Capítulo 38

3.2K 288 24
                                    

Perséfone

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Perséfone.

Mi cuerpo flota en una nube de absoluta oscuridad, mis oídos no perciben ningún sonido que interrumpa la paz que siento en este momento, a mi mente empiezan a llegar lentamente los recuerdos de los sucesos vividos anteriormente, abro mis ojos de par en par pero no veo nada.

Solo oscuridad.

Mis oídos empiezan a inundarse de un zumbido molesto, una luz empieza a molestar mi vista e inundar la oscuridad que me absorbe, cierro los ojos fuertemente mientras llevo una de mis manos a mi rostro para cubrirme de la intensa luz, suelto un pequeño quejido cuando el zumbido que molestaba mis oídos se convierte en un pitido constante, quito mi brazo de mi rostro con pereza y tardó varios minutos en abrir mis ojos, me incorporo lo más que mi débil cuerpo me lo permite notando que estoy en una habitación de hospital con varios cables y jeringas incrustadas en mi piel, pasó mi mirada por toda la habitación buscando algo que me indique cuánto tiempo llevo aquí, en mi búsqueda me topo con los chicos en una de las esquinas murmurando en voz baja.

Perséfone: ¿C...chicos?— la duda golpea mi cuerpo cuando veo cómo los cuerpos de los chicos se llenan de tensión, ladeó mi cabeza cuando los cinco llevan sus manos a sus rostros antes de voltear en mi dirección, trago grueso cuando veo sus ojos rojos e hinchados— ¿Q...qué sucede?

Mi preocupación incrementa cuando desvían sus miradas de la mía, se acercan a mi cuerpo pero ninguno dice nada, ninguno me mira a los ojos tan siquiera, Zyan se concentra en la máquina que monitorea las pulsaciones de mi corazón mientras sus hermanos juegan con sus manos y miran las partes visibles de mi cuerpo en busca de alguna herida.

Dimitri: ¿T...te sientes bien?— asiento tratando de que sus ojos se choquen con los míos fallando terriblemente— iré... iré a buscar a la doctora.

Sale de forma rápida de la habitación dejándome sola con sus hermanos quienes solo se cercioran de que todo esté bien conmigo.

Artemi: ¿No te duele nada, pastelito?

Sus palabras salen roncas, más de lo habitual, le regaló una pequeña sonrisa cuando este me mira a los ojos por breves segundos, tomó sus mejillas entre mis manos intentando que vuelva a mirarme, cuando sus ojos grises colisionan con los míos mi pecho se oprime y mi ritmo cardiaco se acelera al ver la intensa lucha de emociones que se lleva a cabo en sus iris.

Perséfone: ¿Qué ocurre? ¿Por qué están así?— los chicos me miran y veo la culpa en sus ojos, mi ceño se frunce aún más cuando la incertidumbre me aturde, antes de que alguno de ellos pueda siquiera abrir la boca para responder la puerta se abre y por ella entra una mujer alta con cabellos negros y ojos del mismo color, levanta sus ojos de su carpeta y me mira con una ceja arqueada al ver a mis esposos a mi alrededor, miro a Dimitri cuando esté camina hacia mi y se posiciona al lado de sus hermanos— ¿Usted me dirá que me pasa?

La mujer vuelve a mirar la carpeta en sus manos, levanta su cabeza e impacta sus ojos contra los míos antes de decir sin una gota de sentimiento o anestesia.

Doctora: La paciente Perséfone Drakos De Luca fue ingresada al hospital central el pasado viernes a las doce del mediodía tras sufrir una caída por las escaleras. Se le realizaron varios exámenes después de su atención inicial. Al revisar los resultados, confirmamos que estaba en estado de embarazo, con tres semanas de gestación— en ese instante, el mundo parece congelarse a mi alrededor al escuchar la palabra "embarazo", mis ojos se llenan de lágrimas y una mezcla de emoción y preocupación inunda mi ser, temiendo por el bienestar de mi bebé— lamentablemente, tengo que informarles que el feto no sobrevivió a los estragos de la caída.

Tan rápido como las esperanzas habían inundado mi alma cuando escuché que iba a tener un bebé de los hombres que amo, que iba a tener una pequeña parte de nosotros para amar y cuidar siempre, que me iba a decir mamá y que iba a estar en cada uno de sus logros y en cada paso que de, qué iba a cuidarlo y amarlo porque era mío... era nuestro.

Esto es mentira.

Perséfone: T...tiene que haber una equivocación, yo... yo no pude haber perdido a mi bebé.

Yo no... yo no pude haber sido tan mala madre ¿Verdad?

Con la vista empañada por las lágrimas, mi corazón rompiéndose en miles y miles de pedazos logro ver con algo de esperanza como la doctora revisa nuevamente su carpeta, levanta sus ojos y me mira nuevamente antes de soltar las palabras que terminan por matar cualquier tipo de esperanza en mi.

Doctora: No hay ninguna equivocación, el feto está muerto.

El eco de sus crueles palabras se repite de forma constante y atormentante en mi mente, con manos temblorosas y apartándome del toque de los chicos me quito todos los cables que me monitoreaban, con las lágrimas bajando por mis mejillas me bajo de la camilla y me acerco a la doctora.

Perséfone: No era un feto, era mi bebé ¡Mío!— le gritó antes de tomar la carpeta y ver que efectivamente; soy yo quien aparece en estos documentos, mi cuerpo tiembla cuando confirmó que no pude cuidar a mi bebé— sal de mi vista si no quieres que te mate...

La doctora sale de forma rápida de la habitación de hospital, mi cuerpo cae al suelo mientras las lágrimas y los sollozos no dejan de salir de lo más profundo de mi ser, miro los papeles inundados de mis lágrimas cuando siento los brazos de los chicos sujetar mi cuerpo intentando consolarme y calmar mi pena.

Soy una maldita escoria que ni siquiera pudo cuidar a su hijo.

Perséfone: E...esto es mi culpa... yo debí cuidarlo.

Mi cuerpo se sacude por los fuertes sollozos que no paran de salir de mi.

Zyan: No es tu culpa, solecito.

Niego con mi cabeza cuando escucho sus palabras.

Dominic: La única culpable aquí es Berenice, no tú, ratoncita.

Levantan mi cuerpo y vuelven a acostarme en la cama, siento un pinchazo en mi cuello, mi cuerpo empieza a perder fuerzas y mis ojos empiezan a pesar.

Malik: Nos encargaremos de que se arrepienta hasta del día que llegó a esta tierra, duendecito.

Antes de que la oscuridad me absorba nuevamente busco las fuerzas para decir en un débil susurro.

Perséfone: H...haré que se ahogue en su propia desesperación mientras ruega porque la mate.

El mundo sabrá lo que es arder bajo mis llamas.

El mundo sabrá lo que es arder bajo mis llamas

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Dulce Deseo [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora