—¡Corre! —grité, mientras aceleraba, esquivando a las personas y los objetos que se interponían en mi camino.
Golfo me seguía de cerca, ágil como siempre, y mientras corríamos, no podíamos evitar ver cómo varios de los perros seguían saqueando sin preocuparse por nada más. Sin embargo, la escena cambió de golpe cuando los perreros empezaron a aparecer por todos lados, atrapando lentamente a los perros que quedaban expuestos.
—Son demasiados —dijo Golfo, con los ojos llenos de preocupación al ver cómo los perreros avanzaban.
—Sí, pero no tantos para alguien que fue engendrado por el callejero más famoso de la historia —le respondí, intentando recordar de dónde venía mi fuerza y valentía.
Justo en ese momento, vi a un perrero alzar su bastón para atrapar a un perro. Sin pensarlo, salté hacia él, y en el aire logré agarrar el bastón con mis dientes, confundiéndolo lo suficiente como para hacer que lo soltara. El perro, sorprendido, se quedó inmóvil por un segundo.
—Me... ¿me salvaste? —dijo el perro, aún en shock.
—Vamos, hay que ayudar a los otros —le dije, apretando mis dientes mientras mi adrenalina subía al máximo.
Golfo me miró, claramente impresionado.
—No recuerdo haberte enseñado eso —dijo con una sonrisa cansada.
—Tú no, pero Mechas me dijo que tú le enseñaste a él —respondí, antes de que ambos nos lanzáramos de nuevo al caos.
Comenzamos a repetir el acto una y otra vez, liberando a varios perros callejeros de los perreros que intentaban capturarlos. Golfo y yo éramos rápidos, ágiles, pero sabíamos que no podíamos hacer esto solos. **Francois**, que vigilaba desde su puesto en lo alto del edificio en construcción, comenzó a golpear un trozo de metal, creando una alerta ensordecedora que se extendió por todo el lugar. El sonido resonó, y los perros que aún no se habían dado cuenta de la presencia de los perreros se pusieron en alerta, comenzando a huir por todas partes.
—No hay suficiente ayuda —dijo Golfo, notando cómo los perreros seguían llegando.
Miré a mi alrededor y, de pronto, lo vi. **Los juegos de agua**, donde los niños intentaban inflar globos disparando con pistolas de agua. Una idea me vino a la mente.
—¡Tengo una idea! —le grité a Golfo, señalando los juegos.
Corrimos hacia ellos y los volteamos de lado, usando las pistolas de agua para rociar a los perreros que intentaban atraparnos. El agua los mojaba, haciéndolos tambalear y resbalar mientras intentaban perseguirnos. Luego, saltábamos de un juego a otro, entre los puestos y los botes de la feria, logrando que los perreros tropezaran y cayeran. **Nos estaban persiguiendo, pero no podían atraparnos**.
Corrí hacia la rueda de la fortuna, buscando una ruta de escape, pero justo cuando dos perreros estaban a punto de atraparme, vi al otro lado al perro al que había ayudado antes. Estaba observando todo con una expresión llena de gratitud.
En el último segundo, me quité del camino justo cuando los perreros saltaron hacia mí. El perro, que estaba cerca de la palanca que controlaba la rueda de la fortuna, la movió con fuerza, activando el juego. Los perreros, que habían saltado en mi dirección, cayeron en el suelo mientras la rueda comenzaba a girar.
—No sabía que era tan fácil de usar —dijo el perro, claramente divertido.
—Gracias —le dije, sonriendo por primera vez en lo que parecía una eternidad.
—Me llamo Spike —respondió él, dándome su nombre con orgullo.
No tuve tiempo para más charlas. Miré a mi alrededor y vi a más perros siendo atrapados por los perreros que seguían avanzando.
—Hay que ayudarlos —dije, con determinación, sabiendo que aún quedaba mucho por hacer.
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Sí, Padre
FanfictionQué pasaría sí el plan de Mechas, para vengarse de Golfo, no hubiese sido permitir que un perrero capturara a Scamp sino algo mucho peor. Recordemos a Scamp, el hijo de Golfo y Reina, quien huyó de casa luego de estar harto de ser un perro casero, s...