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La escena que se desarrollaba ante mis ojos era algo que nunca hubiera imaginado. Eran demasiados perros, muchísimos más de los que jamás habíamos visto. Brutus no bromeaba. Nos superaban en número, fácilmente. Sentí cómo mi corazón se aceleraba, una mezcla de sorpresa y preocupación se acumulaba en mi pecho.


Mechas, manteniendo su postura dominante, gritó con una mezcla de incredulidad y furia: "¿De dónde sacaste a tantos perros?"

Brutus esbozó una media sonrisa, su voz calmada, pero firme. "Son amigos míos... en su mayoría, de la perrera."

Mis pensamientos se dispararon al instante. Reggie, el viejo conocido que había logrado escapar de la perrera dos veces... Eso no podía ser una coincidencia. Todo encajaba de repente. "¿Tú liberaste a Reggie?", le pregunté a Brutus, mi voz temblando por la sorpresa.

Brutus asintió con serenidad. "Sí."

"¿Por qué?", le solté, genuinamente confundido. ¿Por qué alguien como Brutus haría algo así? 

Hasta ese momento, lo había visto como una especie de enemigo.

"Porque me encargo de liberar y ayudar a perros que están solos", explicó Brutus con una voz grave y algo cansada. "Ya sea porque no tienen dueños o porque tuvieron la mala suerte de ser capturados por la perrera."

Las palabras de Brutus cayeron sobre mí como una pesada carga. La perrera... ese lugar al que ningún perro quiere ir, donde si no te devuelven con un dueño o te adoptan, el perrero te mata. 

Brutus continuó explicando con tranquilidad: "He estado salvando a muchos y llevándolos a la carnicería. Allí los contratan como perros vigías. Pero también he ayudado a muchos a encontrar refugio en otras partes."

La revelación me dejó paralizado. Brutus, el mismo perro que siempre pensé que era un rival, se dedicaba a salvar a otros. Por primera vez en mucho tiempo, el miedo me invadió. No por la amenaza física, sino por el impacto de saber que había más en juego de lo que entendía.

Sentí una mano —o mejor dicho, una pata— sobre mi hombro. Era Mechas, quien me habló en un tono firme y tranquilizador. "No temas, hijo mío. Recuerda que nosotros somos más."

Pero no podía apartar los ojos de Brutus y sus tropas. Por más que mi padre quisiera aparentar confianza, la verdad era clara: estábamos en desventaja, y lo sabía.

Brutus dio un paso al frente, mirando directamente a Mechas. "No te confíes, Mechas. No todo se resuelve con números."

El ambiente se tensó aún más. Mechas entrecerró los ojos, claramente irritado por la seguridad de Brutus. "Tú y tus perros no son rivales para nosotros. No subestimes el poder de mi manada."Brutus mantuvo su postura calmada, pero sus ojos reflejaban una firmeza inquebrantable. "No se trata de quién es más fuerte, Mechas. Se trata de quién está dispuesto a hacer lo correcto. Yo no dejaré que destruyas lo que otros han trabajado por construir."

Mechas soltó una risa sarcástica, claramente desafiando a Brutus. "¿Tú, viejo? ¿Vas a detenerme? ¿Tú y esta banda de rezagados?"

Los ojos de Brutus no se movieron. "Si es necesario, lo haré."

El aire entre ellos parecía cargado de electricidad, una batalla verbal donde ambos defendían sus ideales, pero el conflicto era inevitable. Yo, aún sintiendo el peso de todo lo que acababa de aprender, solo pude decir en voz baja: "Ten mucho cuidado, papá."

Sabía que no se detendría, pero por primera vez, temí por lo que pudiera pasar. Brutus no era un simple perro, y su manada no estaba dispuesta a ceder. Todo esto estaba a punto de explotar, y yo estaba justo en el medio.

Sí, PadreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora