atención, no veo a nadie. Han desaparecido.

"¡Rayos!" gruño en voz baja. Todo se ha ido al demonio en cuestión de segundos. No puedo creer que haya perdido la oportunidad de vigilar lo que estaba pasando. Esto es culpa de Junior. 

Él, con sus ilusiones y sus intentos de alcanzarme, me ha distraído.

Siento una oleada de frustración recorriéndome. "Maldito niño," murmuro entre dientes, sin decirle algo peor, pero la decepción es palpable en mi voz. Todo el plan podría desmoronarse por este error... y todo por culpa de un niño que nunca dejará de soñar que soy el cachorro que una vez conoció.

Sí, PadreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora