Capítulo 40

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⚠️CONTENIDO SENSIBLE

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⚠️CONTENIDO SENSIBLE.⚠️

Perséfone.

Muevo sutilmente la katana en mi mano mientras silbó suavemente, el sonido de mis tacones resuena por toda la estancia haciendo eco en las paredes, miro al final del pasillo una puerta dorada completamente cerrada, camino a pasos lentos hasta llegar a la misma, me detengo frente a esta intentando escuchar algún ruido que me confirme que ellos están allí aunque ya lo sepa, nuevamente confirmó una de mis teorías.

La habitación está insonorizada, por eso nadie salió de allí cuando estaba desatando una masacre.

Giro la manilla y ruedo mis ojos cuando la puerta cede, la empujó y juro necesitar una lavado de ojos cuando los mismos impactan contra la imagen que se proyecta en la habitación; el padre de los chicos se encuentra desnudo embistiendo el cuerpo de una mujer mientras Bernarda los observa, una mueca de asco se forma en mi rostro cuando divisó como el trasero peludo y arrugado del muertito se encuentra a la vista.

¿Y si...?

Una oscura sonrisa vuelve a aparecer en mi rostro olvidando la desagradable imagen frente a mi, saco mi pistola del ligero en mi muslo y luego de quitarle el seguro apuntó en dirección al vejestorio quien parece apunto de tener un orgasmo.

Perséfone: Que puto asco.

Suelto antes de presionar el gatillo, el estruendoso sonido del arma al ser dispara es como música para mis oídos, una estruendosa carcajada sale de mi boca cuando escucho el grito de dolor del muertito cuando la bala se incrustó en su trasero, miro con aburrimiento a las mujeres que yacen desnudas en la cama cuando las mismas gritan llenas de terror.

Berenice: E...estás loca...

Chasqueó mi lengua mientras ladeó mi cabeza.

Perséfone: Eres bastante estúpida si ahora es que te das cuenta de eso— miro a la mujer que cubre su cuerpo mientras tiembla con fuerza en la cama arqueando una de mis cejas cuando noto que es la misma mujer que me dijo lo de mi bebé, ladeó mi cabeza y retomó los movimientos con mi katana, camino hacia la cama viendo como la escoria se retuerce en el suelo con dolor— tu— la señaló con la punta filosa de mi Katana viendo cómo tiembla y su llanto incrementa, ruedo los ojos aburrida de su drama— ven aquí, haré que te calles— la mujer niega incontables veces con la cabeza, volteo mi rostro y veo a John en la puerta con una mochila llena de todo lo que le pedí, la tomo entre mis manos y con un asentimiento de cabeza le indicó que se retire, dejo la mochila en una esquina viendo de reojo como Bernarda intenta ayudar al vejestorio, hago una pequeña mueca con mis labios mientras me acerco a la cama y tomó por los cabellos a la estúpida doctora— te vas a arrepentir de haber osado meterte en mi camino.

Murmuro en su oreja mientras saco una de mis navajas y la paso por su mejilla, su sangre cubre mis manos pero no me es suficiente, tiro a la estúpida al suelo y mientras ella llora intentando detener el sangrado yo me encargo de cortar sus manos antes de que siquiera lleguen a tocar su rostro, voy hacia la mesita de noche y tomo el soplete acercándome nuevamente a la mujer que se retuerce en el suelo, acercó el soplete a su carne y de forma inmediata el olor a carne quemada inunda la habitación, una vez me cercioro de que no morirá me acerco a las escorias que se encargaron de joder mi existencia durante mucho tiempo.

Perséfone: Me parece estúpida tu forma de acercarte a mi aquella vez, Niko— niego con mi cabeza lentamente mientras no aparto mi vista de sus ojos verdes inundados de lágrimas y desesperación— eres un puto cerdo— digo con asco mientras ojeó su habitación llena de fotos de mi cuerpo cubierto solo por mi ropa interior— un puto y asqueroso cerdo que no merece vivir.

Es una escoria que se creyó lo suficientemente inteligente como para engañarme cuando se presentó a mi consultorio contándome sus problemas matrimoniales, una escoria insignificante que se rodeó de más escorias de aún más baja calidad que él.

Martina, mi estúpida secretaria que se encargó de desaparecer el expediente de Niko hace casi cuatro años siendo enviada por su hermana Bernarda.

Bernarda, una loca obsesionada con mis esposos, encargada de la administración de una de las empresas de los mismos y por lo tanto, quien desviaba los fondos de esa y otras más empresas a una cuenta con un nombre falso en Rusia.

Niko, un estúpido fracasado al que sus hijos despojaron de la  mafia griega y de todo lo que tenía cuando intento matarlos para evitar que ellos obtengan el poder del que él no quería ser despojado, acercándose a mi años después intentando hacerles daño pero termino obsesionándose conmigo y siendo descubierto desde el inicio.

La gente no es muy inteligente en los últimos días.

Cuando hice mi investigación hace algunos años no solo descubrí quien desapareció el expediente de Niko, sino que también me di cuenta de todo el plan que tenían pautado.

Perséfone: ¿Prefieres que te diga Niko o Gerardo Drakos?

Ladeó mi cabeza esperando su respuesta, el estúpido sigue retorciéndose mientras Bernarda intenta ayudarlo con su única mano servible.

Ilusa.

Gerardo: N...no puedes matarme... el consejo les quitará la mafia si lo haces.

Suelto una pequeña risa llena de malicia cuando escucho su intento de persuasión, hago un pequeño puchero mientras detalló el filo de mi katana con fascinación.

Perséfone: Pero si la afile solo para ti.

Miró con pesar el arma en mis manos.

Gerardo: Yo...

Lo interrumpo rodando mis ojos con fastidio.

Perséfone: Tú te vas a callar— muevo mi mano con indiferencia y aburrimiento— el consejo no hará absolutamente nada porque en estos momentos sus cabezas deben estar rodando a los pies de mis esposos... así como la tuya lo hará a los míos.

Suelto tranquila.

Gerardo: ¡Eres mía, mía!

Levantó mi katana y cortó una de sus manos cuando intenta tocarme, río a carcajadas cuando escuchó los gritos llenos de pánico de mis juguetes inundar la habitación.

Perséfone: Asco— suelto con desagrado, miro a Bernarda a los ojos con una sonrisa, me acerco a ella haciendo que su cuerpo se vaya hacia atrás, cortó su mano inservible sin darle tiempo a procesar la situación— no lloren, ahora vamos a jugar— camino hacia uno de los sillones en la habitación y tomó asiento luego de desinfectarlo con el alcohol que John puso en la mochila— les dire las reglas de mi juego, hagan silencio.

Joder, me divertiré tanto.

Joder, me divertiré tanto

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Dulce Deseo [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora