Estábamos sentados junto a los basureros, Mechas y yo, disfrutando de lo que considerábamos una buena comida. Era uno de esos momentos en los que podía sentir que, a pesar de todo lo que habíamos pasado, éramos como cualquier otro padre e hijo, compartiendo tiempo de calidad. Claro, para nosotros eso significaba hurgar entre la basura y reírnos de las desgracias de otros perros que aún seguían bajo el yugo humano.
Mientras devoraba un hueso medio roído, me detuve un momento para observar a mi padre. En este último año, había visto cambios en él. Seguía siendo fuerte, imponente, pero no podía evitar notar algunos parches en su pelaje donde se empezaban a asomar las canas o donde ya no crecía pelo, dejando espacios vacíos. Su fuerza era innegable, pero el tiempo también lo afectaba, aunque nunca lo admitiría del todo. Mechas me miró, notando mi silenciosa observación, y soltó una carcajada ronca.
"Tengo ocho años, hijo. A este ritmo, claro que empezarás a ver algunos cambios en mí," dijo, con una media sonrisa. Aun así, había algo en su tono que no permitía cuestionarlo.
Después de un rato, ya con los estómagos llenos de lo que habíamos encontrado, caminamos juntos, observando a los humanos en las calles. Era curioso ver cómo interactuaban con sus perros. Algunos los paseaban con correas, otros los llevaban en bolsos. Había algo absurdo en todo eso. Mechas, como siempre, no pudo contenerse al mencionar su desprecio.
"Siempre detesté cómo los humanos tratan a los perros, como si fueran juguetes. Los golpean, los controlan... No hay respeto."
Yo recordé la cadena que solía llevar en mi cuello cuando vivía con Golfo y Reina, y me sentí aún más unido a lo que mi padre decía. "¿Por qué no los atacamos?" le pregunté. Parecía lógico, ¿no? Con todo el poder que teníamos, podríamos hacerles entender lo que era el verdadero control.
Mechas negó con la cabeza, sonriendo como si supiera algo que yo aún no entendía del todo.
"No tiene sentido, Marcas. No se trata de atacarlos. Es mejor hacer lo que uno quiere, vivir como nos place. Eso es verdadera libertad."
Mientras continuábamos caminando, ambos nos reímos al ver a esos perros sumisos con correas, algunos incluso dentro de bolsos ridículos. No podía evitar sentir una satisfacción al saber que yo era libre, y que lo había conseguido gracias a Mechas. Esa vida casera, la sumisión, todo eso quedaba atrás para mí. Estaba destinado a algo más grande.
"Pronto será la próxima reunión de las manadas," dijo Mechas, rompiendo el silencio. Lo miré, curioso.
"Quiero que estés conmigo en esa reunión, hijo," continuó. "Es cuando se discutirá lo que queremos hacer."
Yo, aún sin entender del todo lo que implicaba, le pregunté: "¿Qué es lo que vamos a hacer, padre?"
Mechas se detuvo un momento, observando a los humanos que pasaban cerca de nosotros, antes de volverse hacia mí con una mirada decidida. "Vamos a robar en casas humanas," respondió, con una sonrisa llena de determinación.
Y así, supe que las cosas estaban a punto de escalar a otro nivel.
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Sí, Padre
FanfictionQué pasaría sí el plan de Mechas, para vengarse de Golfo, no hubiese sido permitir que un perrero capturara a Scamp sino algo mucho peor. Recordemos a Scamp, el hijo de Golfo y Reina, quien huyó de casa luego de estar harto de ser un perro casero, s...