Capítulo 41

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Perséfone

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Perséfone.

Cruzo mis piernas mientras detalló mi panorama con aburrimiento, aliso mi vestido color blanco y acomodo mi cabello, sonrió de lado cuando veo como Bernarda se pone de pie de forma temblorosa.

Berenice: E...eres una puta demente.

Ruedo mis ojos, tomó mi arma y me levanto del sofá de forma tranquila, me acerco a la estúpida y con una pequeña sonrisa angelical la miro a los ojos para luego decirle tranquilamente.

Perséfone: A esta demente le gustan los juegos parejos— con mi arma apuntó a una de sus nalgas cuando la estúpida se da la vuelta para empezar a correr, presiono el gatillo viendo cómo cae al suelo por el impacto de la bala al incrustarse en su trasero— ahora si, ¡A jugar!— en el momento en que aquellas palabras salen de mi boca por la puerta entra John con una corona en sus manos, me la tiende y cuando la tomo entre mis manos camino hacia el sofá nuevamente, tomó asiento en él mientras cruzo mis piernas y coloco lentamente la corona en mi cabeza, una sonrisa ladeada y oscura se asoma por mis labios y puedo observar el momento exacto en el que los muertitos tragan grueso— no se asusten, nos divertiremos mucho— tiro un arma al suelo a una distancia lo suficientemente lejos de ellos, los miro a los ojos mientras acomodo la corona en mi cabeza con una oscura sonrisa en mi rostro— el juego es sencillo... el que sobreviva gana.

Suelto una carcajada mientras los veo lanzarse en busca del arma, Bernarda la toma con su única mano y cuando apunta en dirección del vejestorio este se la quita rápidamente, los dos empiezan a rodar por el piso dejando un rastro de sangre su paso, miro divertida como ambos luchan por sus vidas mientras se matan entre sí.

Que estúpidos son.

Relamo mis labios cuando veo como el vejestorio toma el arma y en lugar de apuntar a Bernarda me apunta a mi, ladeó mi cabeza con aburrimiento mientras me levanto tomando mi Katana entre mis manos.

Gerardo: Ni un paso más o disparo.

Su mano tiembla sobre el arma, suelto una pequeña risa llena de malicia mientras me acerco más haciendo que el sonido de mis tacones sobre el suelo sea lo único que se escuche en la habitación además de sus respiraciones erráticas, relamo mis labios mientras arqueo una de mis cejas retándolo con la mirada.

Perséfone: Vamos... dispara— suelto tranquila acercándome aún más a su cuerpo casi moribundo, veo como presiona el gatillo incontables veces pero de este no sale nada, hago un leve puchero cuando lo veo desesperarse— ¿En serio creíste que les daría un arma? No me creas estúpida, no soy ustedes— miro a Bernarda desangrarse en el suelo a unos cuantos pasos, hago una mueca con mis labios y fijo mi vista nuevamente en el vejestorio, cuando el inútil se va de bruces contra el suelo aprovecho para acercarme más, clavó la punta de mi tacón en su ojo mientras retuerzo mi pie, el vejestorio grita y patalea para que saque mi tacón de su ojo y cuando lo hago no duda en llevar su mano a su rostro ensangrentado— ven— llamo a Bernarda quien duda pero obedece sabiendo que si no lo hace le irá peor— cómetelo.

La miró fijamente esperando que acate mi orden, detalló cómo ella hurga con sus dedos para sacar su ojo aplastado, no evitó la mueca de asco que aparece en mi rostro cuando la veo llevarlo a sus labios con las lágrimas bajando de sus ojos, empuñó mi Katana entre mis manos y cortó una de las piernas del vejestorio, sangre sale por su boca haciéndolo ahogarse con la misma.

Gerardo: P...por favor...

Llora y pide por piedad, una piedad que no le dará luego de todo lo que le hizo a mis esposos.

Perséfone: Tú esposa te pidió piedad cuando la mataste frente a tus hijos luego de intentar matarlos a ellos solo por poder, tus hijos lloraron cuando vieron a su madre morir frente a sus ojo sin poder hacer nada— el asco y la repulsión se filtra por cada una de mis palabras, lo miró con desagrado mientras entierro la punta de la Katana en su entrepierna— comételo y vivirás.

Le señaló la herida sangrante donde antes estaba la pierna del vejestorio, Bernarda me mira con súplica pero yo solo le dedicó una fría mirada, veo como acerca su rostro a la herida del vejestorio, noto cuando muerde y tira de su carne, sonrió cuando separa su rostro ensangrentado con un pedazo de carne entre sus dientes, llora mientras lo mastica, el vejestorio grita causando que la sangre que no deja de salir de su boca lo haga ahogarse, clavo la Katana en su pecho encargándome de que la herida sea profunda y ancha, cuando logro mi cometido meto mi mano en su pecho hurgando hasta sacar su corazón y apretarlo entre mis dedos, lo tiro cerca de Bernarda quien pálida como una hoja lo mira con terror, me acerco a ella cubierta de sangre y agarro su cabello entre mis manos para luego tirar su cabeza hacia atrás y exponer su cuello.

Bernarda: D...dijiste que me dejarías vivir...

Chasqueó mi lengua mirándola directamente a los ojos, acercó mi Katana a su garganta antes de decir.

Perséfone: Mentí.

Cortó su garganta de haciendo que muera ahogada con su propia sangre, cae al suelo sosteniendo su heridas mientras grita y patalea, la veo ahogarse mientras pide que acabe con su sufrimiento, unos pequeños sollozos ahogados se escuchan por toda la habitación causando una sonrisa burlona en mi rostro, volteo lentamente mi cuerpo viendo como la estúpida se encuentra hecha un ovillo en el suelo.

Perséfone: Al parecer aún no has muerto— suelto indiferente viéndola intentar arrastrarse por el suelo, miro el cuerpo inerte de Bernarda, cortó su cabeza y la tomo entre mis manos, detalló la Katana ensangrentada en mis manos mientras camino lentamente hacia la doctora dejando un camino de sangre a mi paso, con aburrimiento y sin preámbulos le cortó el estómago dejándolo totalmente expuesto ante, escucho su grito agonizante mientras sus heridas no paran de sangrar, me agacho hasta su altura y meto con dificultad la cabeza en su estómago viendo cómo su piel se estira y mi rostro, cabello y ropa se cubren de su sangre, veo como la vida abandona lentamente el cuerpo de la mujer pero antes de que muera le digo en un susurro inexpresivo— tú bebé está muerto.

Me levanto del suelo tranquilamente, me acercó al cuerpo sin vida del vejestorio y cortó su cabeza, la tomo entre mis manos y me miro al espejo viendo el desastre que he causado, la habitación está cubierta de sangre y los cadáveres solo hacen la escena aún más tétrica, miro mi vestido blanco ahora carmesí por la sangre de mis víctimas, sonrió cuando mis ojos oscurecidos reparan en la cabeza en mi mano, con mi mano libre me encargo de acomodar la corona en mi cabeza antes de darme la vuelta para salir de la habitación, muerdo ligeramente mi labio inferior cuando me encuentro con la puerta abierta dándoles a mis esposos una vista perfecta de la masacre que cause, les regalo una sonrisa inocente mientras balanceó la cabeza en mi mano.

Zyan: Eris...

Solo salí a divertirme.

Nota de la autora:

Cuéntenme perres ¿Se lo esperaban?

Voten y comenten, espermatozoides ganadores.

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Dulce Deseo [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora