17.08.2023

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Mi alma tiende a ser dramática.

Parece que es un instinto de naturaleza.

Me es inevitable describir mis días malos como el fin del mundo y cada vez que me siento remotamente feliz tengo el impulso de llorar.

Hay más de un millón de cosas que me hacen gritar, aunque sean tan insignificantes como encontrarme un atardecer por enésima vez al caminar.

Anuncio cada cosa que me sucede por todos lados sin importar su tamaño.

Grito por conciertos en los que no estoy.

Lloro por gente que no conozco.

Sonrío como loca por los libros que ya leí.

No puedo ser "normal" por las cosas que me gustan.

Todos mis sentimientos se desbordan, no pueden quedarse tranquilos dentro.

Siento mucho y de todo.

Hablo de cielos nublados que a nadie le importan y me abstraigo mucho dentro de mi cabeza.

Contemplo cosas insignificantes.

No puedo evitar amar la naturaleza y la vida en general.

Mis anécdotas son tragedias interminables, si así lo quiero, si así lo siento.

Y grito, lloro, me rio y vomito, pateo paredes y golpeo puertas, jamás físicamente solo en mi mente.

Me han roto el corazón mil quinientas sesenta y cuatro veces, me lo han roto canciones y libros, pero es tan real y tan preciso como ese número.

Me gusta ser dramática, nací para eso.

No tengo que sentirme mal por sentir, ser así hace que mis sentimientos sin descripción sean entendibles en cierto nivel.

Soy un alma dramática, no sé como cambiarlo y realmente tampoco deseo intentarlo. 

Cartas sin destinatario y otros poemasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora