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Antonia

Nunca había visto que los ojos de Rosalin se agrandaran tanto.

Tengo la mano extendida en la mesa, y cuando hago el mismo gesto que hace dos minutos, ella baja el teléfono, dejando claro que no tiene intención de enseñarme lo que la dejó tan perpleja.

Me cruzo de brazos y me recargo en la silla.

Estamos en la sala de juntas del piso, después de haber almorzado. Rosi estaba entusiasmada por poder ir con Mimi y conmigo a filmar esa especie de videoclip que Teo se encargará de producir también. Y ahora su semblante es de hielo y la sonrisa se ha esfumado.

Impaciente, extraigo mi propio móvil y trato de buscar entre las noticias de mi tablero principal, pero no veo nada... Hasta que entro en mi perfil comercial y me arrepiento al instante.

Se me agolpan las palabras en la parte trasera de la garganta y casi puedo sentir el velo del paladar entumecido también, como si eso fuera verdaderamente posible, como si esto me pudiera impedir hablar y cantar.

Dejo el teléfono pantalla abajo en la mesa. Me estoy mordiendo el labio inferior completo y no me doy cuenta de ello hasta que comienzo a hacerme daño.

—Tienen química, qué te digo —murmuro.

Antoti, no finjas —Rosi se levanta de su lugar, viniendo al mío.

De pronto mira a mis espaldas.

Estábamos esperando a todos, porque tienen que pensar en patrocinadores, presupuestos, lugares... Iba a ser una junta corta, pero sé que ni siquiera la tesis me costó tanto como esta incertidumbre.

Guardo mi móvil otra vez y me infundo valor, mientras Rosi arrastra una de las sillas más pequeñas hasta quedar a mi lado.

—Mimi y Emilio hacen una terrible pareja, dudo mucho que estén saliendo. Este artículo debe de estar montado.

—Es una cafetería, Rosi, y se están tomando de la mano.

Ella pone su mano sobre la mía.

—Eso no significa nada.

Me encojo de hombros.

—Mimi no tiene nada de malo, es una chica linda, y Emilio...

—Emilio no se fijaría en ella, lo sé.

—Ja, como si fuera lo suficientemente predecible —me quejo—. De verdad, no me molesta.

Aunque quisiera saber si es una mentira.

He visto de cerca sus interacciones, sé que Emilio es dedicado y que pasa horas enteras sentado con Mimi junto a los atriles, los pentagramas, micrófonos, instrumentos y todo eso en la cabina... Sé que puede pasar, pese a sus propios escrúpulos.

Y yo sería la última en juzgarlo. No lo culparía por enamorarse de una chica con la que trabaja: porque no debe de ser difícil enamorarse cuando estás trabajando y conviviendo con personas que buscan lo mismo que tú de la vida.

—Quiero que lo averigüemos —insiste Rosi—. Te espero hasta que acaben.

Luego sale corriendo, justo cuando mi papá entra, su abogado, su maletín y Caro. Dijeron que sería de mucha ayuda que nos diese su opinión sobre las locaciones, ya que ha trabajado antes en el medio.

Están todos sentados y discutiendo los primeros detalles cuando Brandon le desliza su móvil a Emilio y este, no sé si por instinto o por qué otra cosa, clava sus ojos en los míos.

Todos tus secretosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora