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La mañana llegó demasiado rápido. Los primeros rayos de sol iluminaban el basurero, mientras yo observaba cómo mi padre, Mechas, se movía entre los perros callejeros, alertando a todos con esa energía imparable que siempre lo había caracterizado. Esta vez, sin embargo, la multitud era impresionante. No podía creerlo. **Había tantos perros.**

Miré a mi alrededor, observando cómo todos esos callejeros tenían el mismo interés en sus ojos que yo alguna vez había tenido. **¡Eran cientos!** Todos esperaban lo mismo: el gran golpe. Entonces, mi padre se subió a una pila de chatarra, elevándose sobre la multitud, y su voz resonó como un trueno en el silencio.

"¡Hermanos! ¡Hermanas! ¡Están listos para iniciar el mayor atraco de sus vidas!"

Una explosión de ladridos resonó en respuesta. Todos al unísono gritaron: "¡Sí!"

Mechas sonrió, satisfecho con la energía del grupo. "¡Durante años nos han visto como basura, ahora será nuestro turno de que ellos vean cómo robamos todo lo que ellos quieren en un solo día!"

"¡Sí!" gritaron los perros otra vez.

"¡En unas horas el carnaval comenzará y nuestro turno de robar llegará!" Su voz se elevaba más y más, cargada de una emoción que contagiaba a todos los presentes.

"¡Sí!" repitieron los perros callejeros, impacientes por lo que estaba por venir.

De repente, mi padre me miró directamente. "¡Marcas, hijo mío, ven aquí!"

Obedecí y me acerqué, caminando a través de la multitud que me abría paso. Cada uno de esos perros me miraba, como si yo fuera parte de algo mucho más grande. **¿Esto era lo que siempre había querido?** Me sentía orgulloso, pero a la vez... confuso.

Cuando llegué a su lado, Mechas continuó. "Mooch, Francois, por favor, acérquense."

Mooch y Francois aparecieron rápidamente a mi lado, cada uno con su propio estilo único. Los tres estábamos allí, junto a Mechas, y el resto de los perros observaba con atención.

"He aquí a los tres perros más leales a mí, y me enorgullece decir que uno de ellos es mi hijo", anunció Mechas, su mirada posándose en mí con una mezcla de orgullo y satisfacción.

Sonreí, pero algo dentro de mí no se sentía del todo bien. **¿Esto es lo que siempre quise?** Ser un perro salvaje, ser aclamado por lo que era ahora, por ser el hijo de Mechas. ¿Por qué no sentía la emoción que debía estar sintiendo?

Mechas levantó la voz de nuevo, dirigiéndose a toda la manada. "Hoy será la primera vez que el hombre y los perros caseros vean de lo que es capaz de hacer un perro callejero cuando está unido. ¡Vamos a demostrarles quiénes somos!"

Los ladridos y aullidos de los perros callejeros retumbaron en mis oídos, llenos de energía y emoción. Todos estaban listos. Todos sabían lo que tenían que hacer.

"¡Es hora de actuar!" gritó Mechas.

Y entonces sucedió. Más de quinientos perros callejeros comenzaron a correr hacia la salida, divididos en diferentes direcciones, como una ola imparable. **Todos estaban emocionados, ansiosos por lo que iban a lograr**. La adrenalina en el aire era palpable.

Mooch y Francois se apresuraron, listos para tomar sus posiciones, pero justo cuando yo estaba a punto de unirme a ellos, sentí la pata de mi padre en mi hombro.

"Espera, hijo mío", me dijo Mechas, su voz más suave ahora.

Me detuve en seco, girando para mirarlo. **"¿Qué pasa, padre?"**, pregunté, intrigado por su repentina solicitud.

Mechas me miró con una sonrisa astuta. "Para ti tengo algo especial."

Sí, PadreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora