Emilio
Este día más que ningún otro me urge regresar a mi departamento para hacer una llamada a Lina. Gastón me envió un mensaje por la mañana, pero no respondió cuando traté de comunicarme con él.
Me remango la camisa y sigo tecleando para hacer ajustes en el programa, donde descansa una de las maquetas de otra canción para Mimi.
Hemos terminado el trabajo de Antonia, aunque Teo todavía tiene que corregir muchos detalles.
Al verlo salir de la cabina deseo que sea todo lo que quiera hacerle hoy a la pista. Me pide que haga correr la maqueta. Una melodía rudimentaria, sin voz aún, suena en los parlantes del equipo. Bajo el volumen y ecualizo.
—Las percusiones están fuera de tiempo —dice y chasquea la lengua contra los dientes.
Él se sienta en su lugar, así que le cedo la computadora.
Veo frustración en sus ademanes, una cara pálida y, por el resto de su humor, gestos de exasperación.
Ninguna de las chicas está aquí, tenían que asistir a un par de entrevistas e irían a conocer a uno de los patrocinadores.
Por mucho que me cueste decirlo, Teo tiene razón en cuanto al encanto de Mimi. Es una persona carismática que se gana al público de un manotazo, pero en la parte de la diplomacia no sabrá qué hacer.
Brandon solo ve que Teo tiene el ojo puesto sobre ella, pero debo admitir que hasta ahora se lo ve interesado en terminar con las pistas lo más rápido posible.
Mientras hace modificaciones en las diferentes pistas para acomodar el tempo a una de ellas, desbloqueo mi móvil para ver si Gastón respondió o no.
—Bien, ahí quedó —Teo interrumpe mis pensamientos—. No voy a mover esto hasta saber quién va a grabar la guitarra.
—Podemos esperar a que regrese Mono —digo.
Uno de los músicos de cajón tenía una gira esta semana. Volverá en unos días, pero eso a Teo no le importa. No me extraña su comportamiento, cobra la mitad de su trabajo por adelantado, al firmar el contrato, y seguramente le urge recibir la otra parte.
De cierta manera también me posee la misma ansiedad. Y nuestros sueldos no están alejados el uno del otro, pero esta vez tendré el ingreso de los videoclips.
—La puedo grabar yo con Mimi si te lo quieres evitar —le ofrezco—. No sé, tómate unos días hasta que llegue la hora.
Teo levanta la mano izquierda y niega con el dedo índice. Me quito los audífonos, imaginándome que su exasperación está en un nivel que no alcanzo a entender.
Sigo a la espera de que se explique...
—Voy a enviar a Santi en mi lugar —dice.
—Siempre me terminas sorprendiendo —admito—. Santi no conoce los arreglos, se va a perder. Y perderemos tiempo, lo sabes.
—Trataré de explicarle lo mejor que pueda, pero me niego a seguir en este jueguecito.
No digo nada. Me limito a suspirar y vuelvo a colocarme los auriculares. Las percusiones ahora están en su lugar.
A pesar de no preguntar más, Teo dice—: Sé que te debes de sentir igual, esto no es sano para ninguno de los dos.
—No sé de qué hablas.
—Sí que lo sabes.
Retiro la silla de la mesa de las consolas para mirarlo de frente, sin levantarme. Teo no deja de manipular la maqueta y en parte quiero que lo que sea que haya insinuado se muera aquí.
Otras veces he escuchado cómo trabaja. Es una persona que, por lo regular, no le pide permiso a nadie para actuar, aun cuando exista un contrato de confidencialidad, aun cuando su ética profesional esté de por medio.
—Sé que Antonia negó que fuimos por ahí —dice, y noto que su voz cambia de tono, como si se hubiera vuelto dos decibeles más aguda.
Mimi viene a mi mente en el acto y me pregunto por qué tendría ella que decirle algo al respecto. Sin embargo, una parte de mí no niega que también pudo saberlo a través de Antonia.
Y Brandon dice que realmente no la conozco.
Puede que los esté juzgando mal a ambos.
Me repantigo en la silla, incómodo a mi pesar.
—Lo negó, sí —digo por fin—, pero eso qué importa. No es problema mío.
—Somos colegas, Emilio, no me gustaría que tuviéramos problemas aquí dentro —espeta—. Antonia salió conmigo, y admito que es tentador, pero ya aprendí mi lección.
Sonrío.
—Es difícil de creer —susurro, más para mí que para él—. Voy a decirte algo, Teo, algo que me decía mi padre, y en serio sería grato para mí que fuera la última vez que Anto es tema de conversación entre nosotros. —Me aprieto el puente de la nariz—. No escupas al cielo porque te puede caer en la cara.
Entonces, sí, hace dar vuelta a su silla.
—¿Es en serio?
—En efecto.
Vuelvo al trabajo. Teo permanece atónito, mirándome unos segundos, luego regresa a su lado en la consola y en lugar de hablar de Antonia, dice—: Ahora todos los instrumentos están en tiempo.
Asiento y me alivia que acepte que nos vayamos a casa.
Nada más salir del edificio, corro hacia elprimer taxi que encuentro en el sitio. En el camino intento llamar otra vez aGastón, pero de nuevo soy redirigido al buzón de mensajes.

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Todos tus secretos
RomanceUn fracaso se puede interpretar de dos formas. Una, que algo se está terminando. Dos, que algo está por comenzar. Para Antonia, que estaba rozando la desesperación por no saber qué hacer de su vida, huir de las cámaras es exactamente aceptar que fr...