Pensando en el futuro.

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30.12.23


La consistencia no se me da.

No soy masa para tener cierta consistencia en las cosas que hago, incluso si trato.

Si empiezo una cosa, el resultado más probable es que al final fracase.

Que nunca termine.

La mitad de mis proyectos no ven la luz del día ni la noche, no saben que es una fecha de estreno, ni creo que en un futuro cercano vayan a hacerlo.

Ser pesimista, por otro lado, es una de mis mejores virtudes, si así la consideramos.

Y creo que de ahí viene el problema, si todo va a salir mal al final, si nadie se va a parar a escuchar lo que mi cansada voz quiere gritar, no hay razón ni para susurrar... ¿Verdad?

Si de todas formas los pocos amigos que de alguna manera tengo me van a dejar o de hablar o de frecuentar, es mejor que me quede sola para toda la eternidad.

Tampoco es que sea la mayor fan de las rutinas porque me cansan y me provocan ganas de correr en vez de quedarme.

Por eso mismo tener una familia propia me parece un plan demasiado inestable.

Tres días con un esposo, casa, hijos y perro serían suficiente para que me cambiara de nombre con todo y apellido y me vaya a vivir a un cerro.

No estoy hecha para eso.

Aun así, deseo lograr cumplir ese sueño y no sé si es mi propio anhelo o son expectativas del mundo externo.

Creo que estoy llena de contradicciones y no sé cómo manejarlo porque los años siguen corriendo y la necesidad de consistencia se hace más grande porque el futuro se me sale de las manos, pero sigo sin saber cómo lograrlo.

Cartas sin destinatario y otros poemasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora