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Ver a Brutus caído me dejó en shock. Nunca pensé que un perro tan grande, tan imponente, pudiera ser derribado con tanta facilidad. Mechas estaba orgulloso de su agilidad, y aunque yo también debería haberlo estado, había algo que no me permitía disfrutar esa victoria. Me quedé mirando mientras Brutus se tambaleaba, y entonces noté cómo otro perro se acercaba a él. Al principio, no lo reconocí, pero cuando sus ojos me encontraron, supe quién era.

"Reggie..." susurré para mí mismo.

Reggie me miraba con ojos oscuros, llenos de resentimiento. Había cambiado, pero su esencia seguía siendo la misma. Brutus, aún en el suelo, lo detuvo antes de que hiciera algo impulsivo. 

"No lo hagas, Reggie. No es como él."

Las palabras de Brutus me confundieron. "¿Cómo que no es como yo? ¡Es un salvaje!" le espeté, incrédulo.

Brutus, con esfuerzo, se incorporó un poco más. "No es un salvaje," dijo con voz firme pero cansada. "Solo estaba confundido. La primera vez que lo liberé, lo primero que hizo fue buscarte. Te quería encontrar, pero la segunda vez lo detuve. Lo he estado ayudando a calmarse, a que sea diferente."

Reggie seguía mirándome, su expresión endurecida, pero ya no había odio puro en sus ojos. Se acercó a Brutus para ayudarlo a levantarse. "El solo quiere un hogar," continuó Brutus, mientras Reggie lo sostenía con cuidado. "Por eso lo llevé a la empacadora. Al principio fue difícil, porque los humanos no lo querían cerca. Lo miraban con miedo. Pero con el tiempo, demostró que era bueno. Que merecía estar ahí."

Reggie se colocó frente a Brutus, su postura defensiva y firme. "No quiere lastimarte, Marcas. Pero si intentas hacernos daño, él lo hará."

Sentí un nudo en el estómago. Este Reggie no era el mismo perro agresivo que había conocido. 

Había algo más detrás de esa mirada, una mezcla de protección y lealtad hacia Brutus. Sin embargo, antes de que pudiera decir algo, más perros comenzaron a aparecer de entre las sombras. Eran muchos más de lo que había imaginado. Sus rostros serios y decididos nos rodearon, formando un círculo.

Uno de los perros, un dálmata de mirada decidida, tomó la palabra. "Pueden intentar lo que quieran, pero no vamos a permitir que roben. Este lugar es nuestro refugio, y lo vamos a proteger."

Mechas, imperturbable, se adelantó con una sonrisa burlona en su rostro. "¿No van a permitirlo?" Su voz sonaba sarcástica. "Ustedes no podrán detenernos. No importa cuántos perros sean. Tenemos hambre, y no nos vamos a ir con las patas vacías."

La tensión en el aire era palpable, como si el más mínimo movimiento pudiera desencadenar un enfrentamiento. Yo no podía apartar la vista de Brutus, de Reggie, de todos esos perros que estaban dispuestos a luchar por algo que creían justo.

Y justo cuando todo parecía a punto de estallar, Mechas soltó una carcajada. "Vamos a ver si pueden detenernos."

Sí, PadreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora