Mechas se acomodó en la pila de basura, mirándome con esos ojos que siempre tenían un toque de nostalgia, pero también de orgullo. Sabía que estaba a punto de contarme algo importante, algo personal. Se aclaró la garganta y comenzó su historia.
—Cuando era muy pequeño, Scamp, yo también tuve un hogar. Una familia. —Su voz se endureció, y noté cómo sus orejas se agachaban ligeramente—. Pero, a diferencia de lo que tú conociste con Golfo y Reina, mi familia no era amable. Los humanos... tenían demasiadas reglas, reglas que nunca entendí. Y para colmo, eran violentos. Me golpeaban, me humillaban. Yo era solo un cachorro, no podía defenderme. Estaba atrapado en esa vida, sin saber qué hacer. Hasta que un día, me cansé de todo.
Hizo una pausa, mirando al horizonte, recordando aquellos días. Pude sentir la dureza de sus palabras, lo mucho que le había dolido revivir esos momentos.
—Me escapé. Simplemente me fui —continuó—. Pero al hacerlo, descubrí que el mundo fuera de las cuatro paredes de una casa no era tan fácil como pensaba. La gente me ignoraba o me atacaba cuando intentaba robar comida para sobrevivir. El hambre, Scamp... los humanos no entienden lo que es pasar hambre de verdad. Y a mí me dolía porque no les importaba. Para ellos, yo era solo un perro más, un problema más.
Escuchaba atento, sintiendo cómo su dolor resonaba en mi propio pecho. Mechas continuó.
—Una noche, bajo una lluvia fuerte, me encontré en un callejón, temblando de frío y hambre. Y ahí lo vi... un perro más grande que yo, su figura se veía como la de un monstruo bajo la lluvia. Reggie... —Mechas apretó los dientes—. Pensé que ese sería mi fin. Él se acercaba, listo para atacarme. Pero entonces, algo cambió.
Se inclinó hacia mí, bajando un poco la voz, como si estuviera compartiendo un secreto.
—De repente, un perro apareció de la nada y dijo: "Oye, Reggie, sigues portándote mal". Era Golfo. No lo había visto antes, pero llegó justo a tiempo. Empezó a tirar botes de basura, latas, todo lo que pudo encontrar para confundir a Reggie. Y, aunque Reggie era gigante, no era muy listo. Terminó golpeándose con todo, y al final, cayó.
Mechas sonrió brevemente al recordar ese momento.
—Golfo me salvó ese día. Se acercó a mí, con una sonrisa y me dijo: "Me llamo Golfo". Y yo, todavía temblando, respondí: "Soy Mechas". Así fue como conocí a Golfo, el perro que pensaba que sería mi mejor amigo para siempre.
Sentí un nudo en el estómago. Ya no veía a Golfo como "papá", no después de escuchar todo esto. Ahora solo lo veía como... Golfo.
—Después de eso, Golfo y yo éramos inseparables —continuó Mechas, su voz volviéndose más suave—. Robábamos comida juntos, salíamos con perritas, desafiábamos a quien se nos pusiera enfrente. Éramos un dueto. Dos amigos que no necesitaban nada más en el mundo. O al menos eso pensaba yo... hasta que apareció Reina.
Vi cómo los ojos de Mechas se oscurecían al mencionar su nombre.
—Estuve presente la primera vez que la vio, Scamp. Vi todo... sus citas, la cena en ese restaurante italiano donde le dieron espaguetis. Golfo se enamoró perdidamente, y yo... bueno, yo solo lo veía alejarse. Al principio, intentaba hablar con él, pero me ignoraba. Aunque luego se disculpaba, decía que no tenía tiempo.
Mechas hizo una pausa, y su mirada se volvió aún más seria.
—Quería convencerlo de que podía seguir siendo un callejero, que no tenía que dejar todo atrás por una perrita. Pero Golfo no me escuchaba. Y después, cuando el perrero lo atrapó y la familia de Reina lo liberó, supe que todo había cambiado. Golfo ya no era el mismo. Lo vi caminando con ella, diciéndole que no quería ser más un callejero. Mi mejor amigo había elegido... una vida diferente. Y me dejó solo.
El silencio se hizo pesado. Sentía el dolor de Mechas, su traición, y no podía creer lo que Golfo había hecho.
—Tu padre era un cobarde —dijo Mechas, con voz grave.
Tomé aire y lo miré a los ojos.
—Papá... tú no eres un cobarde. Golfo sí. Por eso él no merece que lo siga llamando padre.
Mechas me miró, sus ojos se llenaron de una emoción que pocas veces había visto en él. Una sonrisa lenta se formó en su rostro.
—Así me gusta, hijo mío —dijo, lleno de orgullo.
Nos quedamos mirándonos por un momento, un entendimiento silencioso entre nosotros. Sentí que algo en mí había cambiado para siempre.
—Te prometo que nunca te fallaré, papá —le dije, con toda la sinceridad que pude reunir.
Mechas asintió, satisfecho.
—Eso espero, hijo mío... eso espero.
Y en ese momento, supe que mi lealtad no sería más para Golfo, sino para el perro que me había adoptado como su verdadero hijo.
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Sí, Padre
FanfictionQué pasaría sí el plan de Mechas, para vengarse de Golfo, no hubiese sido permitir que un perrero capturara a Scamp sino algo mucho peor. Recordemos a Scamp, el hijo de Golfo y Reina, quien huyó de casa luego de estar harto de ser un perro casero, s...