En cuanto caí, sentí el dolor agudo de golpearme contra unos botes de basura. El impacto me sacudió, pero no era nada comparado con la rabia que hervía dentro de mí. Sentí el ardor en mi hocico y el latir de una herida que sabía que no debería estar ahí. Golfo, con los ojos llenos de pánico, retrocedió al ver lo que había hecho.
—Scamp... te juro que no quise... —dijo, con la voz quebrada por el miedo y la culpa.
Antes de que pudiera siquiera procesar sus palabras, Mechas apareció a mi lado, con preocupación evidente.
—Hijo mío, ¿estás bien? —me preguntó, y sentí el calor de su presencia, un consuelo en medio de la rabia que me consumía.
Toqué mi hocico y, al pasar la pata sobre la herida, noté las líneas de las garras de Golfo. Unas marcas que nunca deberían haber estado ahí.
—Pero, ¿qué le has hecho? —espetó Mechas, mirando a Golfo con una furia controlada.
—No era mi intención... —respondió Golfo, la desesperación impregnando cada una de sus palabras.
Lo miré a los ojos, lleno de resentimiento.
—Tú me hiciste esto.
—No quería lastimarte, Scamp... —Golfo se veía derrotado, su voz temblorosa.
—Pero lo hiciste —dije, mis palabras frías como el acero, cortando el aire entre nosotros.
Golfo no sabía qué hacer. Parecía petrificado, incapaz de encontrar una forma de arreglar lo que acababa de pasar. En ese momento, toda la ira que llevaba acumulada se desbordó en mí.
—¡Ahora vas a ver! —gruñí, dando un paso hacia él, dispuesto a atacar.
Pero antes de que pudiera lanzarme sobre él, Mechas intervino.
—No, hijo mío —dijo, su voz firme pero calmada—. Creo que es suficiente con lo que ha hecho ahora.
Miré a Mechas, mis ojos aún llenos de furia, pero su serenidad me calmó. Golfo, viendo la situación, trató de decir algo, pero antes de que pudiera hablar, simplemente se dio la vuelta y se marchó, derrotado y avergonzado.
—¡Lárgate, Golfo! —grité, viendo cómo se alejaba en silencio.
Cuando todo quedó en calma, Mechas me miró profundamente, con una mezcla de orgullo y sorpresa.
—¿Estás bien, hijo mío? —preguntó, evaluando la situación con cuidado.
Yo asentí, aún sintiendo el dolor del golpe, pero el orgullo de haberme mantenido firme por él me invadía.
—Eso que hiciste fue muy valiente... —continuó Mechas, sorprendido—. Pero, ¿por qué lo hiciste?
Lo miré a los ojos, y sin dudarlo, le respondí.
—Eres mi padre. Debo protegerte.
Mechas sonrió, una sonrisa de satisfacción que solo un verdadero padre podría mostrar.
—Así es, hijo mío —dijo, con una voz suave y llena de orgullo.
Sentí que, a pesar del dolor físico, había dado un paso más para fortalecer el vínculo que me unía a Mechas.
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Sí, Padre
FanfictionQué pasaría sí el plan de Mechas, para vengarse de Golfo, no hubiese sido permitir que un perrero capturara a Scamp sino algo mucho peor. Recordemos a Scamp, el hijo de Golfo y Reina, quien huyó de casa luego de estar harto de ser un perro casero, s...