Capítulo 11

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Una semana después

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Una semana después.

Perséfone.

Suelto un suspiro cansino mientras recuesto mi cuerpo del sofá en mi consultorio, ayer me quedé hasta tarde hablando con Zyan y viendo películas, ninguno de los dos quería dormir pues hoy tiene que irse a Grecia, esta mañana fui a dejarlo a la pista de aterrizaje de su familia, vi a sus hermanos pero evite acercarme para no molestarlos con mi presencia.

No se puede tener todo en la vida.

Cierro mis ojos mientras los tapo con mi antebrazo, suelto un bostezo dejándome llevar por el mundo de los su sueños en mi pequeño e incómodo sofá.

Valió la pena este cansancio.

[*🍎*]

Necesito desestresarme, me estiró sobre el incómodo sofá soltando un pequeño suspiro, mis ojos pesan a pesar de haber durado horas dormida en mi consultorio, me levanto de forma perezosa cuando escucho que tocan mi puerta.

Secretaria: Disculpe que la moleste— me regala una sonrisa falsa que le devuelvo a duras penas— quería avisarle que el paciente del día de hoy acaba de cancelar así que tiene lo que resta de la agenda por el día de hoy totalmente libre.

Mi ceño se frunce.

Perséfone: ¿Dio alguna razón coherente para cancelar su cita?

Le preguntó ocultando mi enojo, el hecho de saber que vine estando cansada a atender a ese paciente y que ahora venga y cancele me hace enfurecer, saber que perdí tiempo valioso que estaría aprovechando en mi comida cama y no en este incómodo sofá despierta en mí una furia inmensa.

Secretaria: No, solo dijo que no quería seguir con sus sesiones en este lugar.

La miro a los ojos cuando escucho eso.

Ningún otro hospital se compara con este.

Perséfone: ¿Ocurrió algo de lo que no me haya enterado?

Arqueó una de mis cejas mientras la mujer frente a mi no deja de mirar los papeles en sus manos.

Secretaria: Nadie más que usted sabría responder a esa pregunta, después de todo se trata de su paciente.

Frunzo el ceño, no tengo conocimiento de que ninguno de mis pacientes haya querido abandonar las sesiones.

Perséfone: Háblame claro, tengo que irme a casa.

Sus palabras a medias ya me cansaron, puedo notar que se pone nerviosa cuando suelto aquellas palabras.

Secretaria: Se trata del paciente que vino hace algunos meses y no volvió más, Niko.

Ese señor, un cobarde que no volvió luego de la primera sesión, en parte me alegraba que no haya vuelto, su presencia me incomodaba de formas descomunales.

Perséfone: Quiero su expediente en mi consultorio ahora mismo.

Trato de ingresar nuevamente a mi consultorio para esperar por los documentos pero sus palabras me detienen en seco.

Secretaria: Creo que no se va a poder— volteo a verla sintiendo un tic en mi ojo, inhalo profundo no queriendo cometer una locura— todo lo que guardaba algún tipo de relación con el paciente ha desaparecido, los guardias buscaron en las cámaras de seguridad y no encontraron nada, el encargado de administrar los registro está buscando los documentos desde que se le informó que se necesitaba el expediente del señor que abandonó la terapia, no lo encontró.

Le regalo una sonrisa forzada que parece tranquilizarla antes de decirle.

Perséfone: Estoy siendo muy paciente el día de hoy, si para mañana a primera hora no tengo esos documentos en mi escritorio considérense despedidos, en este hospital no se aceptan negligentes que no estén capacitados ni para cumplir con sus propios trabajos— su rostro palidece, la miró directamente a los ojos mientras entrelazó mis dedos de forma despreocupada— no estoy siendo una tirana, deben tener en cuenta que está en juego la seguridad de los integrantes de este hospital, así que me veo en la obligación de por el bien de todos reemplazarlos.

Es mejor deshacerse de lo que no nos sirve antes de que se forme un problema mayor.

Secretaria: Pero...

La interrumpo alzando mi mano para que haga silencio.

Perséfone: En lugar de estarme dando explicaciones sin sentido, deberían ponerse a buscar ese expedientes hasta debajo de las piedras— paso por su lado cerrando mi oficina, camino hacia las escaleras a paso lento y antes de desaparecer le digo— por tu atención gracias.

Soy una perra si, pero una perra con educación.

Bajo las escaleras a paso lento intentando que el enojo se disipe un poco, tiró de mis cabellos levemente cuando mi cabeza empieza a dolerme.

Hoy no es mi día, definitivamente no.

Llegó al primer piso, salgo del hospital sin dedicarle una sola mirada a nadie, no quiero pagar mis frustraciones con alguien que no tiene la culpa de la incompetencia de otros, divisó a John a la distancia y me acerco a él, ingresó en la camioneta en completo silencio.

John: ¿Al edificio o a casa de sus padres?

Lo miro por breves segundos antes de recostar mi cabeza del cristal de la ventana.

Perséfone: Al edificio.

Asiente con su cabeza entendiendo que no estoy del mejor de los humores, fija su vista al frente y empieza a manejar de forma tranquila mientras yo miro por la ventana divagando por mi mente, sé que la primera sesión con ese señor no fue la más agradable, sé que no volvió después de eso pero nunca imaginé que la abandonaría.

Necesito su expediente.

Busco mi teléfono en mis bolsillos dándome cuenta de que lo deje junto al puto bolso en la oficina, suelto un suspiro exasperado mientras golpeó suavemente mi cabeza del cristal, miro a John antes de preguntarle.

Perséfone: ¿Me prestas tu teléfono? Es que dejé el mío en la oficina.

Asiente con su cabeza, mete su mano en uno de sus bolsillos y me entrega su teléfono, a los guardias de mayor confianza que trabajan para nuestra familia se les facilita un teléfono completamente nuevo donde solo pueden tener los contactos de nosotros o alguna otra persona que nosotros les ordenemos, todo esto es por precaución, desbloqueo el teléfono y marcó el número del detective de nuestra familia.

Perséfone: Quiero que investigues a alguien.

Soy directa, no me gustan los rodeos y todos saben eso.

Si no lo hace él lo haré yo.

Si no lo hace él lo haré yo

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Dulce Deseo [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora