13.06.23
Hace días quemé las cartas que atesoraba desde hace seis años.
Las releí una última vez con la esperanza de que los sentimientos plasmados siguieran intactos.
Pero a diferencia de las otras doce veces que lo hice, esta vez no sentí nada.
Eso es medio mentira, pues sentí la necesidad de abrazar a mi yo pequeña que tenía tanto que aprender y nadie que le enseñara.
Quemarlas no fue difícil emocionalmente hablando, pero las hojas parecían estar negándose a encenderse en llamas color naranja, luchaban para permanecer ilesas, querían quedarse en mis manos.
No se destruyeron completas y quedaron frases enteras, pero al menos ya no están metidas en el cajón de mi buro, juntando polvo por los años.
Ya no forman parte de quién fui o de quién soy.
He de admitir que estoy orgullosa de mí porque no me creía capaz de despedirme de todas esas dudas y súplicas.
Algo dentro de mí se soltó cuando vi las cenizas flotar y el olor distintivo del fuego me inundó.
Dejar ir lo que nos hace daño es necesario.
A veces son personas.
A veces son cosas.
A veces son cartas de "amor" que llevaban seis años guardadas en un cajón.
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Cartas sin destinatario y otros poemas
PoetryUn poemario que incluye algo de prosa poética, escrito desde el 2022 hasta agosto del 2024, ordenado por fechas. Trata temas como el amor, el desamor, la muerte de seres queridos, crecer para ser un adulto, amistad, entre otros. Hay algunos poemas e...