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El Silencio del Perdón

La casa estaba en silencio, rota solo por los suspiros entrecortados de las niñas mientras dormían. Hyunjin había acostado a Eunchae y a Ahyeon, asegurándose de que ambas estuvieran cómodas y protegidas. La expresión de preocupación en su rostro no se desvanecía mientras cerraba la puerta de la habitación de las pequeñas, dejando que la luz suave de una lámpara de noche las envolviera.

Caminó por el pasillo con los hombros tensos, cada paso que daba resonaba en su mente como un recordatorio de lo frágil que se había vuelto todo. La angustia en los ojos de Eunchae y el llanto de Ahyeon se repetían como un eco, incapaz de sacudir el peso de la culpa que lo abrumaba.

Cuando finalmente entró en la habitación que compartía con Felix, la encontró sentada en la cama, abrazándose las rodillas. La oscuridad de la noche hacía que las lágrimas en sus mejillas brillaran con un reflejo tenue. Sus ojos se encontraron por un momento, pero las palabras que podrían haber salido se quedaron atrapadas en sus gargantas, reemplazadas por el silencio pesado que llenaba la habitación.

Sin decir nada, Hyunjin se acercó y se acostó junto a ella. Sus brazos la envolvieron suavemente, y la tensión en el cuerpo de Felix comenzó a ceder bajo el calor familiar de su abrazo. Por un momento, el mundo exterior se desvaneció, y solo existían ellos dos, compartiendo el dolor que había crecido entre ambos.

Las lágrimas de Felix siguieron cayendo silenciosamente, empapando la tela de la camiseta de Hyunjin. Él cerró los ojos, permitiendo que el peso de sus propias emociones lo golpeara. No había palabras que pudieran curar la herida que los separaba, pero en ese momento, lo único que podía ofrecer era su presencia, esperando que fuera suficiente para empezar a sanar.

—Lo siento —susurró Hyunjin, apenas audible, con la voz quebrada.

Felix tembló en sus brazos, sintiendo cómo las emociones encontraban una salida en ese susurro. No respondió con palabras, porque no había una respuesta simple para todo lo que sentía. Pero permitió que el calor de Hyunjin la envolviera, que su abrazo la anclara en medio de la tormenta que aún rugía en su interior.

En la oscuridad, juntos pero destrozados, entendieron que el camino hacia la reconciliación sería largo. Pero esa noche, al menos, encontraron consuelo en la presencia del otro, un pequeño recordatorio de que aún quedaba amor entre los escombros de sus heridas.

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Ecos en el Alma

Los días pasaban, pero el ambiente en la casa seguía cargado de tensión. Aunque las discusiones entre Felix y Hyunjin se habían reducido, los ecos de esos conflictos aún resonaban en las paredes, dejando una marca invisible en la mente y el corazón de sus hijas. Ahyeon, con solo cuatro años, comenzaba a mostrar señales de que la tormenta emocional que vivían sus padres la estaba afectando más de lo que imaginaban.

Felix, mientras preparaba el desayuno una mañana, escuchó un leve sollozo proveniente del salón. Dejó lo que estaba haciendo y caminó hacia la fuente del sonido, encontrando a Ahyeon sentada en el suelo, abrazando a su peluche favorito, con los ojos húmedos de lágrimas. La pequeña alzó la vista cuando notó la presencia de su madre, y una mezcla de tristeza y miedo cruzó por su rostro.

—¿Ahyeon, qué pasa, mi amor? —preguntó Felix, con voz suave, arrodillándose para estar a su altura.

Ahyeon bajó la mirada, jugueteando nerviosamente con las orejas del peluche.

—¿Mamá... tú y papá ya no nos quieren? —susurró la niña, su voz temblando.

La pregunta golpeó a Felix como una ráfaga helada. Sintió que el aire se le escapaba de los pulmones mientras trataba de encontrar una respuesta. Se dio cuenta de que, en su lucha por superar las dificultades con Hyunjin y proteger a Eunchae, había subestimado cuánto estaba afectando todo a Ahyeon.

LA OBSESIÓN DEL MAFIOSO//hyunlix Donde viven las historias. Descúbrelo ahora