Capítulo 16: Rey de las Maldiciones

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Capítulo 16 : Rey de las Maldiciones

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El aire en el campo de batalla estaba cargado de una tensión insostenible. Sukuna, el Rey de las Maldiciones, se alzaba imponente, activando su expansión de dominio, una barrera abierta que parecía devorar el entorno con su energía maldita. El cielo oscurecido crujía con la presión, y cada criatura a su alrededor podía sentir el peso abrumador de su poder.

Con sus cuatro brazos y dos bocas, Sukuna sonreía con una confianza absoluta. Frente a él, Jin Murasame no se dejó intimidar. Con una determinación inquebrantable, expandió su propio dominio, desafiando a Sukuna en una lucha de poder sobrenatural. Las energías chocaron, provocando una onda expansiva que estremeció todo a su alrededor, como si el mundo mismo estuviera al borde de ser destrozado.

Mientras ambos dominios colisionaban, Kenjaku, siempre calculador, decidió retirarse en silencio entre las sombras, satisfecho con el caos que había desatado. Sabía que la destrucción de los hechiceros estaba en manos de Sukuna, y no tenía intención de quedarse a observar la carnicería. Su plan era más grande, y este enfrentamiento era solo una pequeña pieza en su intrincada estrategia.

Los hechiceros no estaban dispuestos a rendirse tan fácilmente. Mientras la energía oscura de Sukuna los aplastaba, Raizo y los demás conjuraron rápidamente una técnica ancestral. Con un esfuerzo conjunto, desplegaron la Canasta Hueca de Mimbre, una técnica anti-dominio diseñada para neutralizar los efectos devastadores de un dominio completo. El aire vibró con una intensidad palpable mientras la técnica se activaba, creando una barrera de energía que bloqueaba el golpe seguro de Sukuna.

Sukuna observó, sorprendido pero divertido, cómo la Canasta Hueca evitaba lo que parecía ser un ataque ineludible. Su sonrisa se ensanchó, mostrando una sádica satisfacción al ver que sus oponentes presentaban cierta resistencia. Esto solo aumentaba su deseo de destrozarlos. Sin embargo, en medio del caos, un pequeño y brillante observador se mantenía alerta: Pikachu.

Posado en el hombro de Jin, Pikachu analizaba la situación con ojos agudos. Mientras los hechiceros mantenían la defensa, Pikachu sintió algo nuevo y profundo dentro de sí mismo. Había una conexión inesperada entre la energía maldita que lo rodeaba y su propia electricidad. Recordó las historias de algún futuro alternativo, en particular de Toji Zenin, un hombre que había logrado resistir el poder de las maldiciones usando su restricción celestial, una restricción  que anulaba completamente la energía maldita dentro de su cuerpo.

Inspirado por el legado de Toji, Pikachu comenzó a formar un plan en su mente. Si Toji había utilizado su cuerpo como una barrera para resistir la energía maldita, Pikachu, con su afinidad eléctrica, podría crear algo similar. Mientras el caos continuaba a su alrededor, Pikachu canalizó la energía maldita que había absorbido durante la batalla, concentrándola dentro de su cuerpo en un pequeño y denso núcleo de energía.

La Jaula de Faraday.

Pikachu comprendía que la electricidad podría ser su defensa más fuerte contra la energía maldita. Usando su electricidad como una jaula protectora, Pikachu encapsuló el núcleo de energía maldita dentro de sí mismo, creando un escudo interno que imitaba la resistencia de Toji. Con este campo eléctrico en su interior, Pikachu creía que sería capaz de neutralizar los ataques directos de Sukuna.

El pequeño Pokémon comenzó a brillar con una intensidad electrizante. Su cuerpo chisporroteaba, emitiendo destellos de energía azul y dorada, mientras la energía maldita y la electricidad se fundían en una danza peligrosa pero controlada. Sus ojos brillaban con una determinación feroz, y el poder acumulado en su interior estaba listo para ser liberado.

—¡Vamos, Pikachu! —gritó Jin, notando el cambio en su compañero.

Pikachu soltó un rugido cargado de energía, y en un instante, liberó toda la electricidad acumulada en su cuerpo. El estallido de rayos fue tan poderoso que creó una onda de choque que sacudió el campo de batalla. El impacto de su ataque rompió el flujo de energía en el dominio de Sukuna, creando una grieta momentánea que los hechiceros aprovecharon al instante.

Sukuna, visiblemente sorprendido por la magnitud del ataque de Pikachu, lanzó un rugido enfurecido. No esperaba que un ser tan pequeño pudiera interferir en su dominio de esa manera. Aun así, su expresión de sorpresa rápidamente se transformó en una de maliciosa diversión.

—Interesante... —murmuró Sukuna—. Pero no te equivoques, ratón. Esto no ha terminado.

El Rey de las Maldiciones desató una nueva ola de energía, tratando de aplastar a Pikachu con uno de sus enormes brazos. Pero Pikachu, ahora envuelto en su propia jaula de energía, se movía con una velocidad y agilidad sobrehumana. Cada vez que Sukuna intentaba golpearlo, Pikachu se deslizaba fuera de su alcance, dejando una estela de electricidad tras de sí.

Finalmente, Pikachu decidió contraatacar. Con un grito que resonó en todo el campo de batalla, concentró toda su energía en un solo punto y lanzó un Trueno devastador directamente sobre Sukuna. La energía eléctrica, potenciada por la energía maldita que Pikachu había absorbido, golpeó a Sukuna con una fuerza titánica.

El impacto fue tan brutal que Sukuna, por primera vez en mucho tiempo, fue forzado a retroceder. El aire a su alrededor crepitaba, y el cielo sobre la provincia de Hida estalló en una tormenta de relámpagos y truenos. El Rey de las Maldiciones se tambaleó, pero no cayó.

Pese a haber sido herido, Sukuna se mantuvo de pie, sus ojos brillando con una mezcla de ira y respeto. Aun siendo el Rey de las Maldiciones, Sukuna reconocía la fuerza de sus oponentes.

—Impresionante... —dijo Sukuna con una sonrisa torcida—. Parece que he subestimado tu fuerza.

Pikachu, jadeando ligeramente pero con la determinación intacta, sabía que no podrían derrotar a Sukuna solo con ese ataque, pero habían ganado algo más importante: tiempo. Sukuna, aunque herido, no podía ignorar el daño que había sufrido, y eso les daba una pequeña ventaja.

Mientras Sukuna recuperaba el aliento, los hechiceros se reagruparon rápidamente. Jin miró a Pikachu con asombro y admiración.

—Lo hiciste bien, amigo. Ahora, es nuestro turno.

Raizo y los demás comenzaron a preparar un nuevo ataque, combinando sus energías en una técnica combinada. Sabían que la lucha estaba lejos de terminar, pero ahora, gracias a Pikachu, tenían una oportunidad real de enfrentar a Sukuna y tal vez, solo tal vez, derrotarlo.

El cielo seguía rugiendo con la furia de la tormenta, y el campo de batalla estaba impregnado de la tensión de un enfrentamiento titánico. El destino del mundo pendía de un hilo, pero Pikachu, Jin, y los hechiceros estaban listos para continuar la lucha, sin importar lo que les esperara.

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Pikachu en Jujutsu KaisenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora