Cartas sin destinatario y otros poemas

24.04.2024

Si la vida me hubiera permitido no conocerte.

No saber que existes o la manera en la que te vistes, sonríes o te ríes, lo hubiera hecho.

Si pudiera borrar todas las memorias que se formaron alrededor de tu figura y reemplazarlas con más días aburridos, sin sentido, lo haría.

Tomaría la difícil decisión de borrar todo lo que fuimos y somos porque ahora que te conozco mi vida es mucho mejor.

Mis sonrisas crecen hasta hacerse infinitas de solo verte.

La felicidad que había desaparecido de mi mente ahora es verdadera, duradera, permanente.

Quisiera no haberte conocido porque vivo con el miedo de que no sé qué haré cuando te vayas, pero cada que te digo sobre el estrés constante de que termines alejándote solo me recuerdas que estás para quedarte.

Calmas los miedos que turban mi corazón con un solo beso, no porque no sean importantes, sino porque tu manera de amarme es asegurarme que no hay por qué preocuparse.

Me das la confianza que nadie más brinda, lo logras con un abrazo, una palabra, una sonrisa.

Todos mis recuerdos más felices se ven eclipsados por la historia que poco a poco vamos escribiendo, con sus fallas y errores, pero será solo el borrador del que nos reiremos el día que nuestra boda celebremos.

El amor que siento, según mis estándares, es extremo porque estás a mi lado mientras escribo esto y nadie jamás ha visto el proceso que pasa en mi cerebro mientras intento explicar en palabras todo lo que siento.

De alguna manera te tengo la confianza que nadie ha conseguido de mí en años, admiras mis pasos como si fuera una verdadera artista y puedo ver el amor indiscutible en tus ojos, en tus labios, en tu rostro, en tus abrazos.

Hay una parte de mí que quiere quitarte esa confianza, ese amor por lo volátil que es y a la otra no le importa explotar si vamos a ser un show espectacular en el cielo que ambos admiramos, aquel que es la razón por la que nos conocimos y por el que aún nos amamos.