Antonia
Un minuto antes, le habría dado la razón a mi padre. Pero ahora el punto de criticar a Mimi en conjunto con Emilio se ha convertido en un campo bélico.
Dejé el tenedor sobre el último trozo de pechuga de pollo. Hay un poco de ensalada, tomates cherry, cebolla. Y no me queda más apetito.
Brandon no emite una sola palabra. Cumplió treinta y un años hace poco y es la representación de un hijo que no piensa dejar nunca a sus padres. Mi madre lo dejó primero, pero a él parece no afectarle ya.
—Creíamos que era buena opción y esa chica no hace más que complicarlo todo. No me gusta el marketing oscuro, Brandon, lo sabes.
—Papi, a él no le avisaron —intervengo—. Mimi y su gente se ajustan a lo que piden en las redes sociales.
—Mi amor, estoy seguro de que te quieres ahorrar estos detalles.
Apunta su tenedor a mi hermano, que insiste con la prudencia de Emilio y lo ideal que sería para todos que los videoclips se graben en la hacienda.
—Tampoco lo hagas por querer sacar a Emilio de apuros. Sé bien cómo están sus asuntos. —No es duro su tono pero me incomoda escucharlo—. Está bien, quiero que te encargues de investigar quién les tomó las fotos y me lo mandes a la oficina.
—No puedes pagar de nuevo por algo así...
Curvo las cejas, de repente contrariada.
—Espera, ¿pagar para qué?
—De alguna manera se tienen que controlar las habladurías. —Vuelve su atención de nuevo a Bran—. A menos que tengas otra idea.
—¿Habladurías? ¿De qué tipo?
Le hablo a mi hermano, pero es mi papá quien responde—: Antonia, termina de cenar, por favor.
Abro y cierro los ojos de forma lenta, como si estuviera pasando la escena delante de mis ojos y con una cadencia extraña. Clavo la vista en mi plato, sin más apetito.
Brandon y mi padre pasan a discutir el presupuesto de una campaña de marketing para su programa. Podría llegar a agradecerlo, pero ahora mismo sé que no tengo la capacidad para lidiar con "las habladurías" y tampoco sé si quiero hacerlo.
Dejo el tenedor a un lado y me levanto.
Mi papá me pregunta qué sucede. Aparece en mi mente una oración nada amable, así que la descarto y en su lugar finjo que me acordé de preparar una canción para el programa de Caro, donde tengo que cantar a capela. Voy a mi habitación en cuanto desecho los restos de comida y lavo mi plato.
Nadie me sigue, una cosa que me da alivio.
Busco mi móvil para llamar a Rosi, pero me lo pienso dos veces al imaginarme lo que me dirá. En este momento quisiera no haber nacido con ningún talento. Podría haberme dedicado a la carrera que estudié y trabajar como periodista.
Mi hermano me habría conseguido un lugar, con resultados fáciles, procesos fáciles, sin habladurías, sin el riesgo de conocer a gente que está fuera de mi alcance. Por todo eso, termino llamando a Mimi, mas no contesta. Sin embargo, una llamada suya entra minutos más tarde, cuando estoy recostada en mi cama, mirando el techo.
—Debí de apostar dinero de saber que esto ocurriría —dice, una sonrisa en su tono de voz—. Me alegra escucharte... Bueno... en fin. Estoy en el centro comercial y me compré una sudadera que pienso que te iría mejor que a mí. Tiene capucha.
Sonrío también.
—¿A qué hora cierra ese centro comercial?
—Pronto. ¿Te quieres unir?
—La verdad es que no necesito nada con urgencia —digo y muerdo la uña de mi índice—. Tal vez podemos ir a cenar.
—Mmm, pero que sea en mi casa, me duelen los pies. Estuve todo el día paseando de un lado a otro...
—Se supone que nos dieron el día libre.
—Tú tienes familia en la ciudad, la mía vive al otro lado del país. Y si tomo un vuelo solo para comer con ellos llegaré tarde a los ajustes de mañana. No quiero volver a provocar la ira de Emilio... Pierde su atractivo cuando se enoja.
Quiero contradecirla, pero me regaño internamente. Puede que mi perspectiva sobre Emilio esté muy sesgada.
—En tu casa está bien —digo—. Avísame cuando llegues.
Mimi lanza un chillido y me envía el domicilio en seguida. Mientras me preparo, texteo a Rosi para explicarle que esta noche voy a incumplir una de las reglas de mi casa.
No llegar a dormir.

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Todos tus secretos
RomanceUn fracaso se puede interpretar de dos formas. Una, que algo se está terminando. Dos, que algo está por comenzar. Para Antonia, que estaba rozando la desesperación por no saber qué hacer de su vida, huir de las cámaras es exactamente aceptar que fr...