Emilio
Mimi ha visto el tercer mensaje que le envío y en esta ocasión, en lugar de responder que viene en camino, apaga su móvil.
Estoy por pedir la cuenta, pero en ese instante ella se deja caer pesadamente en la silla delante de mí, con las dos hojas de correcciones que le di el viernes pasado.
Tiene ojeras y por un instante pienso que algo malo le sucede, mas luego le pide a la mesera que le traiga una infusión y que le consiga un par de analgésicos.
Trato de recordar si a los veinte años también sufría de dolores de cabeza consecuencia de una resaca. Me asalta una repentina sonrisa, pero la escondo. Diez años nos separan y mis únicos dolores de cabeza son por dinero y trabajo.
Al menos me hace feliz pensar que quizá Mimi no vaya a padecer nada de ello.
—Practiqué todo lo que pude, pero no entiendo tu letra, Emilio, es muy rebuscada —levanta un dedo cuando intento responderle, para beber un gran trago de agua de su botella—. No intentes compararme con Antonia, ya sé que ella lo hace todo perfecto.
Arrugo las cejas, sin entender del todo su comentario.
—Es muy injusto que lo digas.
—No, es la verdad. —Enarca una ceja—. Bah, como dice Teo, contigo es mejor decir que ajá.
Me recargo en la silla, mirándola.
—Le di clases privadas, estoy aclimatado a ella. Digamos que trabajamos bien juntos.
—Sí, bueno, a Teo también le gusta —está sonriendo.
A mí no me causa gracia, pero tampoco es una sorpresa. Lo he visto antes, con otras de sus clientas. Mimi no debe de saberlo, es la primera vez que trabaja con él.
Suspiro con fuerza.
—A Teo le gustan todas —respingo. Le doy un trago a mi café frío—. Las correcciones que te hago son porque escribo la canción con mi voz, pero luego te escucho y la ajusto a tu rango. No me parece que cantes mejor o peor que Antonia, no me pagan para eso y no tengo derecho a decirlo.
Ella acomoda los antebrazos en la mesa, sin dejar ese semblante de suspicacia, como si supiera algo que el resto del mundo ignora.
—Tranquilo, no me intimida que Antonia sea mejor cantante que yo. Además, estoy segura de que no le hará caso a Teo. A leguas se nota que para atraer su atención hay que ser una especie de dios divino.
Bajo la mirada a mis cuadernos. La última canción que Antonia va a grabar está en mis manos.
—Te puedo dar clases privadas a ti también. Solo tienes que pedirlas.
Mimi abre los ojos y se le enrojecen las mejillas.
—¡Eso es que te caigo bien! Brandon dice que no lo haces a menos de que sea importante...
—Lo hago cuando sé que no será una pérdida de tiempo.
Ella entrecierra los ojos, pero abre su cuaderno también. De pronto estira la mano, sujeta mis dedos completamente y me los aprieta.
Quiero apartarme, pero entonces ella dice—: No te esfuerces. No necesito que me des clases privadas como prueba de que Antonia no es especial para ti.
En ese momento le traen la bebida que pidió y las píldoras, así que aprovecho para cambiar de tema, y aprovecho también para intentar no pensar más en eso.
ESTÁS LEYENDO
Todos tus secretos
RomanceUn fracaso se puede interpretar de dos formas. Una, que algo se está terminando. Dos, que algo está por comenzar. Para Antonia, que estaba rozando la desesperación por no saber qué hacer de su vida, huir de las cámaras es exactamente aceptar que fr...