Mientras el Hogwarts Express recorría su camino hacia la escuela, Ron encontró un compartimento vacío y se dejó caer en uno de los asientos. Estaba nervioso por lo que vendría, imaginando cómo sería su vida en Hogwarts. Aunque estaba emocionado, también sentía la presión de estar a la altura de sus hermanos, que habían dejado una fuerte impresión en la escuela.
El sonido de la puerta del compartimento al abrirse interrumpió sus pensamientos. Un niño de su misma edad, con una cicatriz en la frente y gafas redondas, estaba parado en la entrada, mirando tímidamente.
¿Puedo sentarme aquí?- preguntó el niño.
Sí, claro, pasa- Ron asintió rápidamente, algo sorprendido
El niño se presentó como Harry Potter, y aunque Ron trató de actuar con naturalidad, no podía dejar de pensar en lo impresionante que era estar sentado junto al famoso Harry Potter. La conversación entre ambos comenzó con temas triviales, pero pronto la charla se hizo más fluida y Ron comenzó a relajarse. Harry, a pesar de su fama, parecía tan nervioso como él, y eso lo hizo sentir más cómodo.
Los minutos pasaron rápidamente, y mientras compartían algunos dulces del carrito, la puerta del compartimento se abrió de nuevo. Esta vez, una niña de cabello rizado y expresión determinada asomó la cabeza.
¿Han visto un sapo? Un niño llamado Neville
Ron negó con la cabeza mientras Harry hacía lo mismo. La niña, que parecía saberlo todo, levantó una ceja y entró por completo al compartimento.
Soy Hermione Granger, por cierto, es mejor que se cambien pronto. Vamos a llegar a Hogwarts en cualquier momento. He leído todos los libros de texto, así que si necesitan algo, no duden en preguntarme. – dijo Hermione a los dos chicos
Cuando la puerta se cerró, Ron soltó el aire que no sabía que estaba conteniendo y miró a Harry, quien también parecía algo confundido.
Es un poco mandona, ¿no?- comentó Ron, ganándose una risa de Harry.
El tren se detuvo con un crujido, y el bullicio de los estudiantes apresurándose para recoger sus pertenencias llenó el pasillo. Ron, Harry y Hermione, quienes ya se habían cambiado a sus túnicas, recogieron sus baúles y salieron del compartimento. Ron estaba más nervioso que nunca; aunque había oído historias de sus hermanos mayores sobre la imponente vista del castillo, sabía que vivirlo en carne propia sería diferente.
Apenas bajaron del tren, una voz profunda y potente resonó en la estación
¡Primero año! ¡Por aquí los de primero!
Un hombre gigantesco con una espesa barba negra estaba agitando una linterna por encima de su cabeza. Ron reconoció de inmediato a Hagrid, el guardián de las llaves y terrenos de Hogwarts, de las historias que sus hermanos le habían contado.
Es enorme- murmuró asombrado a Harry mientras seguían al gigante junto con los demás estudiantes de primer año.
Cruzaron un sendero rocoso, hasta que de pronto el paisaje se abrió ante ellos, revelando una impresionante vista: el castillo de Hogwarts, iluminado contra el cielo oscuro, con sus torres elevándose majestuosamente sobre el lago negro. Ron se quedó sin aliento, al igual que los demás, observando la grandiosa fortaleza donde pasarían los próximos siete años.
Es impresionante- dijo Hermione en voz baja, claramente impactada por la magnitud del castillo.
Ron asintió, apenas capaz de encontrar palabras. En ese momento, sintió el peso de las expectativas de su familia, pero también una emoción creciente al saber que estaba a punto de vivir algo que cambiaría su vida para siempre.
¡Cuatro por barca! -gritó el gigante mientras los estudiantes se apresuraban a subir.
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Ron, Harry y Hermione se subieron juntos a una barca, acompañados por un chico regordete y nervioso que no dejaba de buscar a su sapo. Las barcas comenzaron a moverse solas, deslizándose suavemente sobre el agua oscura. Ron miró hacia arriba, viendo cómo el castillo se hacía más y más grande a medida que se acercaban. Las luces titilaban en las ventanas y las sombras de las altas torres se reflejaban en el lago. El viaje fue tan mágico como había imaginado, y en su mente solo había una palabra para describirlo: asombroso.
Finalmente, las barcas llegaron a la orilla opuesta, justo bajo el castillo. Los estudiantes desembarcaron y fueron guiados por Hagrid hasta una gran puerta de roble. Al abrirse, fueron recibidos por la severa mirada de la profesora McGonagall, quien estaba allí para darles la bienvenida y guiarlos a través del proceso de selección de casas.
Ron sintió un nudo en el estómago. La selección en Hogwarts era lo que más temía. No solo por la incertidumbre de qué casa sería la suya, sino también por la presión de seguir los pasos de su familia en Gryffindor. Mientras caminaban por los pasillos de piedra del castillo, Ron y los demás escuchaban sus propios pasos resonando contra las paredes, conscientes de que estaban por enfrentarse a un momento que definiría el resto de su vida en la escuela.